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Humilde, el arzobispo Rogelio Cabrera López abre una página nueva en la historia que viene marcada por las luchas entre clérigos y laicos. Hombre de pelo cano, complexión robusta, de voz dulce, dice: “Agradezco nos permitan esta tierra del Senado, no lo profanaremos”.

Así, con la prosa teológica, el hombre de Iglesia saluda a senadoras del PAN, PRD y PRI, y a representantes de la administración pública, y entra de lleno a la materia, a una disertación sobre la reciente encíclica Laudato Sí, en la que el papa Francisco aborda el problema del medio ambiente.

En las butacas blancas del auditorio Octavio Paz del Senado escuchan hombres de alzacuellos, mujeres religiosas cuya presencia se denota por la falta de maquillaje en sus rostros y sus ropas sencillas. Cabrera López agradece la oportunidad de diálogo y señala que espera que sus palabras sirvan a la confección de leyes en esa materia, la del medio ambiente.

Primera vez. En lo más remoto están las Leyes de Reforma, los liberales encabezados por Benito Juárez y los intereses del alto clero; y la división perduró en la Constitución de 1917, y fue el tabú en las décadas siguientes, hasta las grandes reformas de Carlos Salinas de Gortari, entre ellas, la que reconoció a las iglesias.

Pero así y todo, la casa de las leyes, la de la pluralidad política y social, fue territorio ajeno a los hombres y mujeres de creencias religiosas. Hubo movimiento a favor de conmemorar el santo de los gobernantes y los políticos, santo Tomás Moro, al que convocan anualmente personalidades, entre ellas Humberto Roque Villanueva, ex líder nacional del PRI, ex coordinador de los diputados de su partido y actual subsecretario a cargo, entre otras materias, de las relaciones con las iglesias.

Todo eso hay atrás de los pasos del arzobispo Cabrera López en cuanto a las relaciones con el Estado. A su lado está la senadora Silvia Garza Galván (PAN), presidenta de la Comisión de Cambio Climático, con la visión para abrir el foro sobre la pobreza y el deterioro del medio ambiente.

El arzobispo Rogelio Cabrera López camina en un piso inexplorado por sus pares. Remarca que asiste con una actitud de respeto, y deja en la atmósfera ese lenguaje nunca escuchado en las paredes de la moderna sede del Senado: “Queremos con nuestra palabra, que el Senado también sea una voz profética para nuestro pueblo”, en el tema del medio ambiente.

“Soy testigo de la belleza que Dios ha regalado a nuestra nación”, expresa.

Dice que las personas son jardineros del creador en el medio ambiente; que la creación es un proceso inacabado, en el que necesitamos colaborar con Dios en su cuidado.

Otra cosa. Ahí, en la catedral de las disputas y del disenso, donde gobiernan los políticos, un sector muy desacreditado en México, pero que a la vez, en el otro lado de la moneda, es la morada de la representación nacional, donde tiene lugar las fuerzas que mueven al Estado. Así hablan los enviados de Francisco, el papa jesuita que estará en México a partir del 12 de febrero.

Rogelio Cabrera López, el religioso del alzacuellos blanco, al final de la reunión es rodeado por los periodistas que, por excepción, no se empujan, incluso han esperado a que se desocupe de recibir saludos como de Cristina Díaz Salazar (PRI), senadora por Nuevo León, residente de Monterrey, donde él es cabeza de la Iglesia católica.

En el mismo tono sencillo, cordial, humilde, dice que él ha formado parte de la comisión de propuesta de agenda de la visita del Papa y que “sería bueno” que estuviera en el Senado”.

Le dicen de la disputa entre las cámaras de Diputados y Senadores por ser anfitriones del jefe del Estado Vaticano, y contesta: “Seguramente es este el lugar adonde va acudir, porque aquí tenemos diferenciación muy clara en las escalas legislativas”.

Hombre de Iglesia y de relaciones con el poder, con el entramado de quien dice sí y, también, ojalá, un modo milenario de interrelación, agrega: “Sería una cosa muy buena”.

Que si el papa Francisco es manzana de discordia, y que en la misma Iglesia católica hayan surgido comentarios en el sentido de que obispos no querían que el papa Francisco asista al Senado de la República, el arzobispo Cabrera López dice en su modo humilde y uniforme de hablar: “Eso no depende de nuestro gusto, sino depende del Papa”.

Explica que el Pontífice es ajeno a las actitudes “farisaicas”, y advierte que para el líder de mil millones en el mundo, “no hay espacio prohibitivo”.

Ayer, el presidente de la Cámara de Diputados, Jesús Zambrano Grijalva, señaló que ante la visita del papa Francisco a México, y su posible asistencia a una sesión solemne del Congreso General, acordó con su homólogo en el Senado, el legislador Roberto Gil Zuarth (PAN), que en cada reunión que haya con la Cancillería o con la representación del Vaticano acudirían los dos.

El hecho es que un territorio tabú para la Iglesia ha caído en México.

Con información de Suzzete Alcántara y Horacio Jiménez

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