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Con una Bandera mexicana manchada de rojo y la frase “Please, Malala... México”, es como se recuerda a Adán Cortés Salas, joven mexicano de 21 años que irrumpió en la entrega de los Nobel en Oslo, Noruega, el 10 de diciembre de 2014, en protesta por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. El estudiante de Relaciones Internacionales narró a EL UNIVERSAL cómo ha sido su vida tras ocupar las primeras planas de medios internacionales junto a los ganadores del Nobel de la Paz, Malala Yousafzai y Kailash Satyarthi, con quienes no ha vuelto a tener contacto.
Adán inició la carrera de Ingeniería Industrial en la UNAM; sin embargo, en las primeras clases descubrió que no era su vocación. Cambió entonces a Relaciones Internacionales, pero apenas estaba en segundo semestre cuando se preguntó: “¿Quiero estudiar esto o más bien deseo viajar, conocer el mundo?”.
Entonces aceptó la propuesta que le hicieron unos amigos extranjeros de viajar: “Una española me invitó a Playa del Carmen y a Costa Rica; un noruego me invitó a Dinamarca y a Noruega.
“Ellos prácticamente solventaron mis gastos, les dije que no tenía dinero para pagarlo todo”, narra Adán en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, donde en agosto retomó los estudios que había pospuesto.
Durante sus viajes su familia en México le contó que el gobierno quería dar “carpetazo” al caso Ayotzinapa, razón por la cual empezó a acudir a protestas en los países en donde se encontraba. Fue en ese peregrinar de activismo que realizó su última protesta en el extranjero, durante la entrega del Nobel.
Regreso a México
Con un semestre escolar perdido y medios internacionales hablando de su irrupción en los Nobel, Adán fue deportado a México. Lo primero que hizo al regresar, fue ir a conocer Ayotzinapa.
“La primera vez fui a la escuela rural. Había prensa extranjera que no tenía la oportunidad de entrar, entonces se comunicaban conmigo por redes sociales. Por eso anduve ahí, para ayudar a los medios: uno danés y uno holandés. Cuando los familiares de los desaparecidos vieron que los medios estaban conmigo, se facilitó el trabajo periodístico.
“En la segunda visita se dio el enfrentamiento afuera del 27 Batallón. Desde ahí me pareció que la confrontación era muy violenta; no me identifico con eso”, relata.
Sin embargo, el acercamiento con los padres de los normalistas desaparecidos no fue sencillo para Adán. Reconoce que el miedo e intereses ajenos al movimiento provocaron que los familiares fueran herméticos. Pero no desistió porque, dice, su compromiso era con ellos. Aun así, añade, con el tiempo confiaron en él. Poco a poco se involucró más con los normalistas.
“Había grupos anarquistas de los que fue interesante conocer su postura. Ellos me decían que yo era ‘come flores’ y que mis acciones no eran directas. Cada quien actúa como puede, para ellos lo mejor es estar en enfrentamiento, a mí no me parece sano ni lo más inteligente”, dice.
Adán se encontraba a un costado del auto que los protestantes quemaron durante el intento de toma del 27 Batallón de Iguala, el 12 de enero de 2015. Él vio las llamas desde un autobús que se encontraba apenas a dos metros de distancia. La imagen de una joven que pedía a gritos que explotara el coche lo convenció de alejarse del movimiento. “¡Ya que explote, puta madre!”, fue la expresión de la joven que le causó impacto.
“No quiero juzgar ni desprestigiar al movimiento, pero ese momento fue para mí un parteaguas en el que dije ‘me estoy poniendo en riesgo y no me identifico con este tipo de activismo’”. No obstante, Adán dice que prefiere “un activismo de conciencia, que no se convierta en una moda ni en trending topic y después se apague”. Quiere iniciar un videoblog para entrevistar a otros jóvenes y entender por qué se muestran indiferentes ante la situación que vive el país.
Las reacciones
Adán Cortés asegura que ama la carrera de Relaciones Internacionales y por eso se reintegró a las clases. Su generación se encuentra en el quinto semestre y, como quiere graduarse con ellos, cursa materias de quinto y tercero.
Mientras ocurre la entrevista, Adán saluda a compañeros. Él reconoce que desde su protesta se volvió más popular, aunque también fuente de polémica y, dice, de amenazas. En mayo pasado denunció en redes sociales que fue golpeado tras participar en una marcha.
Figura pública
Al convertirse en el protagonista de la noticia, las medios empezaron a tomar información de su cuenta de Facebook y las de su familia, para elaborar perfiles. Por tal razón, su hermano Austin desactivó su cuenta.
“Leí las opiniones que tuvieron diferentes medios sobre mí, ahí se hace evidente la postura que tienen, te beatifican o te ponen como un demonio. Me di cuenta que para tener un criterio propio hay que diversificar tus medios de información y a partir de eso generar tu juicio propio”.