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politica@eluniversal.com.mx
Los túneles de Joaquín El Chapo Guzmán Loera y el Cártel de Sinaloa comenzaron en la frontera de México con Estados Unidos para pasar la droga a territorio norteamericano, pero de Baja California y Sonora se extendieron hasta Culiacán, su estado natal, donde se usaban para esconder droga, armas, dinero y para permitir fugas.
Son evidencia de que cuenta con una división de ingeniería, menos conocida e investigada que los grupos armados o de sicarios al servicio de la droga, pero igual de importante para el capo.
Equipados con aire acondicionado, luz eléctrica y hasta rieles como el que encontraron las autoridades en la más reciente fuga de El Señor de los Túneles, los pasadizos subterráneos demuestran que hay todo un equipo de ingeniería detrás.
Son técnicas de ingeniería que no son desconocidas para la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO).
Sin embargo, las indagatorias no llegaron a la pieza clave de los escondites subterráneos y a la máxima obra de los constructores al servicio de El Chapo Guzmán, que permitió su fuga la noche del 11 de julio del penal de máxima seguridad, El Altiplano.
Tan sólo cinco días antes de su captura el 22 de febrero del 2014, Guzmán Loera huyó de un operativo en Culiacán, Sinaloa, a través de un túnel que conectaba el baño con el sistema de drenaje pluvial.
De acuerdo con la Secretaría de Marina-Armada de México (Semar), el escape ocurrió el 17 de febrero de ese mismo año, en la calle Río Humaya 130, colonia Guadalupe, un barrio de clase media que se localiza a dos kilómetros del centro de Culiacán. En esa ocasión, el capo huyó hacia el río Humaya, luego de caminar más de tres kilómetros por los tubos que canalizan el agua de lluvia.
Esa casa estaba equipada con cámaras de videovigilancia y monitoreo en todos sus cuartos, puertas reforzadas con postes y trancas de acero, pero sobre todo con tinas de baño que, mediante un interruptor simulado, se levantaban de manera vertical para conectar el inmueble con pasadizos secretos y túneles que la conectaban con el drenaje pluvial de Culiacán, facilitando la fuga.
Las autoridades encontraron ese mismo mecanismo en siete de las 19 casas y ranchos de seguridad que se le incautaron al líder del Cártel de Sinaloa entre los días 17 y 23 de febrero de 2014. Todas conectaban la tina con el drenaje, contaban con luz eléctrica, escaleras y hasta exclusas de acero que impedían el paso del agua de lluvia a la construcción secreta. Estas fortalezas de la ingeniería brindaban a El Chapo de ocho a 15 minutos para poder escapar.
Las obras de ingeniería al servicio del crimen organizado tienen ejemplos todavía más sofisticados en la frontera de México y Estados Unidos. El 10 de agosto de 2014, la Oficina de Inmigración y Aduanas del gobierno norteamericano (ICE, por sus siglas en inglés) encontró un “narcotúnel” que conectaba Tijuana con San Diego, en la zona conocida como Mesa de Otay.
El subterráneo contaba con electricidad, ventilación y un sistema de rieles que permitía mover vagones con droga de un país a otro. En declaraciones a la agencia de noticias AP, los voceros de la ICE vincularon la construcción transfronteriza con El Chapo Guzmán y el Cártel de Sinaloa.
El 12 julio de 2012, las autoridades norteamericanas reportaron un túnel de más de 200 metros de largo que conectaba San Luis Río Colorado, en Sonora, con Caléxico, Arizona. Con paredes y vigas de madera, también fue atribuido a Joaquín Guzmán.
En esa misma fecha encontraron otro pasadizo subterráneo en el fraccionamiento La Garita localizado en Tijuana, México, cuya conexión con la superficie también era un baño, pero a través de un falso lavabo que podía levantarse para ingresar al túnel.
En total, las autoridades de Estados Unidos han detectado 80 de los llamados “narcotúneles” desde 2006 a la fecha, la mayoría atribuidos a El Chapo.