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Veracruz.— Al descender del avión Presidente Juárez, sólo tres hombres esperan al presidente Enrique Peña Nieto: los secretarios de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, y de Marina, Vidal Francisco Soberón, y el comisionado nacional de Seguridad, Renato Sales.

El sol del mediodía pega pleno en la plataforma de la base aeronaval de Veracruz; los silbatos de marinos de la Armada de México dan la bienvenida al Jefe del Ejecutivo. No estuvo, como nunca estaría, el gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Pero el Presidente lo vería 15 minutos después. En el helipuerto de la Heroica Escuela Naval Militar, en la localidad de Antón Lizardo, el gobernador —quien se encuentra bajo señalamientos de corrupción— lo recibe. Hay un saludo frío.

Peña Nieto camina rápido, como lo hace con regularidad. Lo siguen al mismo ritmo el general Salvador Cienfuegos, el almirante Vidal Francisco Soberón y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Atrás de ellos camina el resto de funcionarios.

Llegan al presídium. Sólo cuatro lugares separan a Duarte del presidente Peña Nieto; sin embargo, no hay diálogo largo ni privado entre el veracruzano y el mexiquense.

El momento lo aprovechan los mandatarios para hablar “en corto”. Todo es protocolo... silencio entre los dos.

Frente a ellos tienen a 132 guardiamarinas de la Heroica Escuela Naval Militar que se gradúan. Se esperan cuatro discursos para la ceremonia: el del padrino de la generación, Luis Videgaray; el del secretario Soberón; el de un guardiamarina, y el del Presidente, quien al regresar a su lugar sólo estrecha la mano de los titulares de la Sedena y la Semar.

Se trata de un acto solemne. Primero, el relevo de escoltas; luego, premios para los 66 mejores estudiantes; enseguida, la entrega de los sables de mando y las armas de cargo a los 132 guardiamarinas que egresan, entre ellos 21 mujeres.

El termómetro marca 32 grados a la sombra, pero los marinos advierten que la sensación térmica es de 42 grados.

Cuando el secretario Soberón destaca la importancia de la educación, un graduado cae al césped. Corre la asistencia con una camilla, pero el guardiamarina se levanta; los familiares que miran desde una tribuna, a 50 metros, aplauden.

La escena se repite una vez más. Al escuchar los aplausos, el secretario de Marina hace una pausa; él piensa que son para él. Destaca entonces el compromiso de los oficiales que egresaron ayer de la Heroica Escuela Naval Militar.

Hay disparos de salva y un desfile. Mientras, cadetes marchan frente al Presidente y sus cuatro hombres fuertes —los secretarios de Gobernación, de Hacienda, de la Defensa Nacional y de Marina Armada de México— cantan los himnos de los planteles militares de educación. Todo es marcialidad.

Al concluir la ceremonia, el presidente Peña Nieto se acerca a las tribunas para saludar a las familias de los graduados. Se toma fotografías, sonríe, se deja abrazar, se deja querer.

Su inseparable secretario privado, Jorge Corona, recibe los teléfonos de la gente para capturar fotografías. Duarte aprovecha uno de esos momentos y toma uno de los celulares para fotografiar al Presidente con algunos de los familiares.

Peña Nieto camina nuevamente aprisa para inaugurar el Edificio del Memorial, donde están las banderas defendidas por la Escuela Naval. Enseguida va a la Biblioteca Virtual y la inaugura, convive con cadetes, juega ping pong.

Al salir del edificio sólo estrecha la mano de Duarte y se va sólo con Osorio, Cienfuegos y Soberón al helipuerto. Ahí aborda un helicóptero que lo lleva de vuelta a la Base Aeronaval de Veracruz; lo acompaña el secretario de Gobernación.

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