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Iguala.— “Aunque sea para refrescarse y comer un helado de ocho pesos, la gente no ha dejado de venir a este lugar”, platica Anselmo, un taxista que hace base frente a la Plaza Galerías Tamarindos, propiedad del ex acalde de Iguala José Luis Abarca y de su esposa, María de los Ángeles Pineda, encarcelados por su presunta participación en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Hace un año, el miércoles 22 de octubre, unos 50 hombres con el rostro cubierto, armados con palos y tubos, irrumpieron en el lugar y en un tiempo récord destrozaron y saquearon comercios para exigir la presentación con vida de los normalistas. “Estaban furiosos, quemaron el Palacio Municipal y luego se dejaron venir a la plaza; usaron las bancas como palanca para romper los vidrios de las vitrinas y se robaron mercancía”, recuerda el taxista, y añade: “la gente dejó de venir unos días, pero ya para diciembre comenzó a reponerse esto.

“Los precios son accesibles. Mira esa tienda de tenis y zapatos: todos tienen el mismo precio —290 pesos—; los vestidos más caros son de mil. Por las mañanas hay poca gente, pero después de las seis de la tarde se va llenando. Los mejores días son jueves, viernes, sábado y domingo”, platica el taxista.

Anselmo Aguilar, quien dice que no votó por José Luis Abarca porque le caía mal por prepotente, piensa que la tragedia de los estudiantes ocurrió en Iguala “por casualidad. De que había corrupción con el alcalde la había, pero lo mismo pasa en otras partes del país”, opina.

“No creo que la gente deje de venir aquí sólo porque los dueños son los Abarca. Los fines de semana hasta de Taxco y otros municipios colindantes llegan”, refiere.

Con una inversión de 300 millones de pesos, Plaza Tamarindos fue edificada en 2008. Ocupa una superficie aproximada de 70 mil metros cuadrados, cuenta con unos 40 comercios, incluyendo un supermercado, siete salas de cine, tiendas de ropa, de electrodomésticos, ópticas, cafeterías, un banco y una tintorería.

Hay dos consultorios, atendidos por Lucero Abarca Muñoz, licenciada en nutrición, y Mónica Gabriela Abarca Muñoz, con especialidad en medicina estética, ambas sobrinas del ex edil.

La administradora de la plaza es su hija, Yazareth Abarca Pineda, de 25 años de edad.

“Ella decide a quién rentarle, está a cargo de todo; sabe de los precios y lo que sí se puede vender y lo que no”, platica su secretaria, quien recelosa no quiere dar su nombre, aunque suelta que la renta más baja se paga en las ‘islas’: 12 mil pesos mensuales por un espacio de dos metros cuadrados.

Uno de los clientes, Sergio, dice que “es una miniplaza, no tiene grandes cosas, ni tiendas de ropa de marcas conocidas; además de los cines no hay otra atracción para los jóvenes, pero no está mal...”.

A mitad de la plaza, atendiendo una isla donde se ofertan cosméticos, Laura, una joven amable, de sonrisa pronta, platica que tiene seis meses de trabajar aquí y que le han tocado días muy flojos, pero, convencida, concluye: “La gente a veces no compra porque no hay dinero, no por otro motivo”.

Frente a ella, un local de ropa deportiva es atendido por un par de jóvenes procedentes de Aguascalientes; ellos, al igual que el médico que ofrece servicios en la óptica y la mujer de los helados, tienen dos meses de haber sido asignados a esta plaza.

En el último año, unos siete locales cambiaron de giro: dos anuncian su próxima apertura y otros cuatro están esperando ser rentados.

Al cumplirse un año de la desaparición de los normalistas, los empleados temían volver a ser víctimas del vandalismo, pero la jornada transcurrió sin sorpresas, así como transcurren los días en esta plaza, donde la presencia de los Abarca nunca se ha ido.

La administradora Yazareth Abarca es pieza clave para el éxito del lugar. La acompañan sus padres en fotografía, en dos imágenes de medio cuerpo que ocupan un lugar importante en las oficinas administrativas, donde el ex alcalde y su esposa sonríen como en los viejos tiempos.

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