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SAN JOSÉ.— Como oficial de la DEA —agencia antidroga de Estados Unidos—, Sandalio González ubicó y atrapó en 1985, en Costa Rica, al narcotraficante mexicano Rafael Caro Quintero, uno de los jerarcas del Cártel de Guadalajara, pero nunca logró llevarlo ante la justicia estadounidense.
Como agente especial de la DEA, González asestó en noviembre de 2015, en Haití, un severo golpe al narcotráfico: capturó y trasladó a Nueva York a los venezolanos Efraín Antonio Campo Flores y Franqui Francisco Flores de Freitas, sobrinos de Cilia Flores, primera dama de Venezuela y esposa del presidente de esa nación, Nicolás Maduro.
Por algo, Caro Quintero le puso precio a la cabeza de González.
La tarde del 5 de abril de 1985, y al comprobar que su deportación de Costa Rica a México era inminente, Caro Quintero recurrió al soborno y aprovechó unos segundos en un trayecto a pie desde un automóvil policial estacionado en una pista aeroportuaria hacia una aeronave en la que ese día fue repatriado.
De manera sorpresiva, el otrora cabecilla de una de las más poderosas narcomafias mexicanas de esa época presentó una tentadora oferta a un policía judicial costarricense con el que caminó esposado a su muñeca rumbo a una aeronave de la Procuraduría General de la República (PGR) en la que salió de Costa Rica: le ofreció un millón de dólares si le daba el nombre del agente de la DEA que descubrió su presencia en este país.
El policía costarricense, que compartió con EL UNIVERSAL detalles del episodio, rechazó la propuesta de Caro Quintero —liberado en 2013 tras 28 años de prisión y ahora prófugo— y se guardó el nombre del oficial de la DEA: Sandalio González, miembro de la estación de la agencia en la embajada de Estados Unidos en Costa Rica.
A pesar de la captura, González nunca llevó a Rafael Caro Quintero ante la justicia de Estados Unidos para responder por el asesinato, en febrero de 1985, del estadounidense Enrique El Kiki Camarena Salazar, agente doble de la DEA infiltrado en el Cártel de Guadalajara.
Caro Quintero pretendía vengarse del oficial estadounidense que le localizó en suelo costarricense y por eso ofreció el soborno mientras caminaba por la pista del aeropuerto internacional Juan Santamaría, el principal de este país, hacia la aeronave mexicana. En vez de ser enviado a Estados Unidos, Rafael Caro Quintero fue entregado por Costa Rica a México con otros siete mexicanos con los que se instaló en esta nación en marzo de ese año.
Su presencia en Costa Rica fue detectada por la DEA el miércoles 3 de abril. Al amanecer del día siguiente —Jueves Santo—, cayó preso en una residencia de lujo en las inmediaciones del aeropuerto, a unos 20 kilómetros al noroeste de esta capital, en un operativo policial costarricense lanzado tras la alerta de la DEA.