justiciaysociedad@eluniversal.com.mx

En México hay riesgo de que se incremente la pobreza ante factores como el alza a los precios de los combustibles, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y la depreciación del peso frente al dólar, afirmó Gonzalo Hernández Licona, secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

En entrevista con EL UNIVERSAL, advierte que es “anticipado” indicar en estos momentos si el riesgo de que crezca la pobreza se va a materializar, y más calcular la magnitud del impacto que podrían tener todos estos factores. Por ello pide que “no nos sobrepase el miedo”, puesto que se debe observar el comportamiento que tendrá la inflación durante el año y esperar a la reacción cuando Trump tome posesión.

Prevé que será en abril y mayo cuando los indicadores del ingreso laboral y la evolución del costo de la canasta alimentaria se analicen y se pueda ver si hay una tendencia sobre la pobreza.

Hernández afirma que el incremento o disminución de la pobreza a largo plazo dependerá de que se concrete la reforma energética y se ofrezcan precios más bajos de los combustibles. En ese sentido, dice, la tarea de los ciudadanos es exigir que los costos bajen.

Considera que la reforma energética llegó tarde, porque durante décadas no se permitió la participación de la iniciativa privada en el sector y Pemex “ha sido profundamente ineficiente”.

Rechaza que nos encontremos ante un escenario de crisis como en 1994 o 2008, dado que en el primer caso se trató de un problema de equilibrios macroeconómicos y en el segundo se presentó la “quiebra del sector financiero”, mientras que en la actual coyuntura no están esos elementos.

Estima que el tipo de cambio se estabilice una vez que Donald Trump, una persona “con información limitada y muchas emociones”, tome posesión de la presidencia de Estados Unidos y “vamos a tener consciencia de hasta dónde puede llegar”.

Con variables como la depreciación del peso frente al dólar, la caída de los precios del petróleo y la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, ¿podemos advertir riesgo de que incremente la pobreza en el país?

—Es un riesgo que no podemos decir que se va a materializar, del que no sabemos la magnitud. En el ITAM hubo un seminario de perspectivas económicas para 2017, expertos decían que hay riesgos en el ambiente, están el riesgo de Trump y el del tipo de cambio, pero en palabras de ellos, “que no nos sobrepase el miedo”.

Puede haber cosas que, uno, sean temporales, o dos, ni siquiera se materialicen. En el caso del tipo de cambio estoy casi seguro de que en cuanto llegue Trump a la presidencia habrá cierta estabilización. Ahí vamos a ver, ahora sí, lo que puede hacer y lo que no; eso va a afectar el tipo de cambio, para arriba o para abajo.

Con las gasolinas, vale la pena ver qué va a pasar con los cambios de estos combustibles en febrero y los subsecuentes a lo largo del año que pueden llevar al precio para arriba o abajo.

Lo que debemos exigir como ciudadanos es que, al final de cuentas, esta reforma energética nos dé el día de mañana precios de la gasolina flexibles, que bajen, así como pueden subir, como pasa en Estados Unidos. Lo que tiene que exigir la población es que en el mediano plazo, todos estos cambios se traduzcan en un beneficio para el consumidor para la competencia. Si no se traducen en beneficio para el consumidor, entonces tenemos un problema de largo plazo con las reformas. Por eso, yo creo, el efecto hoy por hoy de nuestro tanque es importante.

Cómo le pega la inflación es más difícil saberlo, cómo le pega a la pobreza es más difícil saberlo y, sobre todo, cómo le pega a la pobreza a largo plazo sí va a depender de que, efectivamente, esta reforma energética nos dé beneficios a los consumidores como es y como era el objetivo de cualquiera de las que se han hecho en México.

¿Cómo va a afectar al bolsillo de las familias el incremento en el precio de la gasolina?

—Desde el Coneval podemos ver datos hacia atrás; platicar el futuro es algo más complicado, puesto que no sabemos cómo estos cambios se van a traducir en los movimientos de precios de meses siguientes.

El efecto potencial, sobre todo de lo que suceda con la gasolina, y lo digo porque en las canastas que utilizamos en el Coneval existen una alimentaria y otra no alimentaria, evidentemente los cambios en precios, sean para arriba o para abajo, alteran esa línea y, por lo tanto, pueden modificar la alineación de la pobreza.

No podemos decir qué va a pasar con esa línea, porque no está la gasolina dentro; lo que sí está dentro de la canasta, que le hemos llamado línea de bienestar, es el transporte público. Representa 8% del valor de esa línea que también es la canasta alimentaria más la no alimentaria.

Entonces, es muy difícil saber cómo le va a pegar el aumento a la gasolina al transporte y de ahí a la línea de bienestar, tenemos solamente datos de 2016 antes de cualquier efecto posible en el tema de la gasolina.

¿Cuándo se podrá establecer una tendencia al analizar los índices de las quincenas?

—A finales de enero sale la primera quincena y la segunda mitad de febrero, viene enero completo. Esa primera lectura, me imagino, va a ser mayor que en los años anteriores. En inflación febrero implicará otros cambios en precios, según nos dice Hacienda. Abril puede ser un mes para saber si es una tendencia de corto plazo, abril-mayo, o si va a ser una cosa más permanente.

¿En esos meses podemos tener una brújula o un indicador de adónde va la pobreza?

—Sí, claro. Con esos indicadores trimestrales nos da cierta confianza para decir: “La pobreza podría tener esta tendencia, como lo vimos ahorita”. Pero ahora es anticipado, sería una imprudencia decir qué va a pasar.

¿Podríamos decir que el incremento o disminución de la pobreza depende de que esta reforma energética se concrete en los términos que se planteó?

—En el largo plazo, sí. Tenemos que estar preparados como consumidores para cuando el día de mañana, por efecto del mercado, bajen las gasolinas y exigir que bajen el precio. Es la parte más importante de esa democracia y de estas reformas. El Coneval cada mes publica el valor de la línea, tanto de la canasta alimentaria como la no alimentaria, que es base fundamental de la medición de la pobreza, para ir diciéndole al gobierno “ojo con esto”.

Cada trimestre el Inegi hace la encuesta de ingresos laborales, pero esto se alimenta cada mes con el cambio de precios que registra ese instituto. Entonces, si lo que viéramos en las siguientes quincenas es un incremento en la inflación importante en enero y febrero, ojo, porque seguramente podríamos estar en riesgo de aumentar la pobreza, si se materializa.

¿Cuál sería la población más vulnerable de caer en pobreza?

—Creo que un poco de todo, la población en su conjunto. Las personas le ponemos gasolina a nuestros coches, lo sentimos en el bolsillo. Esto le pasa a quienes tienen automóvil y le ponen gasolina: transportistas o dueños. Nos afecta a todos.

Pero dado que la canasta de Coneval no tiene directamente gasolina, sino transporte público y otras cosas en los alimentos que pueden, indirectamente, ser afectadas por la gasolina, puede haber un deterioro y es muy difícil saber el monto. Los incrementos a las gasolinas afectan a todos porque todos, de alguna manera, tenemos que ver con ese tema. Por ejemplo, si alguien tiene que llevar tortillas a un pueblo, las va a llevar seguramente en un auto que usa gasolina. Entonces, es posible que esas tortillas suban de precio.

¿Podemos advertir una crisis como la de 1994 o la de 2008?

—No creo, la de 1994 fue un problema importantísimo de equilibrios macroeconómicos que ahora no tenemos. Y la de 2008-2009 fue una quiebra, prácticamente, del sector financiero, empezando con Estados Unidos. Esta crisis no tiene una ni otra, tiene elementos de riesgo, pero Trump puede poner impuestos es muy difícil saber a las compañías que se vienen a México. Ciertamente es un impuesto mayor que cero, pero tampoco es tan grande.

México sigue teniendo el privilegio de estar junto al mercado más grande del mundo. Vamos a seguir teniendo la ventaja de estar juntos y, por lo tanto, vamos a seguir siendo atractivos, a pesar de algunos impuestos que Trump quiera poner a las empresas que vengan a México. Es posible que una, dos, tres o cuatro no vengan, pero otras sí, porque seguimos siendo atractivos.

Eso hace pronosticar que una crisis como la de 1994 o la de 2009 sea más o menos remota. Cuando llegue Trump y en unos días acabe de decir sus cosas se va a estabilizar. Vamos a ver lo que puede hacer y lo que no. Vamos a tener consciencia de hasta dónde puede llegar.

Hay que ser muy fríos para decir que una cosa es que me caiga mal y otra que pueda hacer realmente lo que él quiera y que el Congreso estadounidense lo pueda permitir. Eso va permitir, yo creo, estabilizar el tipo de cambio y tener menos influencias en los precios de lo que venga. Pero yo no veo en 2017 una crisis como la de 1994 ni como la de 2008. Toco madera, pero no creo.

¿Qué características tiene la situación actual?

—Varias cosas novedosas, respecto a las últimas décadas. Una, un presidente [Donald Trump] que tiene un lenguaje, al menos, contra el libre comercio. En las últimas décadas han habido presidentes de Estados Unidos y el ambiente del mundo tratando de aprovechar las ventajas del comercio libre. Hoy eso cambió, al menos de un personaje importante: el presidente electo de Estados Unidos.

No quiere saber mucho de comercio porque Donald Trump es una persona con información limitada y con muchas emociones. Ese lenguaje para México es novedoso, hay que saber cómo interpretarlo. Por eso te decía: no va a ser una relación tan tersa como con los presidentes previos; hay que aprender a lidiar con Donald Trump. No lo sabíamos y eso nos tiene nerviosos y también al tipo de cambio.

Por otra parte, México está entrando a un proceso de reforma energética que debe de implicar movimientos flexibles en las gasolinas, para abajo y para arriba. México nunca ha experimentado eso, como el resto del mundo, al menos Estados Unidos y Europa, que sube y baja la gasolina; la gente se ajusta.

Empezamos el ensayo de precios flexibles con incrementos. Hubiera estado a todo dar empezarlo para abajo, como en 2015. Si esto hubiera empezado en 2015, si esta reforma energética hubiera estado aquí hace 10 años nos hubiéramos beneficiado de todo el proceso que se registró debido a que bajó el petróleo, que estaba 100 dólares y estuvo a 30, con gasolinas más baratas, como le pasó a Estados Unidos.

Desafortunadamente la reforma en la materia llegó hasta ahorita y los mexicanos no aprovechamos esa coyuntura de los años previos, de bajas gasolinas. Espero que en el futuro haya procesos de baja del petróleo, así como baja de las gasolinas.

¿Llegó en mal momento la liberalización de las gasolinas?

—Llegó tarde la reforma, nos tardamos 10 años en tenerla; 20 años, de acuerdo con expertos. Todo eso por un pensamiento revolucionario del pasado sobre que ninguna empresa privada puede entrar en los dominios energéticos. Pero eso no lo pusimos nosotros.

Nos abrazamos del presidente Lázaro Cárdenas y creímos que esa era nuestra opción. No es la mejor opción. Pemex ha sido profundamente ineficiente. Si mantienes un monopolio como el de Pemex, es inevitable que puedas crear ineficiencias y corrupción. Los líderes de Pemex tienen un recurso y un ingreso. ¿A partir de qué? De un conjunto de prebendas y posiblemente de corrupción, por tener un monopolio público. Entonces, en México nos tardamos en la reforma energética, yo diría 20 años, 10 por lo menos.

¿Se consideraron los costos sociales que traería la liberalización de los precios de la gasolina?

—No sé hasta qué punto los decisores tomaron en cuenta el proceso social. Me da la impresión de que no lo tomaron totalmente en cuenta, porque es difícil hacer eso. Es difícil saber en qué momento decidir los procesos y en qué momento tener toda la información completa. Es muy difícil actuar en los procesos políticos.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses