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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
G erardo, es un niño originario de El Salvador. Vive lejos de su familia en un albergue para menores. Tuvo que dejar su país por las amenazas que su madre comenzó a recibir por parte del crimen organizado.
“Mi mamá vendía café y atole en la calle; ellos, la pandilla, vieron que su negocio iba para arriba y comenzaron a pedirle su cuota.
“Mi mamá salió un día a comprar con mi hermana y cuando regresaban para la casa le habló el jefe de la pandilla MS para decirle que como sus hijos —que éramos nosotros— no queríamos participar con ellos, nos daban 24 horas para salir de donde vivíamos. No pudimos ir a otro departamento [estado] porque esa pandilla está en todo el país, por eso decidimos migrar, para no correr riesgos. Aquí estamos alejados del peligro que hay en mi tierra.
“Era bien bonito ahí donde vivíamos, al lado estaba un parque, me da sentimiento por mi mamá y todo lo que con su esfuerzo había logrado, pero se desvaneció”, dice el niño de 11 años de edad, con la huella de haber tenido que salir de su país huyendo de la violencia.
Durante su travesía Gerardo pudo estar expuesto a enormes riesgos como accidentes, violencia, discriminación, persecución por parte del crimen organizado y maltrato institucional, considerado este último como cualquier legislación, procedimiento, actuación u omisión procedente de los poderes públicos o derivada de la actuación individual de los profesionales que comporte abuso, negligencia, detrimento de la salud, la seguridad, el estado emocional, el bienestar físico, la correcta maduración o que viole los derechos básicos de los menores de edad.
Cada año miles de niños y niñas migran sin la compañía de un adulto a través de México, desde Honduras, Guatemala, El Salvador y diversas comunidades del interior de nuestro país. Entre enero y octubre de 2016 la cantidad de niños repatriados de Estados Unidos a México fue de 11 mil 446, de los que 8 mil 452 no contaban con la compañía de un adulto; es decir, 73.84%.
Para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) México en este momento tiene la gran oportunidad de poner el ejemplo de buen trato, respeto y no discriminación a migrantes de estas otras latitudes: “Más allá de las vicisitudes económicas y dificultades para lograr la protección integral de migrantes —en particular niños y niñas—, es necesario actuar ahora colectivamente para no discriminar, respetar y proteger a los migrantes que transitan por nuestro país”.
Buscan que los derechos de niños y niñas migrantes no acompañados sean respetados con medidas como la capacitación del personal de los albergues, con el fin de que los funcionarios puedan brindar atención psicoemocional a los niños migrantes en su tránsito por México. Son detectadas las necesidades de protección internacional como el refugio y protección complementaria de centroamericanos.
“Se desarrollan planes de restitución de derechos para que ya sea en su estancia en México o si es necesario que vuelvan a sus lugares de origen, tengan garantizados sus derechos en todo momento a través de planes de restitución de derechos. Antes que migrantes son niños que tienen derechos como tales, como a ser protegidos”, dice Karla Gallo, oficial nacional de protección de UNICEF México.
Recordó que existe la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, cuyo objeto es garantizarles la tutela y el respeto de los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución, así como establecer los principios básicos conforme a los cuales el orden jurídico mexicano habrá de proteger y garantizarlos.
Esta ley dio lugar a la posterior emisión de normas homólogas en los estados de la República. Actualmente, de las 32 entidades federativas, 27 cuentan con leyes locales de protección de derechos de la infancia y la adolescencia.
La UNICEF promueve que los derechos de niños y niñas migrantes no acompañados sean respetados con programas como la capacitación del personal de los albergues gracias a esta ley.
Mientras tanto, Gerardo no desiste de sus proyectos y deseos a futuro: “Yo tengo pensado seguir estudiando para agarrar la carrera que quiero: Aeronáutica”.
En los últimos años los controles migratorios en la frontera con Estados Unidos se han recrudecido. El desvío de flujos migratorios a zonas más inseguras para evadir los controles y la contratación más frecuente de traficantes de personas pone en peligro la vida de los migrantes indocumentados, especialmente las de menores.
Los niños y niñas que deciden cruzar la frontera sin compañía pueden sufrir graves violaciones a su integridad física y a sus derechos humanos. Se han registrado accidentes (asfixia, deshidratación, heridas); pueden ser enganchados a redes del crimen organizado; ser sometidos a explotación sexual o laboral; sufrir maltrato institucional en el momento de la repatriación, o perder la vida en el momento del transito y cruce, entre muchas otras consecuencias.
Estos niños se encuentran en un estado permanente de violación de derechos ya que, además de los riesgos que enfrentan, interrumpen sus estudios regulares, lo cual frena sus posibilidades de desarrollo y, por supuesto, no disfrutan de derechos básicos como el derecho a la alimentación, a la salud y a vivir en familia.
En su intento por cruzar la frontera, los niños migrantes son vulnerables, por lo que la protección de sus derechos es una prioridad para la UNICEF en México.