Más Información
IMSS Bienestar instala mesa para solucionar conflictos laborales; se compromete a pagar en un plazo no mayor a 4 meses
Alito Moreno se reúne con Julio María Sanguinetti, expresidente de Uruguay; buscan fortalecer lazos en América Latina
Inai busca participar en elaboración de leyes secundarias de Transparencia; “queremos incidir en la nueva legislación", piden comisionados
Detención de “El Cholo Palacios” clave para esclarecer Caso Ayotzinapa, afirma Alejandro Encinas; testimonio podría revelar paradero de estudiantes
INE advierte riesgo en elecciones de ocho estados por falta de recursos; los más afectados son Yucatán, Guerrero y Zacatecas
natalia.gomez@eluniversal.com.mx
El próximo rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) no tiene que ser un Premio Nobel, pero sí una persona con autoridad moral y académica, las dos únicas condiciones que funcionan en esa comunidad, asegura el ex rector (1989-1997) de la institución, José Sarukhán Kermez.
En entrevista con EL UNIVERSAL asegura que quien sea designado por la Junta de Gobierno como rector deberá conocer a su comunidad, tener reconocimiento y autoridad académica, porque en su opinión, son las dos únicas autoridades que funcionan en una comunidad como esa. “Algunos dicen que tiene que ser un operador político, bueno, depende qué entendemos por operación política, pero sí tiene que ser un operador político hacia el interior”.
Para Sarukhán Kermez, el rector debe ser una persona conocedora del país, de sus limitaciones y problemas, así como tener como objetivo que los mecanismos de operación en la UNAM tengan como producto los mejores egresados posibles para este país.
“De otra manera lo que hacemos es eternizar la mediocridad, la simulación y el pensar que así estamos bien, pero en realidad son gente [los egresados] de 5 cuando debería ser de 9 o 10”. Considera que una de las medidas que ayudaría a este objetivo es que en la UNAM no crezca más la población estudiantil, para mejorar el desempeño de los que ya están ahí adentro.
¿Cómo ha visto el desarrollo del actual proceso de sucesión?
—Una de las cosas que me preocupa mucho es que la gente pretenda que el proceso en la Universidad pueda ser de cambio como en un partido político, de una asociación profesional, de un sindicato. Es totalmente diferente y hay que mantenerlo totalmente diferente si queremos tener universidades que no estén en el fragor de la contienda o intereses políticos.
Debe ser un proceso estrictamente académico, no quiere decir que se trata de escoger Premio Nobel para la Rectoría, pero sí tiene que ser un proceso en el que la primacía del cuidado sea por la academia o que la función académica de la Universidad esté por encima de todo.
¿Qué características debe tener el próximo rector?
—Debe tener reconocimiento y autoridad académica, porque la autoridad académica y moral son las dos únicas autoridades que funcionan en una comunidad como esa. Algunos dicen que tiene que ser un operador político, bueno depende qué entendemos por operación política, pero sí tiene que ser un operador político hacia el interior de la comunidad. Conocer muy bien a su comunidad, yo diría que es indispensable que provenga de ella, e idealmente, no siempre, porque tampoco es obligatorio, sea alguien que sabe que va a regresar a su comunidad. Eso es un aliciente y una forma de pensar para sí mismo que tiene que dejar a su comunidad mejor.
Tiene que entender las necesidades, la naturaleza del trabajo y los valores que se aprecian en la Universidad que es la honestidad, el profesionalismo, apertura, diálogo con honestidad y de manera civilizada.
¿Cuáles son los desafíos de la UNAM para el siglo XXI?
—Creo que la UNAM no debe crecer más en términos de densidad de alumnos, y esto no quiere decir que no haya una necesidad enorme y gigantesca no satisfecha de opciones de preparación para los jóvenes. Lo que debe pasar es una multiplicación de opciones de buena calidad que satisfagan esas necesidades, y que no se presione a una o dos o cuatro instituciones a masificarse más allá de lo que ya están.
Puedo generar voces alzadas y opiniones en contra, lo pienso de esa manera. Creo que la Universidad ha hecho mucho más de lo que debería haber hecho en términos de atender esa demanda, a un grado que yo creo que la afecta. Esto es algo que hay que buscar, pero no se va a lograr si no hay un cambio de visión en este sentido por parte de los gobiernos, no es un problema de ahora, se arrastra de décadas y debe atenderse, ese es un foco rojo para mí en la UNAM.
Una de las frustraciones que se obtienen al estar en la Rectoría es la cantidad de gente joven capaz y con potencial, y con atributos para hacer grandes cosas, que no tienen oportunidad de hacerlo en la educación superior, pero eso es algo que una institución no puede resolver por sí misma, no hay manera, porque es casi un proceso suicida.
La Universidad debe ser mucho más flexible, donde los alumnos puedan armar sus carreras, de una manera más amplia, fácil y estimulada, de tal manera que puedan tomar diferentes cursos de otras cosas, porque tengo en mi mente una forma de preparación para las cosas que debo resolver, es tiempo de eso.
Cualquier persona puede armar la carrera con el material puesto en línea y que en muchos casos es material de primera calidad, los mejores cursos de Stanford, de Harvard. Yo sé que hay cierta flexibilidad, pero no confiamos en que los alumnos son capaces de construir en su mente el tipo de habilidad para hacer las cosas.
Un tercer desafío es seguir apoyando la investigación, es la generación de nuevo conocimiento desde la ética o la filosofía hasta las ciencias nucleares, porque de ahí surge la capacidad de entender al país, de entender nuestro entorno natural aunque en la UNAM se ha hecho mucho, pero en el país se está haciendo poco, en relación con el tamaño de la población y al futuro que queremos de México.
¿Qué papel debe tener la UNAM en el sistema educativo nacional?
—Debería conformar un sistema mucho más analítico de las cosas del país con el resto de las universidades y aliarse con las que tienen esta forma de pensar, para incidir mejor en la solución de las cosas. Porque la Universidad no sólo tiene la función de aceptar a alumnos que pasen por una serie de procesos y salgan por la otra puerta con un papel en la mano y digan que es licenciado. La preparación debe basarse en el nuevo conocimiento generado en la capacidad de comunicar esa necesidad de inquisición en los alumnos y eso únicamente se hace con un cuerpo importante de investigación.
La Universidad debe aspirar a hacer las cosas con excelencia y hacer que sus estudiantes traten de hacer su propia vida excelente, es el afán de mejorarse permanentemente sin petulancia, sin que sea cosa pretenciosa. Si no se aspira a la excelencia no habría un Einstein, ni premios Nobel, ni marcas en las olimpiadas; claro, hay un solo primer lugar, pero muchos que están en el proceso asumen el reto de superarse y de ahí surgen los grandes hombres y mujeres.
¿Qué problemas podrían atender esos profesionistas egresados de la Universidad Nacional?
—Creo que todos los problemas que tienen que ver con la capacidad autónoma del país a desarrollarse, a conocer sus capacidades y limitaciones sociales, lo que la gente requiere y cómo se debe atender, hasta el conocimiento del entorno de nuestros recursos naturales, cómo mantenerlos bien y mejor para las generaciones que vienen, cómo podemos construir un país sólido para el futuro, hecho sobre bases que se puedan sostener y no sobre flashes de pequeños avances que realmente están parados en arena que se vienen para abajo. Necesitamos una conexión adecuada con esos problemas, creo que las universidades públicas están mucho más cerca de esa realidad que otras.
Evitar el foro romano
El ex rector José Sarukhán está dedicado en este momento a escribir sus memorias sobre los ocho años —dos periodos consecutivos— en los que ocupó el máximo encargo en la UNAM. Prefiere no hablar de los 16 aspirantes que han manifestado su interés y presentaron sus propuestas de trabajo ante los 15 destacados académicos encargados de la designación.
Pero sí expresa su aprecio a la forma en la que la Junta de Gobierno designa rector y asegura que experiencias de otras formas de elección de los rectores que ocurren en instituciones de Venezuela o España han destruido a la comunidad académica.
¿Debe la Junta hacer públicas las deliberaciones del proceso cuando elige al rector?
—No, porque en ese momento se convierte en un foro romano. Que después puedan dar sus opiniones del por qué tomaron esa decisión, puede ser. Coincido en que en la medida que estas cuestiones toman cariz de debates públicos, como los que deben ocurrir en las cámaras, en otras instancias de esa naturaleza, que son válidas y muy importante para el país, se distorsiona el proceso. Debemos tener cuidado de estas intenciones que no tienen que ver con transparencia. Ésta debiera reflejarse en el cuidado y aquí tiene una responsabilidad la Junta de Gobierno y la independencia con la que toman una decisión tan importante como es la de elegir quién va a regir la Universidad.
¿Cuál es su percepción del rectorado de José Narro Robles?
—Todos los periodos rectorales, lo puedo asegurar, han tenido sus momentos complicados, este también los ha tenido y los ha librado adecuadamente. Ha tenido el tacto y la inteligencia de mover una serie de cuestiones, de poner a la Universidad al frente de algunas situaciones complejas del país. Lo que no puedo hacer es, como hacen las encuestas, decir si fue bueno o fue malo, creo que ha tenido un periodo de importancia para la Universidad que ha estado fundamentalmente tranquila y que sus profesores, investigadores, alumnos, empleados y administrativos, están haciendo su trabajo.
¿Qué criterios debe atender la Junta para designar al rector?
—Espero que sean los criterios que mencioné anteriormente, como lo es un aprecio de su autoridad académica, su autoridad moral dentro de la Universidad su conocimiento de la institución. No quiere decir que se sepa los nombres de todas las dependencias, sino el entendimiento de las necesidades de la comunidad, cuál es la naturaleza del trabajo que hace cada quien.
¿Qué ha demostrado la existencia de la Junta de Gobierno?
—Una de las grandes virtudes de lo que tenemos en la UNAM, y que se ha demostrado con el tiempo, es la estabilidad institucional interna que da el proceso de elección de las autoridades tanto de directores como de rector.
Recuerdo una vez que cuando estaba en la Rectoría el presidente de la Universidad de Stanford, Donald Kennedy, vino a visitarme y me preguntó cómo le hacen para que funcione así una institución de ese tamaño. Le conté respecto de la estructura, una parte ejecutiva que es la del rector, otra parte de elección de autoridades y otra que tiene que ver con la vigilancia administrativa del uso de los recursos cada una independiente de la otra, pero con un órgano por encima que es el Consejo Universitario, que es el que elige a los miembros de la Junta de Gobierno, cada año se renueva uno y salen por edad, y su única función es elegir a las autoridades, y hacen esta función de la mejor manera que pueden.
Luego está el Patronato Universitario, electo por el por Consejo e independiente del rector, y de hecho estrictamente hablando los directores no le deben el puesto al rector. Cuando terminé, me preguntó: ¿Quién fue el genio que diseñó esto? Ese genio fue Alfonso Caso, no sólo él sino con un grupo de estupendos juristas que le ayudaron a hacer la Ley Orgánica. Que un personaje como Donald Kennedy de una universidad como la de Stanford tenga esa reacción yo creo que es uno de los muchos ejemplos de aprecio al sistema o al proceso.