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juan.arvizu@eluniversal.com.mx
El senador priísta Esteban Albarrán Mendoza hace tres semanas estaba sentado sobre un polvorín: El sillón del alcalde de Iguala, la ciudad en la que desaparecieron los 43 normalistas de Ayotzinapa; hecho de violencia que, se queja, ha estigmatizado a esa ciudad de Guerrero.
Hacía meses que Albarrán Mendoza se había curado de espanto. Delincuentes le hacían llamadas de extorsión, advertencias intimidatorias a las que no dio importancia y se ocupó en lo suyo: Recuperar la confianza de la gente que, además de sentirse insegura, sabe que Iguala, hoy, está estigmatizada.
Este político de 48 años ya ha sido diputado local (2005-2008), y diputado federal (2009-2012), fue regidor en dos ocasiones de Iguala, y el año pasado ganó la elección de presidente municipal, con el estatus, incluso, de suplente del senador René Juárez Cisneros. La fortuna de la política dio una vuelta, el ex gobernador y senador Juárez Cisneros pidió licencia para integrarse al equipo del secretario Miguel Ángel Osorio Chong como subsecretario.
Entonces, la Cámara Alta llamó al edil Albarrán para que se hiciera cargo de llevar los asuntos del municipio.
En entrevista habla de la responsabilidad en la presidencia municipal de Iguala como una tarea en curso, ocupado y preocupado por aportar y corregir el abandono de la gestión municipal, por rescatar lo que esa ciudad fue hace décadas, un próspero centro de comercio de oro, el segundo de la república, un pasado del que ya no queda el brillo.
Defiende la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos: “Es ícono de la educación de Guerrero”, dice. Y si muchos quieren cerrarla, este priísta, que se inició en la estructura de su partido como dirigente juvenil, dice que esa institución cumple su función de tener a los estudiantes con altos índices de pobreza.
¿Cuál es la situación de inseguridad hoy en Iguala?
—Iguala, como todo el estado de Guerrero, es un municipio complicado, con problemas de inseguridad. Hace un año que tomamos el cargo y encontramos problemas severos.
Nuestro trabajo fue tratar de darle certidumbre y confianza a la ciudadanía, y trabajé directamente con el gobernador Héctor Astudillo y las instancias federales: Ejército, Policía Federal, Secretaría de Gobernación.
¿Iguala es de los municipios más violentos?
—En Guerrero, la incidencia delictiva es mayor en Acapulco, Chilpancingo e Iguala, y este es el municipio con el lugar 18 entre los más violentos del país. Cuando llegué a la presidencia no existía la policía municipal, por obvias razones. Dejamos 40 policías municipales certificados. No existía dirección de Tránsito, y ya tenemos 48 elementos. Ha habido avances importantes en seguridad, y hemos bajado el índice delictivo.
¿Cómo está el tejido social?
—Se trabaja muy fuerte para recobrar la confianza. Estaba en campaña electoral y la gente a horas tempranas ya estaba en su casa. Vemos ahora que Iguala ha recobrado poco a poco la confianza, los niños, los estudiantes asisten a sus escuelas; las amas de casas van de compras; los maestros están trabajando.
¿Cómo reconstituir el tejido social en Iguala?
—El tejido social es algo en que se tiene que trabajar todos los días. Se deben buscar estrategias para dar más oportunidades a los jóvenes que son los primeros que pueden caer en las garras de la delincuencia organizada. Hay que darles oportunidades como estudios y programas sociales.
¿La delincuencia es un amago a los jóvenes en Iguala?
—Vemos con tristeza el desempleo en Guerrero, en Iguala, la desocupación tiene índices altos, y eso propicia actividades ilícitas. Tenemos que buscar apoyos, más recursos para invertir en el tejido social de todo el estado.
¿Los problemas presupuestales federales, como pegan al estado?
—Viene un recorte de 4 mil millones de pesos, lo hemos platicado con el gobernador Astudillo, a Guerrero no se le puede dar el mismo trato que a otros estados, se le debe dar trato especial.
¿Los recortes son en todos lados?
—Alrededor de 4 mil millones de pesos es muchísimo dinero cuando se tiene un presupuesto anual de cerca de 50 mil millones de pesos, que no es nada comparado con el Estado de México, que tiene como 400 mil millones de pesos, ocho veces más.
Tenemos el problema de atender la reconstrucción del tejido social y me propongo incidir para que la Cámara de Diputados y su comisión de Presupuesto apoye la recuperación de este estado en el que tenemos el primer lugar en muchas cosas malas y los últimos lugares en cosas buenas.
¿Esa es la radiografía del rezago?
—Tenemos el primer lugar nada honroso en producción de amapola en Guerrero, incluso a nivel mundial. No es tan fácil decidir desde un escritorio quitarle tantos miles de millones de pesos a un estado que se puede convulsionar y traer incluso situaciones [complicadas] a nivel nacional.
¿Como alcalde enfrentó presiones del crimen organizado?
—Recibí llamadas de extorsión y de la delincuencia organizada, pero nunca se han cumplido esas amenazas. No hemos tenido alguna situación difícil, en la que podamos estar con miedo o temor. Tuve temor en la campaña, en esos 40 días en que recorrimos colonias, barrios, comunidades de iguala. No pasó de un sustillo, nada relevante.
¿Como qué sustillo?
—Llamadas: Que “no vayas a tal colonia, porque te va a pasar esto”, que “no vayas a tal lugar porque no respondemos”, cosas de ese tipo. Íbamos y no pasaba nada.
¿De parte de personeros?
—No. Como recaderos.
¿Conocía del crimen, del florecimiento de la amapola?
—Teníamos conocimiento a grandes rasgos de lo que sucedía en Iguala y en el estado. Sabíamos de oídas pero no teníamos la certeza de cómo estaba la situación en Iguala y en todo el estado.
¿Por qué decidió ir por la alcaldía de este municipio?
—Mucha gente me preguntó: “¿de veras vas por la presidencia?”, “¿ya lo pensaste?”. No era ocurrencia. Quise ser presidente municipal siete años antes y llegue a ser síndico, y fui de diputado federal. Tenía el anhelo y la gente me empujó. Me decía: “Adelante, Esteban. Te vamos a apoyar. La situación no era fácil después de Ayotzinapa, de los 43 desaparecidos. Es un tema complicado, muy difícil. Era el momento de “tomar el toro por los cuernos”, para aportar algo a la gente. Lo otro era decir, “le entro cuando las cosas estén tranquilas”.
¿Difícil tomar esa decisión?
—El ánimo es ayudar. A todos los igualtecos nos dolía todo lo que sucedía.
¿Le duele mucho?
—[Con la desaparición de los normalistas] se estigmatizó a nuestro querido municipio, la cuna de la bandera. Ahí se forma la primera bandera del México independiente. Se nos llegó a nombrar la “cuna de asesinos”, aunque los igualtecos no tuvimos la culpa.
¿Es difícil remontar la situación?
—Se trabaja todos los días para quitar ese estigma en un municipio con historia. Es el lugar donde se firmó el Plan de Iguala, donde se consuma la Independencia nacional por Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide.
Iguala no se merece el trato que tiene ahora y trabajamos todos los días para cambiar un poquito ese rostro agrio que le dejaron al municipio.
¿Parte de la solución será legalizar la amapola?
—No lo sé. No me he puesto a analizar si esa puede ser la solución. Estuve preocupado en resolver los problemas del municipio: inseguridad, agua potable, drenaje de hace 40 y 50 años. Hay 300 calles destrozadas.
¿La región está en el rezago?
—A Iguala le llamaban la Ciudad del Oro hace 40 años, después de Guadalajara. Las ventas han caído 70%. Los oreros venden otro tipo de joyería más barata. La agricultura se vino abajo. Nos vino a pegar la construcción de la Autopista del Sol. Antes, la ciudad era paso obligado para ir a Acapulco.
¿La normal de Ayotzinapa había sido alternativa de educación y de escala social?
—Sigue siendo. Ayotzinapa es ícono de educación de Guerrero. Muchos han hablado de su cierre. Hay que reorientar algunas cosas. La normal está cumpliendo su función de tener a los estudiantes con altos índices de pobreza.