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Estrategia en Línea
El viernes no sólo se inscribió una nueva y dramática página en la historia de la ciudad de París, también un ataque terrorista se volvió un fenómeno de comunicación en la época de la hipercomunicación y opinión. Una gran variedad de tendencias se asociaron a una infinidad de sentimientos: apoyo, miedo, esperanza, solidaridad, intolerancia, en prácticamente todos los idiomas y en todo el mundo.
En segundos el término fusillade, que significa tiroteo en francés, se volvió tendencia en toda Europa, con 191 mil 171 menciones en minutos, para ser desplazado inmediatamente después por la palabra París, que al momento lleva hasta el día de hoy más de 18 millones de menciones. Al principio los usuarios que se vieron involucrados de manera directa, o sus primeros niveles de contacto, utilizaban los medios sociales para comunicar el tiroteo de manera informativa, pero momentos después el nombre de la ciudad ya buscaba la atención del mundo entero, no sólo en la ubicación geográfica, sino en el responsable. Tres horas más tarde el término ISIS dominó la conversación digital.
Vivimos ejemplos de solidaridad como #PorteOuverte (puerta abierta) donde muchos.
En la actualidad, las redes sociales fungen como un instrumento útil sobre todo en las crisis para la propagación de información, testimonios y noticias que puedan ir comunicando en tiempo real lo que está pasando en el mundo y sobre todo para ayudar de forma interna a los que están viviendo la crisis.
En Twitter, la etiqueta #PorteOuverte permitió difundir el mensaje de todos aquellos parisinos que abrieron las puertas de sus casas para acoger a quienes necesitaran alojamiento tras los ataques. Ante las consecuencias de la violencia, los parisinos extendieron la mano, ofreciendo refugio a las personas atrapadas en el caos que se vivenciaba en las calles. Asimismo el #NousSommesUnis (estamos unidos) con más de 120 mil menciones fungió como un apoyo entre los ciudadanos para brindarse ayuda en los momentos difíciles. Esta herramienta igualmente funcionó como un medio para desarrollar campañas por parte de las familias de desaparecidos para lograr encontrarlos.
Etiquetas cómo #PrayForParis inundaron el ciberespacio con casi 7 millones de menciones, la cual fungió como vehículo internacional para que diferentes comunidades en todo el mundo expresaran su apoyo hacia Francia; la etiqueta estuvo seguida por #TodosSomosParís con casi 600 mil menciones. Por momentos se difundió la versión que los militantes del Estado Islámico estaban festejando a través de la red social con el #ParísEnLlamas. Si bien el análisis arrojó que había algunos mensajes pro el grupo radical, la mayoría eran informativos y de inmediato los propios usuarios en idioma árabe contrarrestaron con #NotInMyName (no en mi nombre).
Facebook lanzó su aplicación Safety Check, un servicio que sólo había sido utilizado con anterioridad exclusivamente para catástrofes naturales. A través de la opción para “chequearse” la red social preguntaba a los usuarios que se encontraban en la zona de los ataques si se encontraban bien, de esta forma era posible corroborar si familiares o amigos que se encontraran en ese momento en la zona afectada, estaban a salvo. Poco después Facebook activó la aplicación para mostrar empatía con Francia, al poder “pintar” tu fotografía de perfil causando una gran controversia, argumentando que no se ha hecho lo mismo con otras tragedias, tales como el caso de Siria, considerada la peor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, o los ataques en Beirut.
Las fotos y el video de un músico que recorrió las calles con su piano siendo arrastrado por su bicicleta para llegar a entonar Imagine en uno de los lugares de los ataques corrieron casi con la misma velocidad que el dramático video de las personas escapando por las ventanas del lugar.
Aún no hemos terminado de entender las implicaciones ni los accionares de estas herramientas de comunicación frente a catástrofes socio-organizativas de proporciones mundiales. Es en la peor expresión de la condición humana cuando gracias a la potencia y velocidad de los nuevos medios que pudimos atestiguar y medir la polarización, así como la diversidad en los sentimientos y opiniones de manera global, cuando pudimos entender que el efecto buscado por un terrorista, lograr posicionar su mensaje a través del miedo, puede ser infinitamente más efectivo, pero absolutamente contrarrestable.