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politica@eluniversal.com.mx
Con motivo de la visita apostólica del papa Francisco a México del 12 al 17 de febrero, donde se espera que en Ciudad Juárez, Chihuahua, aborde el tema de la migración durante el último día de su gira, el sacerdote misionero Alejandro Solalinde señaló que los católicos mexicanos han sido renuentes para apoyar a los migrantes.
“Tenemos fe, somos un pueblo religioso, pero nos falta perder el miedo y decidirnos a actuar”, comentó en entrevista para EL UNIVERSAL.
“Lo que está pasando con nuestros hermanos de Centroamérica jamás hubiéramos pensado que el Estado mexicano lo pudiera hacer. En lugar de apoyar y de crear una región especial para migrantes, el Estado los castiga. El pueblo de México debería de repensar esto”, dijo.
Solalinde sugirió dos vías de acción: “cambiar de gobierno en 2018 y exigirle respeto para los migrantes. El Estado tiene que obedecer al pueblo, donde reside la soberanía, y no puede comprometer sus relaciones exteriores lastimando a nuestros hermanos vecinos, con los que hemos compartido todo”.
El fundador del albergue para migrantes Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca, señaló que el tema de la migración ha sido recurrente en los discursos del Sumo Pontífice. “Este papa no va a ser una perita en dulce. Este viaje a México va a alentar a muchos, pero también va a incomodar a otros. Tratándose especialmente de los migrantes, destacará el tema de los derechos humanos”, aseguró.
Reclamó que a nivel mundial la migración se juzgue desde un punto de vista capitalista, donde los migrantes son mera mercancía y se les maneja con claros intereses económicos. “El Norte se la debe al Sur, sobre todo hablando de Estados Unidos y de Europa”, apuntó.
El Premio Nacional de los Derechos Humanos en 2012 criticó la actitud de algunos países europeos. Señaló que después de colonizar África y dividir a los pueblos árabes, hoy usan como pretexto a los migrantes, acusándolos de terroristas.
Solalinde dijo no tener miedo que lo “regañen” desde la cúpula de su iglesia. “Yo con una regañada no me voy a encoger de hombros, esos tiempos ya pasaron. No soy un sacerdote de la Edad Media, ni pre-Vaticano”.
Se definió como un cristiano maduro y preparado. “Sé lo que digo y lo que hago, me lo han enseñado desde el Vaticano excelentes obispos y maestros. No tengo miedo a nada porque estoy seguro de que Jesús me alienta y me apoya”, dijo.