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Pensó que era una mala broma, pero cuando mencionaron el nombre de su hijo, el lugar en el que trabajaba y cómo se movía, todo cambió. Fabián (nombre ficticio) fue víctima de una extorsión que lo llevó a salirse de su casa, sin nada, de un día para otro.
Atemorizado buscó asesoría de las autoridades, se hizo el operativo y detuvieron a los extorsionadores. Hoy cumplen una sentencia.
Todo comenzó con un mensaje de texto en julio de 2015. “No cometas un error, esté pendiente porque nos vamos a comunicar contigo”. Los extorsionadores cumplieron. Recibió una llamada y le dieron información que sabían sobre su familia.
“Quiero dinero”, así de corta fue la llamada. A partir de ahí, Fabián convocó a sus compañeros de una agrupación de transportistas para comentarles lo que sucedía.
“No me dejaban en paz, a partir de ahí comenzó mi calvario. Hasta cinco llamadas al día de amenazas. En una no contesté y me mandaron mensaje: ‘Ya valiste, voy por tu hijo’”.
El hombre sabía el nombre de su hijo y dónde trabajaba.
“No lo lastimes”, respondió Fabián.
“Agarré a mi familia y me escondí. Sentí miedo porque sabía información privilegiada. Me fui, no sabía para dónde, pero me fui”.
La presión telefónica aumentaba, querían el dinero ya, relata la víctima.
En la unidad recibió asesoría. Grababa las llamadas y las enviaba a las autoridades.
“Estaba muy desesperado. Fueron mis peores días de la vida, inicialmente me pedían 200 mil pesos, pero no los tenía”. Juntó lo más que se pudo con sus compañeros de trabajo.
Su rutina cambió, nadie de sus compañeros sabe dónde habita. Aunque detuvieron a los extorsionadores, Fabián vive en la inseguridad.
“Me duele decirlo porque quiero mucho a mi país, me duele que vivamos una descomposición social muy grave, vivimos en la constante zozobra de que en cualquier momento nos pueden atacar. Denunciar es muy importante, contra viento y marea hay que hacerlo”.