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El nuncio apostólico Franco Coppola afirmó que es “una vergüenza que en México exista tanta pobreza y desigualdades”, por lo que pidió acordarse de quienes viven en esa condición y no dejarlos en el olvido.
Al encabezar una ceremonia eucarística en la Basílica de Guadalupe con motivo de la clausura del jubileo por los 800 años de la Orden de los Dominicos, el representante del papa Francisco en México recordó que antes de llegar al país, hace tres meses, trabajaba en Africa, “donde todo está mal”, pero aquí hay mucho desarrollo en algunos lados y a pesar de ello hay muchos pobres todavía.
“Una de las cosas que me han impresionado es ver, entre muchas cosas muy admirables que hay de México, la gran desigualdad que hay. México es un país que por muchos lados es muy desarrollado, pero cuántos pobres hay todavía.
“No es posible, no es posible, es una vergüenza para nosotros los cristianos. No creo que tengamos que apuntar el dedo contra otros porque es nuestra culpa, es nuestra falta. Nosotros somos una familia, decimos que somos una familia; sin embargo, tenemos hermanos muy ricos y hermanos muy pobres”, destacó el nuncio apostólico.
Franco Coppola rechazó que en estos tiempos se actúe con violencia y en el marco de la Navidad, aseguró que ésta “tiene que enseñarnos el estilo de Dios, que es la luz; se propone, viene, llega pero no se impone, no nos obliga, aunque sea por una buena razón. El señor no dirá utiliza la violencia, se propone, nunca se impone”, insistió.
En su homilía, el nuncio dio lectura al mensaje del secretario del Estado Vaticano, Pietro Parolin, en el que concedió la bendición apostólica a los participantes de la celebración e insta a que la celebración sea propicia para dar gracias a Dios por tantos dones recibidos, por su bondad durante todos estos años de la Orden de Predicadores y además sea un impulso en su camino hacia la santidad “como testigos fieles de Cristo y mensajeros valientes del reino de Dios”.
Recordó que en las primeras comunidades cristianas “vivían unidos y lo tenían todo en común”, característica que también deben compartir todas las congregaciones. Por ello, pidió a Dios que conceda a los predicadores mayor capacidad para reproducir las primeras comunidades cristianas. Pidió para todos, la consciencia de ser parte de una comunidad; de abrir el corazón “para darnos cuenta de lo que está pasando al hermano que está al lado, sus problemas y sus dolencias”.