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Badiraguato, Sin.— Es domingo y la vida de los habitantes de Badiraguato, tierra natal de Joaquín El Chapo Guzmán, transcurre en forma habitual; por lo que se observa, la aprehensión del capo no afectó las actividades cotidianas de esta población.

En la visita que realiza EL UNIVERSAL se constata que es un domingo como cualquier otro, en el que los comercios abren hasta mediodía y la plaza del pueblo luce semivacía. Varias de las personas consultadas muestran indiferencia, pero hay algunas que expresan su tristeza por la recaptura del narco.

En general, los habitantes aseguran que sólo se trata de un mito el que este personaje haya realizado cualquier obra en beneficio de la comunidad. Aquí, dicen, nadie lo conoce en persona.

Badiraguato es un pintoresco pueblo, tranquilo y hospitalario, donde toda la actividad empieza tarde y termina a las 20:00 horas.

Hacia arriba se encuentra Santiago de los Caballeros, la antesala de la sierra de Sinaloa, Chihuahua y Durango, El Triángulo Dorado; hacia ese rumbo, a dos horas de camino entre carretera y terracería, se encuentra La Tuna, el poblado de 200 habitantes que se ha convertido en una leyenda por ser donde El Chapo nació y vivió su niñez.

Al salir del pueblo, camino a La Tuna, hay un punto de revisión de la Marina, donde un vehículo con equipo de alta tecnología escanea los autos. Además, se realiza una exhaustiva revisión manual de las pertenencias personales.

Luego, sobreviene el interrogatorio: “¿De dónde viene?, ¿a qué se dedica?, ¿a dónde va?, ¿a quién va a visitar?”

Al contar que el propósito es visitar La Tuna, los elementos de la Marina recomiendan regresar a Badiraguato y buscar alojamiento. Sugieren también viajar hacia esa zona sólo de día.

En la recepción del Hotel Real del Campo la plática de los huéspedes gira en torno del narco capturado. “Necesitamos al narco para poder salir adelante, porque en este pueblo lo único que circula es el dinero de la droga”, dice una joven mujer que carga un niño en los brazos.

Aunque la mayoría es indiferente y señala que la vida sigue adelante, algunas personas expresan consternación, como una mujer de alrededor de 50 años que lamenta que el narco haya bajado de la sierra. “Estaba muy bien en La Tuna, allá no entran las Fuerzas Armadas”. Otra mujer coincide con la versión y dice que desde que el capo se fugó del penal de El Altiplano, hace seis meses, se fue a su rancho. “Ahí estuvo mientras los marinos andaban rafagueando casas en Durango y Sinaloa”.

Badiraguato es un municipio de casi 25 mil habitantes. Las diferencias también se ven en el panteón municipal, donde hay lápidas a ras de suelo y otras que tienen hasta mausoleo. El gran común es que no tienen inscritos los nombres, sólo los familiares saben quién descansa bajo tierra. Parece que los cuidan hasta después de muertos.

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