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natalia.gomez@eluniversal.com.mx
Han pasado 16 años y el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Francisco Barnés de Castro, puede decir en tono de broma que no recomendaría al próximo hombre o mujer en ocupar el máximo cargo en la institución, considerar un aumento de cuotas.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Barnés de Castro niega que el gobierno del presidente de la República, Ernesto Zedillo Ponce de León haya presionado a la Rectoría de la Universidad para elevar las cuotas, “es un mito”, afirma.
El viernes 12 de noviembre de 1999, Francisco Barnés de Castro entregó su renuncia a la Junta de Gobierno de la UNAM, luego de que en el mes de febrero de ese año propuso incrementar el costo de las inscripciones en licenciatura y bachillerato. A partir de ello, la institución enfrentó una huelga estudiantil durante 10 meses, la más larga en su historia.
Explica que su argumento de hace 16 años era válido en una restricción presupuestal importante, ante la devaluación del peso. Es por ello que hoy no es viable pensarlo “y evidentemente no se lo recomendaría a nadie”, ríe.
Habla de los desafíos de la UNAM frente al cambio de rector, de cómo grupos externos pueden tener injerencia en los movimientos estudiantiles de la institución y de que no hay posibilidad de que el gobierno federal incida en la designación del nuevo titular de la Universidad.
Sobre el actual proceso de sucesión opina que es “transparente y abierto”. Considera que hay “un buen grupo de muy sólidos universitarios que aspiran a dirigir los destinos de la Universidad”, además de que los 16 candidatos reúnen todos los requisitos necesarios para llegar a ser, cualquiera de ellos, un “excelente rector”.
El reto, transformarse
¿Cuáles son los desafíos de la UNAM para el siglo XXI?
—Los retos de cualquier universidad son permanentes, seguir transformándose a sí misma en la medida en la que evoluciona la sociedad y cambia la práctica profesional. El acceso que hoy en día tienen profesores investigadores y alumnos a sistemas de información en red es apabullante, es de una magnitud cada vez mayor y, por lo tanto, lo que era la práctica docente habitual de transmisión de conocimientos basados en libros de texto, hoy en día se transforma porque tenemos acceso a través de la red a un acervo de información que rebasa por mucho lo que estábamos acostumbrados.
Si nos quedamos en las prácticas educativas de hace 15 o 20 años, las cuales la mayoría de nosotros todavía utilizamos, simplemente nos quedamos atrás.
¿Cuál tendría que ser el perfil del próximo rector para enfrentar estos desafíos?
—Es muy difícil decir, yo creo que evidentemente una gran trayectoria universitaria, una experiencia administrativa en responsabilidades importantes, porque la actividad que se requiere en este ámbito es constante, y gran sensibilidad con la comunidad universitaria.
¿Cuál debe ser el papel de la UNAM en el sistema educativo?
—Sigue siendo un paradigma de la educación universitaria en el país. Afortunadamente hay universidades tanto públicas como privadas que marcan su rumbo y demuestran cada vez mayor fortaleza tanto en la docencia como en la investigación y con programas reforzados a nivel licenciatura, muchas similiares a la calidad que ofrece la Universidad Nacional Autónoma de México.
A nivel de investigación, es una de las grandes fortalezas, y creo que por su actividad, importancia y trabajo, seguiremos siendo por muchos años referencia.
¿En qué problemas nacionales puede incidir la Universidad?
—En todos, la UNAM forma estudiantes desde la Astronomía hasta la Zoología, entonces, los problemas a los que se enfrentan son los de la vida nacional. Es importante que tenga una vinculación creciente con la sociedad, siempre la ha tenido, pero más bien con los problemas que enfrentan los tomadores de decisiones tanto en lo público como en lo privado, de los retos de trascendencia para el país, pero no sólo los de corto plazo.
Evidentemente, el desafío es cómo contribuir a tener mejores conocimientos, prácticas e instrumentos para abordar los problemas complejos de la nación.
¿Su carácter masivo [de la UNAM] demerita su calidad?
—Es un mito que se ha demostrado que es falso a lo largo de muchos años. La Universidad ha seguido ampliando su capacidad. El rector [José] Narro [Robles] ha hecho un esfuerzo significativo por ampliar todavía más la cobertura, tanto a nivel de bachillerato, como de licenciatura y de estudios de posgrado.
A la par seguimos teniendo un reconocimiento internacional como una de las mejores universidades de América Latina, el problema de la masificación no está tanto en la calidad de los programas, sino en lograr tener un resultado más homogéneo en la formación y que no se nos queden estudiantes rezagados.
¿El número de estudiantes debe crecer?
—El esfuerzo que debe hacerse a nivel nacional recae mucho más en la creación de nuevas instituciones, en fortalecer a las que ya tenemos y menos en lo que se espera que contribuya la Universidad Nacional Autónoma de México.
Se debe seguir la iniciativa del rector José Narro Robles de fortalecer los campus fuera del Distrito Federal y, quizá, crear algunos campus más allá de esta zona, y no tanto que se espere que la Universidad sea el instrumento más importante para resolver el rezago educativo en bachillerato y licenciatura. En posgrado hay espacio para seguir ampliando la participación.
La UNAM tendrá un nuevo rector, ¿cómo ha visto el proceso?
—Bastante transparente y abierto. Me da gusto que la Universidad cuente ya con un buen grupo de muy sólidos universitarios que aspiran a dirigir los destinos de la UNAM, yo creo que cualquiera de los candidatos [16] reúne todos los requisitos necesarios para ser un excelente rector.
¿Qué enfrenta un rector al llegar a su cargo?
—Todo rector que quiere conducir los destinos de una institución tan importante como ésta debe tener una visión propia de la Universidad proyectada no a tres o cuatro años, sino a 15 o 20 años. Las decisiones que tomemos ahora irán dirigidas hacia esa visión que debe compartirse con el resto de la Universidad y generarle los consensos necesarios.
La UNAM es tan amplia, diversa y plural que cada uno de los grupos y de las autoridades tiene su propia visión, su proyecto. Hay que alinear las iniciativas para tener una estrategia común y generar los menores conflictos.
En su periodo al frente de la Rectoría, ¿cuál fue la presión que ejerció el gobierno federal para el aumento de cuotas?
—Fueron un conjunto de factores que llevaron a tomar esta decisión. Uno, la restricción presupuestal importante al que estaba sometido el sistema de educación superior, parte como resultado de la crisis que enfrentó el país al principio de la administración del doctor [Ernesto] Zedillo con la devaluación del peso, pero también por la estrategia de apoyar en mayor medida en el sistema educativo de primaria, secundaria y bachillerato.
Además, buscábamos que bajo un esquema de participación prácticamente voluntario, los alumnos con mayores recursos pudieran contribuir con una cuota mayor y focalizar así los recursos en la atención de los de menores recursos económicos. Parte de la estrategia era convocar a los ex alumnos a colaborar en una campaña financiera.
¿Hubo o no presión del gobierno federal encabezado por el presidente Ernesto Zedillo para el aumento de cuotas?
—No, de ninguna manera. Ese es un mito, el presidente Zedillo nunca tuvo en su agenda ni fue un factor para presionar al rector en el tema de aumento de cuotas, fue una decisión estrictamente de las autoridades universitarias frente a la coyuntura o trayectoria presupuestal que vivía la Universidad en esos momentos y lo que pensamos que podía ser oportuno. Las autoridades brindaron todo el apoyo a lo largo del proceso en la medida de sus posibilidades, pero nada más que eso.
¿El asunto de las cuotas se convirtió en un tema tabú dentro de la Universidad Nacional Autónoma de México?
—Es un tema que hay que abordar, pero de una manera totalmente diferente. Afortunadamente la UNAM ha logrado restablecer un sistema de financiamiento que le ha permitido en todos estos años incrementar su presupuesto de manera importante, por lo cual, este tema ha perdido relevancia en la actualidad.
¿Plantear el aumento de cuotas hoy es irrelevante?
—Sí, yo creo que sí, y evidentemente no se lo recomendaría a nadie. ¡jajajaja!
A lo largo de los 10 meses de huelga, ¿se evidenció la injerencia de grupos externos que han tratado de utilizar a la Universidad para sus fines particulares?
—La historia de la huelga demuestra que los grupos más radicales en la Universidad se adueñaron del movimiento desde antes de que empezara. Si bien algunos de los grupos de izquierda más tradicionales fueron los que le dieron estructura e ideología al movimiento, estaban rebasados desde antes de la huelga, porque ya estaba en manos de los grupos radicales que no tenían intención de negociar ni con las autoridades ni siquiera resolver el problema. Estaban buscando enfrentar a las autoridades federales con una propuesta sin fundamento, sin razón y sin justificación alguna, lo cual hacía más difícil la resolución del conflicto.
¿Estos grupos [más radicales] se manejaban solos?
—Es muy difícil saberlo sin tener los instrumentos de inteligencia que están al acceso de las autoridades federales. Una vez que inicia un movimiento estudiantil se incorporan diferentes fuerzas políticas del país, unas con las mejores intenciones posibles para ayudar a resolver el problema o para obtener resultados que sean congruentes con la visión de esos grupos, y otros simplemente tratando de llevar agua a su molino, obteniendo provecho o como en este caso, enfrentar con un problema lo más irresoluble posible a las autoridades del país.
Al hablar de intervención en la UNAM, ¿considera que podría haber injerencia del gobierno federal en la elección del rector?
—No, el gobierno federal no ha tenido injerencia en los procesos electorales universitarios, si acaso en medio de los grandes conflictos para apoyar a las autoridades a reencauzar la vida cotidiana de la Universidad. En las condiciones normales, el Estado ha respetado plenamente la autonomía de la Universidad y no ha pretendido tener injerencia en los procesos de elección de los rectores.
¿Cree que puede haber una mayor apertura en la Junta de Gobierno en términos de transparencia, dar a conocer las deliberaciones del por qué se elige a una persona para el cargo?
—Es muy difícil. La Junta de Gobierno ha sido cada vez más abierta en el manejo de los procesos de elección de rector. Da a conocer con anticipación cuáles son los candidatos que se han propuesto, cuáles los que considera aptos, las razones globales para hacerlo. No es necesario que den a conocer las razones porque es bastante evidente el por qué lo eligen.
¿Cómo evalúa a la administración del rector saliente?
—Muy favorable, hubo enorme acercamiento con la comunidad. El rector [José] Narro es gente muy sensible a la atención de los diferentes problemas de la Universidad, ha tenido una visión importante en términos de la ampliación de la oferta educativa en provincia y una estrategia de avanzar hacia el futuro, ha empezado con procesos que permiten renovar los cuadros universitarios abriendo espacios a los jóvenes.
Esto demuestra que no sólo hay que tener un buen plan de trabajo a presentar a la Junta de Gobierno sobre lo que queremos hacer en los próximos años, sino esta visión de a dónde queremos llevar a la Universidad en dos o tres décadas.
¿Es momento de que llegue una mujer a la Rectoría?
—El momento de que haya rectoras ha pasado hace mucho tiempo, ha habido candidatas muy buenas para la Rectoría, me tocó competir con una de ellas [Juliana González, de la Facultad de Filosofía y Letras]. Hay muchas mujeres que han destacado en puestos diversos a lo largo de los últimos años. El tema no es si debe haber una mujer o no, sino evidentemente está claro que el ser mujer no le resta y no debe generar ningún cuestionamiento. Ojalá que esta diferencia de sexos deje de ser tema de discusión.