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natalia.gomez@eluniversal.com.mx
Aquí están los futuros médicos, virólogos, químicos, pintores, físico-matemáticos, arquitectos, escritores, historiadores y hasta quien sueña convertirse en Presidenta de la República. Ellos coinciden en que la perseverancia es lo que hace que los sueños se logren. Ahora viven uno de ellos: ser los mejores alumnos de la República Mexicana, los del más alto promedio.
Apenas alcanzan los 12 años, la mayoría son de escuelas públicas, con promedio en general de arriba de nueve. Se sienten orgullosos de hasta dónde han llegado y hablan con soltura de lo que les gusta, pero también de realidades que enfrenta México.
Les preocupa que otros niños pierdan clases por paros y marchas, pero también comprenden el temor de los maestros por evaluarse, porque es igual que cuando ellos presentan un examen. Son algunas voces de esos mil alumnos que esta semana son reconocidos por su alto desempeño.
Shari Jaén Galeazzi, quiere estudiar Letras y Artes Plásticas en una universidad del Distrito Federal. Es el mejor promedio de la Olimpiada del Conocimiento, organizada por la Secretaría de Educación Pública (SEP) desde hace 61 años en el país.
“Primero nos enteramos de que yo había pasado con el más alto promedio a nivel estatal, yo estaba súper feliz, pero tres días después le hablaron por teléfono a mi maestra y le dijeron que era el nacional; hasta mi mamá se puso a brincar”, comenta Shari, quien vive en la capital poblana.
Para la niña algunos problemas de matemáticas se le hicieron complicados porque, explica, en otras materias lo que haces es memorizar el conocimiento y eso es fácil.
Conoce de las manifestaciones de los maestros contra de la evaluación por las noticias, pero no tiene una opinión al respecto. Su constancia la atribuye al apoyo de sus padres y maestros.
“Me acuerdo que cuando en segundo año sacaba un segundo lugar de mi grupo en calificaciones mi papá me decía, muy bien, pero tú puedes más, a veces me enojaba, pero era cierto”.
“Que ningún niño pierda clases”. Arely García quiere ser presidenta de México, proviene de la capital oaxaqueña, justo de donde casi la mayoría de profesores pertenecen a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Conoce de amigos que se han quedado sin profesores.
“Quisiera que ningún niño pierda clases, que sus manifestaciones (los maestros) las hagan en la tarde. Nosotros tenemos clases y a los que nos afecta es a nosotros”, dice.
De Michoacán, del pueblo de Pichátaro, donde se hace la famosa feria del mueble, viene Ángel Misael Martínez. El niño que tiene de promedio 8.7 de calificación y señala que las manifestaciones en contra de la reforma educativa tienen su parte mala y buena.
“Un compañero de mi maestro ha ido a esas marchas y los pobres niños no hallan ni para dónde ir. El otro día vi a unos jugando, yo digo que causan muchos problemas y, a veces, aunque su manifestación sea para bien afecta a los niños; deberían mandar a un suplente”, expone el pequeño que en unos años quiere ser físico-matemático y quien además toma clases de música y de lengua Purépecha.
Repite el logro familiar. Jesús David Delgado quiere ser arquitecto, su padre es maestro de historia y su madre psicóloga. Ella también fue alumna sobresaliente.
“El camino fue difícil, pero siempre hay una recompensa. Yo desde cuarto año quería llegar aquí porque mi mamá visitó a Miguel de la Madrid cuando iba en sexto”, indica el menor que viene del estado de Guerrero; y, sus materias favoritas son química e historia. Está seguro de que estudiará en la UNAM, como también lo hizo su madre.
Sobre los profesores y sus manifestaciones comenta que “tienen una causa y la mayoría de las causas de las manifestaciones son buenas, pero es injusto que dejen a los niños sin clases durante mucho tiempo”.
De Escuintla, Chiapas, viene Ingeborg Rincón Quandth, quien desde cuarto año ha tenido promedio de 10. Ella tiene muy claro el miedo de los profesores a evaluarse, porque justo es el mismo que ellos tienen cuando presentan exámenes.
“Así como los niños tenemos miedo ellos también temen reprobar, porque ahí se darán cuenta quienes son los verdaderos y quienes no dan la talla, como dirían en mi pueblo”, afirma la menor que sueña ser escritora.