A Melinda French Gates le gusta armar rompecabezas. Junto con su esposo, Bill Gates (creador de Microsoft), se puede sentar en una tarde y armar uno de 600 piezas. Los prefiere que sean complicados, sin bordes definidos y hasta con agujeros inesperados.

Pienso que así es su trabajo como copresidenta de la fundación privada más grande del mundo: The Bill & Melinda Gates Foundation, a la que la pareja donará 95% de su fortuna para atacar graves problemas globales. A este esfuerzo se ha unido Warren Buffett en 2006, otro millonario, amigo de la familia, que se comprometió a donar 31 mil millones de dólares a través de la misma fundación.

Melinda (Dallas, Texas, 1964) está en México para participar en la Conferencia Global sobre Salud Materna y Neonatal, donde se discuten mejores prácticas y experiencias para que en 2030 el mundo pueda reducir a la mitad la cruel realidad actual: todos los días 7 mil 400 recién nacidos y 800 mujeres mueren por enfermedades prevenibles o complicaciones en el parto y embarazo.

Son parte de los compromisos que adquirieron los Estados parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al firmar, el mes pasado, los Objetivos del Desarrollo Sostenible, que son la continuación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que se firmaron en el 2000 y tenían como fecha límite de cumplimiento este año. Es la primera conferencia global de cualquiera de los objetivos que se hace en el mundo.

Para ella la pieza del rompecabezas que durante mucho tiempo no vimos es la salud y el empoderamiento de la mujer, el respeto a sus derechos como algo que poner en el centro. La premisa es sencilla: si ellas tienen salud invertirán en su familia (90% de lo que ganan), se asegurarán que sus hijos estén sanos y van a la escuela. Esto logrará niños y jóvenes mejor preparados que tendrán empleos y harán países más productivos. “Es una reacción en cadena”, asegura Gates.

Como una “optimista impaciente” (así se define) asegura que podemos cambiar el mundo en un generación. Pero sólo si reconocemos los derechos de la mujer, lo que es, en muchos lugares, aún una verdadera revolución.

¿Y los hombres no invierten lo que tienen en sus familias?

—No. Ellos lo gastan en otras cosas.

¿Cómo qué?

—Lo gastan algunas veces en una cerveza o cosas para ellos; no que no gasten nada en sus familias, pero no el 90% (como las mujeres).

Hace 20 años ya Hillary Clinton, en la Conferencia de la Mujer en Beijing dio un famoso discurso: “Los derechos de las mujeres son derechos humanos”. Pero eso plantea en muchos países del mundo una revolución. ¿Se ve así, como revolucionaria?

—Estamos en un momento decisivo en el movimiento por la salud mundial. Creo que sí se está dando una revolución por las mujeres y diré que empezó honestamente con mi participación en la Cumbre por la Planificación Familiar en Londres, en 2012. Fue la primera vez que en el mundo nos planteamos recaudar para el tema no millones de dólares, sino miles de millones.

La planificación familiar tiene todo que ver con lo que estábamos platicando: si una mujer puede espaciar el nacimiento de sus hijos, ellos crecen más sanos, ella tiene oportunidad de alimentarlos y educarlos, y luego ella puede también tener un trabajo. No es tan diferente en México que en los Estados Unidos. Si yo tengo hijos uno detrás de otro es muy difícil trabajar.

Hoy todavía hay muchos hombres que les dicen a las mujeres si pueden tener o no tener hijos y cuántos; si pueden ir o no a servicios de salud. En México y en muchas partes del mundo.

¿Qué hacer al respecto? ¡Es 2015!

Yo estaba tan enojada como tú sobre el tema. Debemos poner información en las manos de las mujeres, ayudarles a tomar esas decisiones: a veces es reuniéndolas con otras mujeres que han decidido hablar por ellas mismas y sus derechos. Y tenemos que darles las herramientas: anticonceptivos. Mujeres de todo el mundo te dirán que quieren anticonceptivos, pero muchas de ellas honestamente prefieren que sus maridos no sepan, para así poder tomar las decisiones por sí mismas.

En una plática que dio en TED X de Berlín dijo: “Muchas personas, seamos honestos, se ponen incómodos con el tema (de los anticonceptivos) porque estamos hablando de sexo”. Tal vez necesitamos aceptar que como seres humanos, en África, Estados Unidos o México, hacemos el amor también por placer y no sólo para procrear hijos.

—Es cierto. Tienes que separar el hecho de que hay una intimidad que se da una pareja cuando haces el amor y también cuando decides tener un hijo. Puede ser uno u otro o los dos, pero son cosas separadas. Tienes derecho a ambas y también a tu cuerpo.

Y a tu placer.

—Definitivamente.

¿Cuál es la discusión más estúpida que seguimos teniendo en el mundo con respecto al tema, al que debemos decir: ya paren?

—La de si las mujeres deben tener derechos. ¿Por qué no? No hay razón. Es realmente lo mejor que podemos hacer en este día y esta era. Es una conclusión clara para mí: debemos reconocer los derechos de las mujeres e invertir en ellas. Cualquier otra cosa que se diga es una conversación sin sentido.

Usted y su esposo han promovido lo que llaman “The Giving Pledge” (algo así como “El Compromiso de Dar”), un compromiso público en el que buscan que las personas más ricas del mundo, millonarios, den al menos la mitad de lo que han ganado a la filantropía. ¿Han hablado con Carlos Slim del tema?

—Hemos hablado con muchas personas dedicadas a la filantropía, pero..., eh, es una decisión privada. No me gustaría decir nombres. Pero lo más importante es que empiecen en el camino de la filantropía, hagan o no este compromiso, que es moral, no legal.

Hay personas empiezan a dar y luego se unen al compromiso. No sé si Carlos decida hacer eso en el futuro, pero sin duda que da mucho (a través de sus fundaciones) en México. Y lo ha hecho durante 20 años. Le tengo mucho respeto por eso.

Sí, lo ha hecho, pero en esta lista no hay ni un mexicano.

—Bueno, quizá lo haya algún día —dice con una sonrisa—. Espero que sí.

Uno de los énfasis de su fundación es la salud. Otro es la educación. Y quiero preguntarle, usted tiene tres hijos, Jennifer, Rory y Phoebe. Aparte de su educación académica, ¿cuáles son sus principales preocupaciones sobre qué valores inculcarles?

—Todo empieza con enseñarles a tus hijos valores. Que te vean viviendo de acuerdo con ellos. En nuestra familia siempre hablamos de respeto a todos los individuos, sin importar en qué lugar del planeta vivan o a qué contexto pertenezcan. Hablamos de la responsabilidad que tenemos como familia de regresar algo de lo mucho que hemos recibido.

¿Les interesa la fundación y seguir con el trabajo filantrópico?

—Sí, les interesa. Quizá hablamos demasiado de la fundación en la casa. Cuando Jen tenía cuatro años, con una amiga en casa acostaron a sus muñecas para jugar al doctor. Y ella le dijo a una muñeca: “Acuéstate, tienes VIH-sida”. Y yo dije: “Creo que Bill y yo hemos exagerado”.

A su nivel los hemos involucrado en trabajo voluntario en Seattle (donde viven) y en África. Mi hija más pequeña, Phoebe, pasó dos semanas en un preescolar público en África este verano. Mi hijo Rory trabajo en Malawi. También les interesa ver cómo se hace filantropía en otras partes del mundo, en otras culturas y cómo respetarlas.

Es común que hijos de familias con mucho dinero a veces se vuelvan niños malcriados (digo, la verdad, pensando en gran parte del “mirreynato” mexicano). ¿Qué ha hecho para prevenir esto?

Bueno, ciertamente esperas que tus hijos crezcan como te los imaginas, y creo que vamos en ese camino. Algo que muy temprano les dijimos fue eso: que nosotros somos terriblemente afortunados; dos, que tienen que trabajar y trabajar duro por las cosas. Mis hijos tienen un presupuesto, responsabilidades en la casa. Todos lavamos los platos en la casa, juntos, en la noche. Uno saca la basura, el otro se encarga del perro en ciertos días, se turnan esas responsabilidades. Enseñarles el ethos del trabajo duro, que no todo se te da en la mano. Algunos de los dispositivos electrónicos que les gustaría tener deben esperar a que sea su cumpleaños o Navidad para tenerlos. Son las cosas con las que Bill y yo crecimos.

(Warren Buffett tiene una gran cita al respecto, dice que a a sus hijos quiere “Darles lo suficiente para que sientan que pueden hacer cualquier cosa, pero no tanto como para que sientan que no tienen que hacer nada”).

Usted es católica, hasta estudió en una escuela sólo para niñas, de monjas. Su tía abuela, una monja dominica, le enseñó a leer y a escribir. Ha sido muy clara en que apoya el uso de anticonceptivos y supongo que los ha usado por el espaciamiento de sus hijos: se llevan tres años cada uno. Yo también los he usado. Pero hemos “pecado”, de acuerdo con nuestra Iglesia. ¿Cree que es justo?, ¿debería ser algo a revisitar por el papa Francisco?

—Bueno, sí, he dicho que he usado anticonceptivos y que más del 90% de las mujeres en Estados Unidos los usan; también las mujeres católicas. Creo que la gente debe tomar la decisión correcta para su familia.

Me gusta ver con lo que coincido de la Iglesia católica; apoyamos iniciativas católicas en el mundo. Me encanta que el papa Francisco haya regresado la misión de la Iglesia de regreso a los pobres. La comparto.

Pero, realmente no me contestó.

Melinda ríe antes de contestar y precisa, sin juicios de valor: “¿Creo que las mujeres deben tener acceso a anticonceptivos modernos? Sí, sí lo pienso”.

Sin culpa...

—Creo que todas deben decir cuál es el mejor anticonceptivo para ellas. Hay quien usa métodos de planificación naturales, también apoyamos eso, hay lugares en el mundo donde las mujeres prefieren eso y luego quizá otro. Pero sí creo que deben tener derecho al acceso a todo tipo de anticonceptivos no importa dónde vivan.

Muchas de las mujeres que tienen hijos y trabajan, como yo, nos sentimos malabaristas.

—Yo también.

Y a veces nos sentimos culpables porque no estamos el suficiente tiempo en casa. Sabiendo que usted es una madre trabajadora con tres hijos (y cualquier madre con tres hijos es mi ídola inmediata), es duro. ¿Cuál es su receta? ¿Qué le ha funcionado lo suficiente para recomendarlo?

—Para las mujeres sí es un acto de malabarismo. Tener hijos y trabajo. Pero lo que siempre digo es que sí se puede tener una carrera que te llene y ser una gran mamá. No es “o”. Tener hijos o carrera. Las mujeres están trabajando y disfrutan hacerlo.

Lo que intento hacer con mis hijos es que cuando estoy con ellos me concentro en estar con ellos. No contesto emails, no veo mi teléfono. ¿Quiere decir eso que me he perdido de partidos de futbol a veces por viajar alrededor del mundo? Sí, pero voy a todos los que puedo y cuando voy participo como todos los demás padres, llevo bocadillos y no checo mi teléfono.

Eso para mí es ser un modelo a seguir, tanto para mis dos hijas como para mi hijo. Deben esperar que las mujeres trabajemos en la sociedad. Y tenemos que asegurarnos que haya políticas públicas que lo haga más sencillo para ellas. Ya sea más tiempo de incapacidad para estar en casa con tu hijo, horarios flexibles, trabajo en casa. Y también asegurarnos de que reciban apoyo en casa; que los hombres apoyen también durante una segunda jornada en casa. Creo que vamos hacia allá, al menos en Estados Unidos. Todavía hay pasos que dar, sí, sobre todo en países con ingresos bajos, pero estamos progresando.

Y los hombres deben comprometerse más en la casa...

—Una de las grandes cosas sobre cuando los padres se toman permisos de paternidad para estar con sus hijos es que los niños tienen 20% más posibilidades de llegar a los cinco años de vida si los hombres participan más y le quitan peso a la pareja.

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