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Enojo es lo que siente Joaquín Gómez cada que recuerda la experiencia que vivió a bordo de una ambulancia, presuntamente patito, cuando una bicicleta lo arrolló en la calle.

Él tiene 59 años, se dirigía hacia su casa, es comerciante y fue por un dinero que le debían, venía pensando en la mercancía que compraría para el día siguiente, se encontraba por la avenida Canal Nacional, en la delegación Coyoacán y se disponía a cruzar la calle cuando una bicicleta lo arrolló.

“Iba caminando sobre la banqueta y escuché una campana, cuando me di la vuelta para ver qué era, me di cuenta que una bicicleta venía hacia mí, pero estaba muy cerca y no me dio tiempo de moverme, me pegó por la espalda y mi cabeza golpeo contra la banqueta”.

Estaba tendido sobre la calle, le dolía mucho la cabeza y la gente que iba pasando se quedaba mirando, luego llegó una ambulancia. “No supe en qué momento llegó, ni de dónde era, sólo trataba de no dormirme, me cargaron, me pusieron en una camilla y me subieron a la unidad. Me quitaron la chamarra y me empezaron a limpiar la herida; me impresioné cuando vi la sangre”, recuerda.

Tras limpiarle la lesión, le colocaron dos vendoletes, una alrededor de la cabeza; asegura que el presunto paramédico no tuvo cuidado al tratarlo.

“Estaba consciente, pero me sentía aturdido por el golpe. Me atendían, eran dos jóvenes, el que manejaba la ambulancia y el que me curó. De lo que sí me acuerdo es que ni siquiera se puso guantes, pero en ese momento no dije nada, yo me sentía algo mal”, dice.

Una vez que le colocaron el vendaje, los paramédicos le preguntaron si quería que lo llevaran a un hospital, pero él dijo que no.

“No quise que me llevaran a un hospital, pensé: ‘¿Cuánto me van a cobrar?’, porque no era de una institución del gobierno, yo no le vi logotipos. Les dije: ‘No, déjenme ir’. Me regresaron mi chamarra y me bajé. Tomé un taxi para ir a mi casa”.

No fue sino hasta que Joaquín iba a pagar cuando se dio cuenta que no traía dinero, que los mil 300 pesos que le habían pagado no estaban en la bolsa de su chamarra.

“Fueron ellos, los según paramédicos, porque me quitaron la chamarra, ¿cómo reclamaba si yo ni sé de dónde salió la ambulancia ni quien le llamó? A mí se me hace que era patito”, acusa.

Joaquín recuerda vagamente los colores de la unidad, la cual —dice— estaba pintada de color blanco con franjas azules, pero no se fijó si tenía algún logotipo que la identificara con alguna empresa para presentar su queja.

“Yo qué iba a saber que me robarían, si se supone que me estaban ayudando”, señala molesto el hombre.

Al día siguiente del incidente fue a un consultorio particular, donde le comentaron que la herida no era profunda por lo que no necesitaba puntadas.

“Al menos la lesión no se me infectó, pero mi dinero no lo recuperé”, lamenta.

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