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Como podían llegaban en busca de ayuda médica, casi a punto de morir. El Hospital en el que se encontraba la enfermera Silvia Martínez Méndez —hoy reconocida por su desempeño en aquel 19 de septiembre después del terremoto— no tenía espacio para recibir a más.
“Mi labor fue atender a los que llegaban a pie al hospital; había mucha gente quejándose, urgencias estaba lleno. Yo estaba en quirófano, llegaban casi a punto de morir”, comenta.
Silvia, ahora coordinadora de servicios hospitalarios del Hospital del Distrito Federal, recuerda que los pasillos estaban llenos de personas heridas, que requerían de algún medicamento o una operación.
“Cuando salía del quirófano veía en los pasillos muchos lastimados. Necesitaban medicamentos. Lo primero que preguntaban era por sus familiares, había crisis nerviosas”.
A Lidia Solís Cruz, una de los 116 socorristas reconocidos por el presidente nacional de la Cruz Roja Mexicana, Fernando Suinaga Cárdenas, le tocó vivir dos panoramas entre los escombros del Hotel Consulado: olió la muerte y salvó una vida.
En ese entonces era estudiante de Medicina, además estaba en la escuela de socorristas. Su misión fue coordinar las afectaciones en el Hotel Consulado, cerca del Monumento a la Revolución.
Todo era un caos. Pero había que tranquilizarse para poder escuchar gritos o ruidos que salieran de entre los escombros.
Un hombre de aproximadamente 40 años estaba atrapado entre las piedras, pero con un tuvo comenzó a hacer ruido para pedir auxilio.
“Todos nos callamos y escuchamos. Estaba atrapado entre las losas”, recuerda luego de lamentar que sólo pudieron rescatar a una persona. A partir de ahí, lo único que recuerda son restos de víctimas.
“Después los fuimos colocando en unas oficinas del ISSSTE, se puso hielo y ahí se pusieron los cuerpos, clasificados por hombres y mujeres, por algún tatuaje o algo para así identificarlos”, relata.
Sentado en su silla de ruedas, el socorrista Rafael Águila Sánchez se siente orgulloso de haber rescatado a un niño de entre los escombros, pero no olvida aquellas imágenes de dolor de los mexicanos.
Luego del sismo se trasladó de su casa, en el Estado de México, a la sede nacional de la Cruz Roja Mexicana. Ya no había ambulancias así que equipó su camioneta con un botiquín, una sirena y el logotipo de la institución.
Así, el socorrista salió a salvar vidas, a apoyar a quien lo necesitaba. Su rescate fue en la calle de Pino Suárez; encontró un menor de edad.
“El niño lloraba, tratábamos de ubicarlo; nos callábamos para encontrarlo. Lo rescatamos y eso nos inyectó más poder para seguir”, menciona.
Ayudar en desgracias lo trae en la sangre. Su abuelo, padre e hijo lo hacen.
Durante la ceremonia de reconocimiento, Fernando Suinaga Cárdenas, señaló que 1985 fue el año difícil para México pero que sirvió para demostrar que los mexicanos son solidarios.
“Ésta ha sido una de las peores tragedias en la historia del país, pero fue la sociedad civil la que se sumó a la búsqueda de sobrevivientes. Es una labor humanitaria que hay que rescatar, la solidaridad es la característica de los mexicanos”, dijo.