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Cuando llegó a toda prisa a su casa, la escena que vio le partió el alma, pero a la vez le inundó la rabia y un coraje que no logró contener. A mitad de la calle su mamá de 80 años, diagnosticada con alzheimer, y su niño, de cuatro años, estaban abrazados con el miedo reflejado en sus rostros.
Momentos antes le habían llamado a su celular para informarle que habían entrado a su vivienda de la colonia 21 de marzo, Xalapa, y que posiblemente aún estaban adentro los ladrones. Salió a toda prisa de la oficina de gobierno estatal donde labora desde hace años y lo primero que vio al entrar a su calle fue a su madre e hijo arropados por el aura del miedo. El coraje que le inundó no sólo fue por ser la tercera ocasión que hurtaban en su casa, sino por ver a los suyos en esas condiciones.
“Me dio mucho coraje, me dio impotencia, me sentí frustrada, enojada y, sobre todo, me dio repulsión de sentirme tan cobarde porque no había hecho nada, siento mucho coraje, porque siento que es un abuso, porque han entrado a mi casa, vulnerado la tranquilidad y la paz de mi familia”, dice.
Fue a principios del mes de marzo cuando a esta mujer soltera, con años dedicada a trabajar, nuevamente invadieron su espacio personal. La primera ocasión fue en una de sus primeras viviendas, donde se llevaron dos tanques de gas, luego, en su actual casa, le vaciaron todo y revolvieron sus cosas.
“Han tocado nuestras cosas, han desacomodado todo, buscaron papeles, no es una casa de lujos, es una que he hecho con mucho esfuerzo y creo que la gente por fuera piensa que hay dinero, pero no”, afirma.
Con la rabia atravesada, dice que desde hace años trabaja para el Poder Ejecutivo y si bien ha ocupado cargos medios no quiere decir que tenga un salario elevado, por el contrario, ha hecho sus cosas con mucho esfuerzo. “Había ido cerrando mi casa, irla amurallando y sólo esas eran las reacciones que tenía, irnos encerrando en nosotros mismos y eso pensé que nos daba más seguridad, incluso contraté por seis años un alarma contra robos; sin embargo, es dinero tirado a la basura”, asegura.
Y ahora “sólo” ingresaron a su habitación, pero además utilizaron su baño, tocaron su ropa y se llevaron cosas de valor y dejaron a su familia temerosa. “Me siento muy triste porque ha sido mucho esfuerzo, cada vez que han intentado o que se han metido he tenido que hacer obras que no estaban contempladas y han roto con la proyección de la casa. Ahorita me dio mucho coraje, porque no había sido capaz de denunciar ni de quejarme, había tolerado todo”, lamenta.
En el segundo hurto llamó a la policía para presentar denuncia, pero de inmediato se desilusionó porque los oficiales le dijeron que todo estaba muy raro y que incluso parecía que era un autorrobo.
“Decían que no entendían por dónde se metieron, si las cerraduras de la puerta no estaban violadas y los barrotes estaban intactos. Se fueron y yo estaba muy enojada porque me dejaron sin un quinto, sin teléfono, pero luego vimos que la ventana de la cocina estaba abierta, doblaron los barrotes de la protección de tal modo que por fuera se veían bien, pero por dentro no y ahora tienen cuadrícula como de cárcel”, señala. Pero la vez que más coraje sintió fue cuando un vecino, tras el robo total de sus muebles, le dijo que eso ocurría por ser madre soltera, porque los ladrones no veían en casa una figura de autoridad.
“En una ocasión me dijeron que eso pasaba porque vivía sola, porque era madre soltera y que eso provocaba que abusaran y me dio mucho coraje, porque esa no era la respuesta y solidaridad que esperaba de mis vecinos”, declara.
Ahora, al ver a su familia a mitad de calle, las cosas cambiaron, presentó una denuncia ante la Fiscalía General del Estado y decidió que dejará de ser tan confiada y amable con todos.
“No es posible que vivas en una situación de siempre estarte protegiendo, de no confiar en la gente que está cerca de ti”.