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alberto.morales@eluniversal.com.mx
Chilpancingo, Gro.— Aureliano García renguea al caminar. Dice que hay mucho dolor en su pie derecho. Por su mala postura ha comenzado a tener problemas con su columna vertebral y ahora, por si fuera poco, tiene que lidiar con los trámites burocráticos para recibir una ayuda económica.
García es una de las víctimas del ataque de Guerreros Unidos la noche del 26 de septiembre de 2014, cuando circulaba a bordo de su taxi por la carretera Iguala-Chilpancingo, y detuvo su Tsuru detrás del autobús de Los Avispones.
“Cuando iba circulando me dispararon, yo me quedé agachado en el carro, el pasaje alcanzó a correr hacia el cerro, en un momento de desesperación logré arrastrarme y salir brincando con un pie y me caí en una zanja hasta que pasó todo”, recuerda el hombre de 36 años, con la voz apagada y la mirada perdida.
Una bala le entró en el pie derecho y una esquirla de apenas cinco milímetros le hizo un hoyo que le destrozó la tibia y el peroné.
Aureliano batalla todos los días, no sólo por el dolor de su pie, sino por sobrevivir, pues asegura que la ayuda económica que le prometieron los gobiernos estatal y federal llega a cuentagotas.
Ahora, para poder caminar tiene que usar un bastón. “Me siento mal porque no puedo trabajar, tengo que estar en cama, después de un año apenas me empiezo a mover, y el doctor me dice que ya no voy a poder bailar, correr, ni muchas cosas que me gustaba hacer”, dice.
En su habitación, en una casa que renta con sus padres, Aureliano comenta que emocionalmente él se siente triste y desanimado.
“A veces me entra la depresión por la falta de dinero y las cosas materiales que necesitan mis hijas para la escuela. Esto cambió mi vida totalmente, de ser una persona que era muy activa, alegre, me gustaba divertirme con los amigos, ir a nadar, bailar, pero ahora ya no puedo hacer nada”, señala con dolor.
Para García, padre de tres mujeres, dos de ellas menores de edad, el ataque con armas de alto poder a su unidad le ha traído diversas secuelas; una de ellas, son los sueños repetitivos de los disparos de aquella noche en la carretera.
“A veces sueño con el ataque, como recibí los impactos, los disparos, los gritos de las personas y los integrantes del equipo de futbol que pedían auxilio, gritaban. Casi me destrozaron la pierna, a veces recuerdo cómo me sangraba, cómo estuve escondido, recuerdo cuando llegué al hospital, no me desmayé, pero no tuve noción de nada durante dos días. He tenido ayuda sicológica, pero no lo he podido superar”.
Aureliano señala que, a pesar de todo, se siente muy afortunado por haber salido con bien de aquella noche, “porque lo que yo viví no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Esa noche viví un infierno”.