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Bajo ese uniforme azul de talla grande y la gorra con una estrella, el hombre de 58 años escondía una apariencia que no era la verdadera. Los habitantes del municipio de Iguala se acercaban a él para pedirle ayuda, pero no sabían que con quien trataban formaba parte del crimen organizado.
Regordete, bigotón y con lentes, parecía que su única función era servir a la sociedad, pero cuando veía autos con placas de otros estados o gente sospechosa, activaba una alerta y sus halcones comenzaban a operar.
Felipe Flores Velázquez, entonces director de la Policía Municipal de Iguala, parecía tranquilo, pero quienes lo rodeaban sabían que era el primo-hermano del ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca, quien junto con su esposa, María de los Ángeles Pineda, operaban para Guerreros Unidos desde el Palacio Municipal.
Acusado de ser el responsable del levantón de los normalistas de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014, Flores Velázquez era mano derecha de Abarca Velázquez en la presidencia municipal de esa localidad.
Fue nombrado por José Luis Abarca director de Seguridad, pero no era la primera vez que ostentaba ese cargo. El militar de formación, pero retirado del Ejército, se incorporó a la Secretaría de Seguridad Pública en los años 80 y había ocupado varios cargos como coordinador de la Policía Estatal en varias regiones del estado de Guerrero.
De 1996 a 1999 fue director de Seguridad Pública de Iguala, cuando Lázaro Mazón, perredista que impulsó a José Luis Abarca a la alcaldía de su municipio y ex secretario de Salud en el pasado periodo de gobierno de Ángel Aguirre Rivero, fue alcalde de ese lugar.
Flores Velázquez, por quien la PGR ofrecía una recompensa de 2 millones y medio de pesos a cambio de información que llevara a su captura o la ubicación de su guarida, declaró ante la Procuraduría General de Justicia de Guerrero el día 27 de septiembre, fecha en la que prácticamente todos los elementos de la corporación municipal bajo su mando habían sido detenidos por su presunta participación en la agresión y desaparición de los 43 jóvenes normalistas.
Cuando el caso Ayotzinapa aún estaba en Guerrero, Flores Velázquez declaró al Ministerio Público que no se dio cuenta de los disparos, desaparición de los jóvenes y detención de camiones que hubo en Iguala el 26 septiembre de 2014.
Dijo que ese día escuchó disparos pero no corroboró nada, luego aseguró que sí tuvo reportes del C4, donde reportaban desmanes sobre el Periférico norte de Iguala.
Los meses previos al ataque contra los normalistas, Felipe Flores cambió por completo. Del hombre bonachón, dicharachero, se transformó en un funcionario de difícil acceso, encerrado en su oficina. En contadas ocasiones se le veía en el mercado municipal de compras.
El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) señaló que el 26 y 27 de septiembre Flores tuvo comunicación con la Policía Federal. En diciembre de 2014, cuando era prófugo de la justicia, un campesino que guió una búsqueda al poniente de Iguala, donde fueron encontradas decenas de fosas clandestinas, aseguró que tanto él como el ex edil preso fueron vistos por leñadores en los campamentos donde había personas secuestradas.