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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Neli Delgado tiene 26 años y está a punto de recibir su título como licenciada en Administración de Empresas. El brillo en sus ojos demuestra su anhelo de seguir adelante.
Cuando tenía 19 años conoció al gran amor de su vida, quien se convirtió en el peor monstruo, en la persona que la llevó lejos de su tierra natal para prostituirse en callejones del centro de la Ciudad de México.
De Tres Valles, Veracruz, Neli llegó a La Merced y durante un mes tuvo que ejercer el sexoservicio en contra de su voluntad y sin recibir un solo peso por ello.
Su comunidad era de extrema pobreza, carente de electricidad, de agua potable, de un camino pavimentado y su familia estaba completamente desintegrada tras la muerte de su padre. Su único sueño era ser profesionista y esa fue el arma que usó su tratante para convencerla.
“Estaba terminando el tercer cuatrimestre y conocí a un chico en un parque, platicamos; se sorprendió de que estudiara y trabajara al mismo tiempo. Me contó que él era contratista y viajaba mucho a Veracruz.
“Todos los días me escribía, me decía que le gustaba, que quería tener algo conmigo. Era muy insistente, así que le dije que fuera a mi pueblo a hablar con mi tía”, explica. La relación comenzó, pero Neli no podía con el trabajo, la escuela y las citas.
“Le mandé un mensaje y le dije que no iba a seguir con él porque yo no me podía concentrar en la escuela y el trabajo, y me contestó que la escuela y el trabajo no me darían amor y felicidad. Me partió el corazón.
“Nos vimos en Córdoba y me convenció de irme a Puebla con él, me prometió seguir estudiando”.
Vivieron juntos y felices unos días, pero después él le empezó a hablar de la prostitución y los logros que habían conseguido sus amigos gracias a este negocio.
“Después me dijo que así como él daba la vida por mí yo tenía que darla por él y debía trabajar como sexoservidora en la Ciudad de México, que si regresaba a Veracruz no tenía a nadie, no tenía casa y le diría a mi familia que era una prostituta”, dijo.
La joven accedió y una amiga de su pareja la llevó a la Ciudad de México. En el trayecto le enseñó a prostituirse. “No quería pararme, no me quería cambiar la ropa, nunca había visto una situación así en la que la gente fuera exhibida como mercancía”.
No pudo escapar porque recibía mensajes amenazantes y estaba vigilada en todo momento; no podía hablar ni con sus clientes. “No había puerta, la cama era de concreto con una colchoneta arriba. No podía hablar nada con nadie”, recuerda.
Se vio obligada a atender hasta a 40 hombres al día y todas sus ganancias eran para su pareja. “Eran como 30 o 40 hombres: había adultos, jóvenes, obreros de La Merced, incluso un estudiante de la UNAM. Todo el dinero era para el tratante.
“Físicamente yo ya no aguantaba, tenía que tomar analgésicos para aguantar tanto hombre”, dijo.
Después de un mes, un operativo la liberó y confesó toda la verdad.
“El comandante me enseñó a mi tratante y me dijo que explotaba a otras dos mujeres. Entonces me di cuenta de que todo era una farsa y declaré”, explica.
Neli fue afectada sicológica y moralmente, pero después de las terapias y el apoyo de fundaciones ha logrado graduarse de la licenciatura en Administración y en un mes abrirá su primer negocio.