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juan.arvizu@eluniversal.com.mx
Honesto. Ese es Luis Donaldo Colosio Murrieta, el político con un proyecto para la reforma del poder; una persona del desierto que llega a la campaña por la Presidencia de la República y recorre el país en una camioneta chica, sin más patrimonio que un condominio horizontal en San Ángel, Ciudad de México.
Sincero. Es el orador en el Monumento a la Revolución que dice con emoción lo que por años reflexionó y habló con su equipo de trabajo. Sólo tiene una cara y una palabra. Los que hablan con él saben que cumple sus compromisos.
Interlocutor. Escucha a políticos, intelectuales, artistas, sindicalistas, colonos, obreros, servidores públicos. Tiene oídos para quien tenga algo que aportar. El respeto por los personajes de su época es una constante.
A 23 años de su asesinato, legisladores que encontraron a Luis Donaldo Colosio en su camino recuerdan al político priísta, reconocen sus capacidades, desde su etapa de estudiante, su paso por la Cámara de Diputados, en la 53 Legislatura, la presidencia del PRI, la Secretaría de Desarrollo Social, y lo último, la campaña: el tormento.
Ricardo Canavati Tafich, diputado federal junto con Colosio, compañero de trayectoria y amigo, hoy de nueva cuenta legislador en San Lázaro, destaca la honestidad del político como rasgo dominante en su personalidad.
El ex gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez recuerda al líder de partido y al secretario de Desarrollo Social, con quien compartió objetivos claros de militante y servidor público, en un entorno de sencillez, incluso insólito.
Alejandro Encinas, senador de izquierda, encontró a Colosio en San Lázaro en 1986, ambos diputados, jóvenes, cimiente de un cambio generacional, en bandos contrarios. La apertura del priísta al debate político e ideológico lo hizo interlocutor en un momento de ruptura del mismo PRI.
El regiomontano Canavati, una de las personas más cercanas al hombre de Magdalena de Kino, Sonora, describe: “Como ser humano y político, Colosio es congruente, conciliador, honesto e incluyente”.
También es un político “con suficiente fuerza, capacidad y visión para transformar la realidad de los mexicanos; era sumamente sensible”.
En el caso de Manuel Camacho, quien no aceptó la candidatura de Colosio, se expresa el político conciliador, y ambos acercan posiciones hasta que días antes del asesinato logra un acuerdo de sumar fuerzas, en una reunión en la que el anfitrión es Luis Martínez Fernández del Campo.
Canavati, quien acompañó al candidato, dice: “Colosio se portó muy a su estilo, franco, sincero, respetuoso. Creí que iba en plan de sacar la neutralidad [de Camacho], y juntos lograron una buena comunicación”.
Cuando el PRI pierde Baja California, primera derrota de una gubernatura, Colosio envía de delegado especial a Canavati a instrumentar la tranquilidad de los priístas, “entender lo que había sucedido, en paz”.
Por lo demás, “contestaba con franqueza, de frente. Con él sabías a qué atenerte, y eso es algo que no se da muy frecuentemente en el sistema político; no era de dos caras”. Se le notaba en los músculos del rostro, describe.
La candidatura “no fue fácil desde el principio, y tras el discurso del 6 de marzo, hubo reacciones casi inmediatas, de gente a las que no les causó la mejor impresión”.
En lo personal “tuvo momentos sumamente tristes; pensaba que se iba a ir mucho antes Diana Laura, delicada de salud, y eso lo apagaba; veía a los niños [Luis Donaldo niño y Mariana bebé], y tenías que verle la mirada, se le cargaban los ojos. Esa es la razón del Colosio sombrío en campaña”.
A Colosio lo llevó al gobierno, al equipo de Carlos Salinas de Gortari, Rogelio Montemayor, coahuilense que lo conoció en el Tecnológico de Monterrey, donde el sonorense era becado. Patricio Martínez estudiaba Contaduría y Colosio era el prefecto del dormitorio conocido como La Ratonera, el de los estudiantes “más chavitos y desordenados”.
Patricio Martínez: “Era un estudiante muy apreciado; era el que ponía orden en los alumnos de La Ratonera, al pendiente de llegadas y salidas, de que los alumnos llegaran a tiempo los fines de semana”.
En 1973 o 1974, en la Ciudad de México, Martínez se encuentra a Colosio, quien le habla con optimismo sobre sus estudios econométricos con Carlos Salinas. Montemayor es el que “jala” a Colosio al equipo salinista.
Con la ruptura del PRI en 1988, viene un distanciamiento muy profundo, y el contacto se reanuda cuando llega a la Sedesol y Encinas, otra vez diputado, preside la Comisión de Asentamientos Humanos, y allí el sonorense fue interlocutor con el Congreso, lo cual abonó en favor de su candidatura. Forjaba relación con claridad y respeto a las diferencias. “Su aprendizaje en la pluralidad fue intenso”, dice Encinas.
Son facetas de un político.