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francisco.resendiz@eluniversal.com.mx
A Javier Valdez lo mataron un lunes en Culiacán, allá, en su tierra; menos de 48 horas después, los periodistas llevan su indignación frente al presidente Enrique Peña Nieto y rompen el minuto de silencio: piden “justicia”.
Comunicadores entran al lugar. El Estado Mayor Presidencial los revisa con rigor, a fondo, antes de permitirles entrar; sin embargo, no les quita su voz.
El presidente Enrique Peña Nieto se reúne con Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación; Raúl Cervantes, titular de la PGR, y con 23 gobernadores.
En privado, los gobernadores de Baja California Sur, Campeche, Colima, Chihuahua, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán y Zacatecas y Peña Nieto exponen y escuchan.
Los funcionarios que forman parte del equipo de asesores o voceros son más que los reporteros. Como no se veía hace varios meses, la zona para camarógrafos y fotógrafos se desborda, es insuficiente.
En la mesa espera solitario el presidente de la CNDH, Luis Raúl González, lo hace por más de 30 minutos. Cinco minutos antes de las 12:00 horas entran al salón los gobernadores, el procurador y el secretario de Gobernación. Caminan a paso lento y platicando.
Casi a las 12:20 horas el Presidente entra al Salón Adolfo López Mateos. No hay aplausos. Va al centro y ocupa su lugar. Saluda al jefe de Gobierno de la capital, Miguel Ángel Mancera, y al ómbudsman.
Le aplauden cuando se da la presentación, como manda el protocolo, por quienes estaban en la mesa, por los funcionarios en la zona de prensa y por un puñado de embajadores invitados. Los periodistas no se inmutan.
Siguen los discursos. Primero Osorio, luego Cervantes y enseguida Mancera. Es el turno del presidente Peña Nieto.
Cuando el Ejecutivo arranca su mensaje pide un minuto de silencio por los periodistas y defensores de derechos humanos asesinados.
Pasan un par de segundos cuando desde la zona de prensa, entre cámaras, se escucha un primer grito: “¡Justicia!”.
Enseguida se oye otro: “¡Justicia!”, y luego otro: “No más impunidad”, otra voz lamenta: “Abren carpetas de investigación y no pasa nada, no las concluyen, ahí se quedan. ¡Justicia!”. El Presidente, los funcionarios y los gobernadores se quedan en silencio.
Ahí, en la mesa están los gobernadores de Chihuahua, Veracruz, Sinaloa y Guerrero, entidades donde se han registrado los más recientes ataques contra comunicadores.
Antes y después del evento se veía a Miguel Ángel Yunes serio y en una esquina a Héctor Astudillo clavado en su celular. Más allá, Quirino Ordaz, gobernador de Sinaloa, donde mataron a Javier Valdez, levanta el pulgar, realiza guiños, o sonríe.
El Presidente termina su mensaje. El evento, con cuatro discursos, dura 27 minutos. Peña pasa a cada lugar de la mesa para despedirse. Ordaz lo recibe con una sonrisa. El Ejecutivo le habla de cerca, casi al oído, y Ordaz endurece el rostro. Peña sigue su camino.
Llega hasta la zona de fotógrafos y camarógrafos. De donde salieron las voces que demandaban justicia. Les habla de frente: “Los saludo porque sé que son compañeros del gremio, de quienes lamentablemente perdieron la vida”.
Les declara que México no quiere distinguirse por la censura y la persecución. Los periodistas no dejan de grabarlo con sus cámaras, mientras les dice que el país quiere seguir siendo una nación democrática, que respeta la libertad de expresión y las voces críticas que disienten.
“A cada uno de ustedes, como compañeros del gremio de quienes han caído, les abrazo con mi mayor solidaridad. Les expreso mi más sentido pésame, compañeros y amigos de gremio, y a los familiares de quienes lamentablemente perdieron la vida en estos hechos”, dice el Presidente.
Peña Nieto insiste en que los crímenes contra los periodistas no quedarán impunes, ni será en vano su muerte. Ellos escuchan la voz del Presidente, no responden. Toman sus equipos y se retiran en silencio.