Estela Patiño supo a los 12 años que enfrentaría retos diversos. Los doctores le dijeron que sería una persona de talla pequeña. Decidió esforzarse para demostrar que puede realizar las mismas actividades que el resto de las personas, a pesar de la discriminación constante y la indiferencia hacia un sector de la población que no está en la lista de prioridades de las políticas públicas.

Ni siquiera existe una cifra oficial de cuántas personas de talla pequeña viven en el país. Se calcula que alrededor de 15 mil mexicanos tienen alguno de los 200 tipos de trastorno que provoca esa condición.

Estela refiere que la constante es soportar comentarios ofensivos, motes, miradas de curiosidad. Lo mismo le ocurre a Catalina Gaspar, quien padece de displasia ósea desconocida y en sus 40 años de vida ha tenido incluso que tolerar burlas por su estatura física.

“Los insultos han estado presentes. Me enteré que sería persona de talla pequeña cuando le pregunté a un doctor qué significa enano, porque los niños siempre me lo decían”.

Para ella, el colegio fue un escenario de constante discriminación. “Había mamás que les decían a sus hijos que no se sentaran al lado mío porque era enanita y eso se pegaba. Una maestra me dijo que mejor me llevaran al circo”.

La Encuesta sobre Discriminación de la ciudad de México 2013 indicó que siete de cada 10 de personas consideran que se discrimina a las personas de talla baja. El ejercicio también arrojó que los insultos son una de las agresiones que sufren las personas con esta condición, a quienes se dirigen con sobrenombres.

Estela reconoce que las burlas afectan la forma en que se relaciona socialmente. “Mi paso por la escuela fue pesado, porque te empiezan a decir de cosas, apodos, a señalar, te bajan la autoestima, te vas alejando de las personas”.

Iván González, originario de Cuernavaca, Morelos, recuerda que la etapa escolar fue complicada, no contaban con infraestructura especial. “Fue muy complicado ir a un espacio donde no había nadie más como yo, ni siquiera había bancas adecuadas para tomar las clases”.

Acceso a la salud

Debido a que existen diversas causas que ocasionan la talla pequeña, los diagnósticos médicos fallan al momento de hacer valoraciones. Catalina relata que el desconocimiento de los doctores sobre su condición llevó a varios a prácticas también discriminatorias.

“Buscaban experimentar conmigo. En el infantil de niños me tuvieron mucho tiempo con sueros. En el DIF me dijeron que tenía retraso mental. Nadie podía dar un diagnóstico veraz a mis padres”.

Para Estela, toda su infancia fue estar en hospitales debido a que tenía problemas en la posición de los pies. Le realizaron 32 operaciones para corregir el problema. A la par asistió a consulta con una sicóloga, quien le ayudó a aceptarse como era y prepararla para el futuro. “Me decía que yo iba a ser pequeña, pero que no habría impedimento para que yo hiciera las cosas que hacen los demás”.

A pesar de que sus padres, ambos médicos, nunca le ocultaron su condición, a Iván le costó aceptar que no se desarrollaría al igual que sus hermanos. Además, lo sometieron a la elongación: un proceso doloroso y experimental que en aquella época le permitió crecer 15 centímetros.

Problemas laborales

Para la gente de talla baja, acceder a un trabajo es otro de los obstáculos que se presentan. Enfrentan prejuicios al momento de solicitar un empleo.

Para Lucía, licenciada en Derecho por la ENEP Acatlán, y quien ha trabajado en el Tribunal Superior de Justicia del DF, en la Procuraduría General de Justicia capitalina, en la Asamblea del Distrito Federal y ahora en el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), encontrar empleo fue un largo camino.

“Te ponen muchos obstáculos, he sufrido para encontrar trabajo, tanto en instituciones privadas como de gobierno, te dicen: ‘es que no cumples el perfil, ya se ocupó la vacante’; pero me ha tocado ver que a los que van detrás de mí les reciben los papeles. Muchos de los empleadores con sólo vernos, nos descartan, por lo que yo les diría que sí somos aptos”.

La ignorancia también les impide el avance académico. Se les estereotipa en que sólo pueden trabajar en actividades cómicas o de morbo. “Yo estudié hasta la secundaria y, en ese tiempo, terminando ese nivel, podías acceder a la Normal para ser maestro. Fui ahí, pero el director le dijo a mi papá que mejor me mandaran al circo, que nadie me iba a respetar”, recuerda Catalina.

“La gente nos encasilla en trabajos como bufones, payasos, toreritos, en la prostitución o para strippers. Aunque tengamos capacidades o  habilidades no te dan el trabajo por el hecho de ser gente pequeña. A los 18 años tomé un curso de computación y electrónica, saqué buenas calificaciones, debido a eso me hablaron de una empresa para presentarme a un trabajo, pero cuando llegué el dueño de la compañía se me quedó viendo de arriba a abajo y me preguntó: ¿tu eres?, se quedó callado y después me dijo que no cubría el perfil”, relata.

Nula infraestructura adecuada

Los entrevistados coinciden también en lo poco amable que es el diseño de las ciudades para ellos. Movilizarse es un reto. “Por ejemplo, ni en el trolebús ni en el Metrobús hay tubos de los cuales agarrarte, ni los asientos son adecuados”, refiere Catalina.

Lucía ha sufrido accidentes en el Metro por estas mismas circunstancias y prefiere transportarse en microbús, servicio que también le representa dificultades: “Los escalones son muy altos, al igual que los asientos”.

Mensaje a la sociedad

El 18 de octubre pasado, el Senado de la República aprobó y envió a la Cámara de Diputados el decreto que declara el 25 de octubre de cada año como el Día Nacional de las Personas de Talla Pequeña, con el fin de crear y difundir una cultura de respeto, justicia e inclusión digna y plena en todos los sectores hacia las personas de talla pequeña.

A pesar de que este decreto significa un avance hacia la inclusión, aún faltan medidas para avanzar hacia el respeto a este sector de la población. “Yo le pediría a la sociedad que se sensibilice. No quiero sentirme agredida cuando camino, porque te ven en la calle y te tocan por que dicen: ‘ay eres de buena suerte’, ‘eres como una muñequita’. Somos personas normales, no te tienen que insultar, dirigirse a ti con apodos, nada, falta mucho por conocernos”, comenta Lucía.

Para Catalina, el respeto hacia ella y a sus compañeros comienza en el hogar, y pide inculcar desde ahí el respeto a las personas de talla pequeña.

“Les pediría a los papás que cuando nos vean pasar no les digan a sus hijos: ‘mira, si no comes te vas a quedar así’. Simplemente que les comenten: ‘es una persona como tú’.

Para Iván es importante no ser un ejemplo, pero sí guía para las nuevas generaciones tanto de padres con hijos de talla baja, como a los propios hijos con esta condición, de que se puede tener una calidad de vida superior a la promedio con información adecuada, ejercicio y mucho buen humor.

“Si bien ahora estoy para servir a los demás, a los que vienen atrás de mi, no como ejemplo de vida, al contrario, sino para que ellos puedan ser ejemplo y cualquier roce, cualquier atadura poder explicárselos y, con base en eso, poder superar sus propios miedos. Son tus propios miedos con lo que tú eres quien determina si eres discapacitado, eres tú quien determina tu propios límites”, concluye.

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