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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Veracruz
Su pasión está en las alturas. Cuando surca el cielo y tiene el control de un avión Zlin242 acrobático de ala baja, de fabricación checa, es como tomar las riendas de su vida. Desde pequeña, cuando veía el espectáculo aéreo en los desfiles, Sofía Flores Vázquez supo que su destino era servir a México.
El primer paso lo ha dado. A sus 22 años es parte de la primera generación de mujeres piloto de la Armada de México, pero su meta va más allá: quiere hacer historia en las Fuerzas Armadas y llevar las cuatro estrellas como secretaria de Marina.
“Estoy dispuesta a todo, cuando hacemos la jura de bandera es un compromiso con el país”, comenta Sofía, conocida entre sus compañeras como Valquiria.
Originaria de Tlaxcala, cuando tenía 17 años Sofía cursaba la carrera de electrónica en una escuela pública, pero decidió abandonar sus estudios para ingresar a la Heroica Escuela Naval Militar, en Veracruz.
Vio la oportunidad cuando uno de sus hermanos le mostró un folleto de la convocatoria. “En ese momento, dije: ‘Es mi oportunidad’”. Y sin más, tomó sus documentos y salió para la Ciudad de México.
Por momentos dudó que pudiera quedarse, pues la convocatoria de la Marina para ingresar a su escuela es tan demandada que el día en que fue a las instalaciones de la dependencia la fila era demasiado larga.
“Me imaginé que no me quedaría porque éramos muchos que venían de todo el país”, dice.
Realizó sus primeros exámenes médicos y sicológicos y su incertidumbre iba en aumento.
Sofía avanzó a la siguiente fase junto con otras 40 personas, pero eso no aseguraba ningún lugar, ahora tenía que aprobar el curso de supervivencia para tripulaciones de vuelo en La Paz, Baja California.
Recuerda que ahí un instructor a la primera se da cuenta quién sirve para volar y quién no.
La joven lo logró de nuevo y fue aceptada en la institución.
La noticia sacudió a todos en casa, su familia tenía sentimientos encontrados. “Para mi madre fue algo impactante porque me fui lejos; para mi padre fue emocionante porque una de sus hijas optó por una carrera diferente”, narra Sofía.
Al final recibió todo el apoyo de sus padres y respetaron su decisión. Tomó la decisión de dejar a su novio, porque para ella las relaciones a distancia “no funcionan”.
“Él me dijo que no me fuera tan lejos, pero a veces tienes que tomar decisiones y ordenar tus prioridades. Yo no iba a cambiar”.
El objetivo de Sofía estaba definido, pero aún faltaba un largo camino. Comenzó su aprendizaje y luego de 13 horas de vuelo con un instructor, llegó el día de volar sola.
“La fase de acrobacias es lo más difícil, pero es lo más interesante para un piloto. Hay peligros y uno de ellos es el black out, que es cuando se nubla la vista”. Ella “puso el cuerpo duro” y no le sucedió, recuerda la entonces piloto en ciernes.
Cinco años después no se arrepiente, fue la mejor decisión que pudo tomar. La apertura de las Fuerzas Armadas a mujeres cambió su perspectiva. A su corta edad, la joven se desenvuelve como un piloto con más horas de vuelo.
“Todos los pilotos decimos que los problemas se quedan en tierra; una de las mejores experiencias es ver todo desde arriba”. Dice que volar una aeronave es arriesgado, pero “también lo son otras cosas en la vida”.
Para Sofía, al igual que a sus otras compañeras, la Armada de México marcó un antes y un después. Se gradúa como guardiamarina en aeronáutica naval piloto aviador y hoy recibirá el sable con esa distinción de manos del presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
“Todas tenemos grandes aspiraciones, quiero llegar a ser almirante y si se presta la oportunidad hasta secretaria, la apertura de la institución nos permite hacerlo. Es un sueño, una meta”, afirma.