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Después de analizar un siglo de política nacional y de presidencialismo, el politólogo y economista Víctor López Villafañe, uno de los autores plagiados por Enrique Peña Nieto en su tesis de licenciatura, sostiene que México necesita “una gran sacudida”, “un Big Bang” en su sistema político, en el que, a su juicio, ya no hay diferencias ideológicas entre los presidentes del PRI o PAN desde los años ochenta, y en el que la izquierda del PRD “está totalmente desdibujada y envenenada” por firmar el Pacto con México.
El ex académico del Tec de Monterrey explica en entrevista que en la transición de la institución presidencial, los mandatarios que ha tenido México desde 1982 hasta el actual, incluyendo a los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, dejaron el discurso nacionalista y revolucionario por el neoliberal.
“El presidencialismo desde el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) se aleja del discurso nacionalista y de la Revolución Mexicana de sus orígenes y corresponde más a la realidad de la economía llamada de apertura a la inversión extranjera, de competencia comercial internacional”, explica el también economista, quien hace 30 años publicó la primera edición de su libro La formación del sistema político mexicano, cuya tercera edición actualizada apareció desde agosto pasado con el subtítulo De la hegemonía posrevolucionaria a la hegemonía neoliberal, la cual se presenta hoy en la editorial Siglo XXI en Copilco.
“Es el mismo discurso de los panistas [Fox y Calderón] y el de Peña Nieto. Por eso digo que es una hegemonía neoliberal desde los 80 hasta la actualidad. Su política ha sido muy consistente en descomponer, desarmar, desarticular, desinflar todo lo que había construido la revolución, como retórica y como ideología de un régimen político. Eso se acabó”, afirma.
Añade que un aspecto interesante de el cambio de hegemonía, de la posrevolucionaria a la neoliberal, es que esta última no vino de fuera del Estado.
“La hegemonía neoliberal se gestó de las estructuras del gobierno, y eso es lo interesante del caso mexicano: aquí tenemos prácticamente una revolución neoliberal, cuyo último episodio es el fin de Petróleos Mexicanos como una de las grandes instituciones de los procesos revolucionarios, de descolonización del país y de independencia económica, es el último episodio de la revolución neoliberal”, sostiene.
Explica que en los años 80 la clase gobernante del país surgió de las estructuras financieras y económicas del gobierno, como la Secretaría de Hacienda o Programación y Presupuesto, y ya no más de las de Gobernación. “[Miguel] De la Madrid es el primer presidente de ese corte. Luego vienen Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Después, con los panistas Fox y Calderón, y ahora con el priísta Peña Nieto ya no hay reversión; lo que viene son continuidades en las políticas neoliberales, que incluye la desincorporación de todas las empresas del Estado”, detalla.
Sobre el PAN, López Villafañe señala que en la actual hegemonía neoliberal este partido cambió sus referentes ideológicos, en varios frentes como la lucha contra la corrupción.
Añade que otra de las características de la nueva hegemonía neoliberal es la alianza que formaron la nueva tecnocracia de los 80 con los políticos más tradicionales y conservadores del viejo PRI, como Carlos Hank González o Fernando Gutiérrez Barrios.
“Podemos encontrar un hilo conductor de 1988 a 2012 con la llegada de Peña Nieto. Esa alianza fue uno de los efectos de la crisis del 88. Una alianza entre Salinas y el grupo Atlacomulco, entre Hank y el salinismo. Se ve el papel destacado que iba a desempeñar la clase política del Estado de México, Atlacomulco, una serie de caciques del viejo PRI que sobreviven hasta hoy”, dice.
¿Y realmente Peña Nieto era el candidato ideal de estos grupos?
—No, como se está viendo. Peña Nieto fue una solución que dieron estos grupos de poder, el grupo de Salinas, de los grandes empresarios. La determinante por la que quisieron que llegara Peña Nieto a la Presidencia, como antes Fox y Calderón, es el temor a que por la vía electoral llegue una coalición antagónica a los intereses del grupo neoliberal, primero encabezada en los 90 por Cuauhtémoc Cárdenas y luego por Andrés Manuel López Obrador.
Pero Cárdenas y López Obrador surgieron del PRI, ¿qué pasa entonces con la izquierda?
—Sí, ambos salen del PRI. Por eso digo que la década de los 80 es muy importante para entender lo que pasa 35 años después, porque en esos años se van a reconfigurar los procesos políticos que estamos viviendo. La izquierda en México está totalmente desdibujada. Los males que la han aquejado son el oportunismo, grupos que no están por una ideología de izquierda sino por sus propios intereses, igual que los priístas y panistas. Hay una crisis de representación en los partidos políticos, y esto es lo que ha provocado que la izquierda mexicana esté fragmentada.
A juicio de López Villafañe, el Pacto por México es un elemento peligroso para el futuro político del país. “Es como acercarnos a formaciones fascistas. Los partidos y las instituciones políticas en una supuesta democracia, que no existe en México. Deberían actuar conforme a las instituciones que existen, para expresar acuerdos o desacuerdos. Pero un pacto así, para echar a andar reformas, me parece muy lamentable”.
Por el contrario, sostiene que Andrés Manuel López Obrador, aunque con rasgos “mesiánicos y de caudillo”, sería alguien que llegaría de fuera del sistema al poder y cambiaría al país.
¿Usted considera a López Obrador un caudillo?
—Sí, creo que sí. Pero si hablamos de caudillos, pues también Salinas es el otro personaje que sigue siendo un caudillo. Yo hice un estudio del sexenio de López Obrador como jefe de Gobierno y no le fue mal, no fue la gran cosa pero tuvo la capacidad de resolver problemas como la inseguridad. En una etapa de cambio en el país, un cambio que nos llevara hacia otras rutas, a lo mejor es lo que necesitaría México: un personaje, si no López Obrador, sí alguien como él, con una aglutinación de fuerzas de la izquierda. Pero con lo que acaba de decir Manlio Fabio Beltrones, a lo mejor estos grupos en el poder ya están pensando en una coalición para el próximo gobierno.
¿A Ricardo Anaya, Margarita Zavala, Miguel Ángel Osorio Chong y Beltrones les ve algún futuro como aspirantes a la Presidencia?
—Ninguno de ellos tiene la capacidad ni la entereza ni la historia ni la experiencia para resolver los problemas del país. Cualquiera de los que has mencionado garantizan que el país va a continuar con numerosos problemas.
¿Y López Obrador no está dentro de esta misma situación?
—A López Obrador lo pondría fuera de este grupo. Él reproduciría un poco lo que hizo en la Ciudad de México. Concitaría enormes reacciones contra él y contra sus políticas. Sería una verdadera revolución por la vía electoral si ganara; sus propuestas vendrían a cambiar las políticas que se han implementado en los últimos 35 años y que no han funcionado. Tendría que cuidar muy bien qué funcionarios elegiría para gobernar en el país. Y eso sería una sacudida fenomenal. El país necesita este tipo de sacudidas. Él posiblemente daría el giro que nos lleve a la construcción de nuevos procesos políticos.
Uno podría pensar que con ese arranque de Peña volvía el viejo presidencialismo, ¿no fue así?
—No. El presidencialismo en México es un presidencialismo acotado, relativo. Peña Nieto ha cometido una gran cantidad de errores, y también eso se paga. Él no estaba preparado para ser presidente. Se nota que no hay presidente, no hay la capacidad ni la inteligencia ni la autonomía ni capacidad de análisis para superar los problemas del país. La debilidad presidencial, pues, es brutal.
¿Y cómo es que un neoliberal como Peña Nieto se plagia a un teórico marxista como usted?
—(Ríe) sólo se plagiaron una parte histórica [muestra la página 61 de la primera edición de su libro], no una donde yo utilizo el método marxista. Sólo cambiaron dos o tres palabras.
Ya, la verdad, ¿qué se siente ser plagiado por un presidente?
—¿La verdad? Mi primera reacción fue de asombro, de sorpresa. No me lo podía explicar. En otros países habría sido un problema de una extrema gravedad para un presidente. Pero en México el vocero salió a decir que eran errores de metodología. El plagio me confirmó lo que yo venía pensando de Peña Nieto, que realmente es una historia profesional y política muy cuestionable. Por eso, en alguna presentación lancé la propuesta de que los aspirantes a la Presidencia, para combatir la corrupción, presenten su registro e historial académico, sus tesis, porque seguramente el caso de Peña Nieto no es el único entre políticos.
¿Por qué no presentó denuncia cuando se enteró de que Peña usó “ideas ajenas no citadas”?
—Lo evalué y concluí que yo no era el agraviado ni los otros autores plagiados, sino la Universidad Panamericana. Esta institución debió hacer algo. Necesitamos un Big Bang, una sacudida en el país, y con eso habría empezado el cambio. Si la Universidad Panamericana hubiese dicho: ‘Le retiramos el título de abogado a Peña Nieto’, eso habría sido el Big Bang que necesita el país. Pero quedan residuos del presidencialismo, de no tocar al presidente. Por otro lado, aunque mi libro se vende muy bien desde su primera edición en 1986 —ya va en la tercera, con cinco reimpresiones—, el caso del plagio de Peña Nieto sí me dio más fama. Ahora todo mundo me pide que le cuente la anécdota. Incluso, el medio académico es muy sanguinario, y hay colegas que se preguntan por qué Peña Nieto se plagió a López Villafañe y no a ellos.