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La idea de celebrar su cumpleaños, hoy 26 de marzo, rodeado de la mayor parte de su familia, quienes radican en Estados Unidos, se esfumó para Jesús Alberto Félix Lugo al ser detenido por las autoridades migratorias estadounidenses.
Él iba con un grupo liderado por un coyote que le cobraría 3 mil 500 dólares por ser mexicano. Los migrantes centroamericanos deben pagar hasta 4 mil 500 dólares por el sólo hecho de no haber nacido en nuestro país.
Al llegar a la garita del Instituto Nacional de Migración, Jesús Alberto aún no estaba seguro de lo que pasaba, pensaba que estaba detenido. En el cuello tenía un rasguño que le provocó una espina que se atravesó en su camino por el desierto y la herida le abarca desde el final de su oreja izquierda y se pierde al interior de la camisa azul marino que le entregaron en las oficinas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) para despojarlo de la sudadera de camuflaje que portaba al momento de su detención.
“Estaba adelante de La Sierrita, por Altar, en un arroyo y apareció el helicóptero, pero andaba lejos y al mirarnos se dejó venir. No sé si nos grabarían las cámaras o algo pero estaba lejos y de pronto se vino hacia donde estábamos.
“Éramos dos, traíamos ropa que se camufla con los árboles y nomás nos tiramos pecho tierra pero después llegaron dos agentes mujeres de migración y nos llevaron”.
Jesús es el penúltimo de cinco hermanos, las mujeres tienen 29, 21 y 17 años, la más chica es la única que estudia, cursa segundo año de prepa.
Lo detuvieron con un compañero de viaje originario de Guasave, Sinaloa, al igual que él y de quien no supo el nombre. “Lo conocí en Altar, estábamos esperando al señor con el que nos íbamos a ir. Teníamos un día caminando con él y nos quedamos hasta atrás porque a él se le hicieron ampollas en los pies y se me hacía gacho dejarlo ahí solo”, recuerda.
Los indocumentados procedentes del estado de Sonora que buscan llegar a Estados Unidos deben cruzar el Gran Desierto de Altar. Este camino tiene 714 mil 556 hectáreas donde se ubican la reserva volcánica El Pinacate y cerros como El Alacrán o el Cactus Blanco.
El joven no se arrepiente de haber esperado a su compañero desconocido. “Lo atendieron de sus pies, porque después de que nos dejaron continuamos la caminata, llevábamos tres días, pero él llevaba zapatos y se le ampollaron los pies”.
Cuando se fue el grupo “no sentí nada, sólo dije: ‘Qué gacho, nos dejaron’; tampoco me dio miedo porque todavía traíamos mucha agua y comida, aunque nunca había cruzado, pero creo que el señor ya no iba a regresar por nosotros”.
Lo único que alcanzó a pagar de la cuota del cruce fue el ajuar para migrantes que compró en Altar por 300 pesos que incluye: mochila, gorra, pantalón, sudadera de camuflaje y pantuflas de alfombra para no dejar huella en el desierto.
“Me quería ir a buscar trabajo porque allá se gana el triple que aquí. En Guasave me dedicaba a la música, tocaba con dos amigos más en un grupo que se llama F-14”.
En esta época el clima comienza a cambiar para dar entrada a la primavera, a pesar de ello, las noches en el desierto aún llegan a alcanzar los cero grados centígrados.
Para cubrirse de esas temperaturas, Jesús Alberto y el grupo de migrantes con el que emprendió el viaje, se metían en bolsas negras de basura y encima se ponían una cobija, para que el plástico de la bolsa aislara el calor corporal.
El joven regresará a su pueblo a continuar su vida cantando en el grupo F-14.