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El máximo líder de Los Zetas, Miguel Ángel Treviño Morales, conocido como El Z-40; el creador del Cártel Beltrán Leyva, Héctor Beltrán, alias El H o El General; y hasta el cabecilla de Los Caballeros Templarios, Servando Gómez Martínez, llamado también La Tuta, son los internos de más peligro y riesgo que se encuentran en el penal de máxima seguridad de El Altiplano.
Autoridades del gobierno federal indicaron que tras la evasión de Joaquín El Chapo Guzmán, que se consumó la noche del 11 de julio, se han reforzado las medidas de seguridad de este Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso), pero no se ha hecho público en qué consisten las acciones tomadas, ni los protocolos que se están aplicando en el caso de los reos clasificados como de alta peligrosidad o riesgo.
Las fuentes consultadas señalaron que se suspendieron de forma temporal las visitas, se han inspeccionado zonas sensibles del centro penitenciario, y se intensificó el monitoreo en el área de tratamientos especiales del penal, donde se ubican estos reos, y de la que precisamente logró escapar el líder del Cártel de Sinaloa, luego de que sus ingenieros construyeron un túnel que facilitó su escape.
Rechazaron adelantar si estos presos serán reubicados en otra celda o incluso cambiados de penal, como era una de las medidas que se adoptaron, desde 2006, cuando se detectaban posibles riesgos a la seguridad de uno de los penales federales; es una práctica que aunque no está señalada en los reglamentos, se implementó con presos peligrosos, como en su momento lo fueron Osiel Cárdenas Guillén, el otrora líder del Cártel del Golfo, que ahora cumple una condena de 25 años de prisión en una cárcel de Estados Unidos.
Sin embargo, su hermano, Mario Cárdenas Guillén, es actual huésped de El Altiplano. Ocupa la celda número 19 del área de tratamientos especiales. Era el “vecino” de El Chapo, quien ocupaba la número 20.
EL UNIVERSAL logró hablar esta semana con Cárdenas Guillén, quien señaló que no escuchó nada la noche de la fuga de Guzmán Loera, pues tenía puestos los audífonos.
Bajo la alerta que representó para las autoridades la fuga del narcotraficante, considerado ahora uno de los fugitivos más buscados en el mundo, otros cabecillas del narcotráfico y operadores permanecen en esta prisión federal — además de La Tuta, El H, y El Z-40— los jefes de Los Caballeros Templarios, Los Beltrán Leyva y Los Zetas.
En la lista de los reos de El Altiplano, figuran otros ex integrantes del Cártel de los Beltrán Leyva como Gerardo Álvarez Vázquez, El Indio; y Édgar Valdez Villarreal, La Barbie.
Además, se encuentran en ese mismo centro penitenciario el líder del Cártel Independiente de Acapulco (CIDA), Víctor Hugo Aguirre Garzón, El Gordo. También están en celdas de este penal los hermanos José Ángel, Sidronio y Mario Casarrubias Salgado, quienes son ex cabecillas del grupo delictivo Guerreros Unidos, al que la Procuraduría General de la República (PGR) imputa el secuestro y desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero. Ambos grupos son escisiones del Cártel de los Beltrán Leyva.
En lo que se refiere a Los Zetas, en El Altiplano también se encuentran recluidos Óscar Omar Treviño Morales, El Z-42, que es hermano de Miguel Ángel Treviño; Sigifredo Nájera Talamantes, El Canicón, a quien se le acusa del asesinato de siete militares; y Raúl Lucio Hernández Lechuga, El Lucky o Z-16.
Por parte de Los Caballeros Templarios, comparte prisión con su padre, Huber Gómez Patiño, hijo de Servando Gómez LaTuta, además, en esa lugar también está el ex gobernador interino de Michoacán, Jesús Reyna García.
Tras la fuga del líder del Cártel de Sinaloa del Cefereso, otros operadores de ese grupo delictivo continúan bajo proceso en dicho lugar, como Víctor Manuel Félix, al que incluso se considera consuegro de Guzmán Loera, quien enfrenta un proceso de extradición para ser presentado ante la justicia de Estados Unidos.
De acuerdo con fuentes penitenciarias, en el sexenio del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, los reos de alta peligrosidad eran traslados de un penal a otro por lo menos una vez al año, con la finalidad de impedir que tejieran relaciones que les pudieran servir para una fuga. Además, eran cambiados de celda cada tres meses, protocolo que no se siguió con Joaquín El Chapo Guzmán.