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¿De qué se ríe Claudia Ruiz Massieu? Así llega a la tribuna del salón de sesiones del Senado, donde la recibe el presidente de la Mesa Directiva, Pablo Escudero Morales. Nadie sabe que allí arriba estará la secretaria de Relaciones Exteriores, casi seis horas, y dará respuestas muy detalladas en los temas sin espinas, y aunque rendirá protesta “de decir verdad”, va a torear asuntos de divergencia neta.
Tiene 20 minutos para exponer la situación de la política exterior. De un cuaderno engargolado lee: “Es imprevisible” el resultado del supermartes, en Estados Unidos, y firme, serena, atenta, pasa a la siguiente fase, la de posicionamientos de las bancadas. Manuel Bartlett (PT) abre fuego. Escudero ha dicho que los oradores tienen 10 minutos para hablar y, como siempre, el político veterano ejerce su derecho de tiempo ilimitado en tribuna.
Gerardo Flores (PVEM) diserta extenso, dice que México va por buen camino, como promotor del llamado #DilesQueVoten, ha colocado un cartel alusivo en el atril de oradores, y cuando llega el turno del perredista Zoé Robledo, la secretaria escucha reclamos del senador chiapaneco, los cuales endurecen el rostro y la mirada de la canciller.
Zoé Robledo le dice a Escudero: “Prometo no pasarme de los 21 minutos del compañero senador Bartlett”, y así será con todos, los más de 50 oradores que irán a ese maratón de exposiciones sin límite de tiempo, libertad de la que también disfruta Claudia Ruiz Massieu.
¿Qué dijo el perredista Robledo Aburto que fuera leve en su crítica? Lo suave del mensaje del PRD habría sido cuando el legislador advirtió que la política exterior está en crisis.
Fino, diplomático, parlamentario, Zoé Robledo le obsequia una flor, al reconocer: “[Cuando] usted arribó a Egipto, de madrugada, inmediatamente después de saberse que ciudadanos mexicanos habían muerto en un atentado, puso en alto nuestro servicio exterior”.
Luego, la diplomacia del perredista se ubica entonces bajo cero. “La invitación a Donald Trump nos humilló frente al mundo”; reporta un ramillete de asuntos en que, de manera “sistémica”, a cada opinión incómoda de un organismo internacional, surgió un conflicto desde la Cancillería.
El discurso de Robledo es como un tanque de guerra que pasa sobre la narrativa del gobierno federal en materia de política exterior. En el pleno, las bancadas se ocupan en sus asuntos, en una indiferencia al legislador que no es del grupo propio. La comparecencia es joven, lleva menos de una hora, y conforme avance el tiempo, hambre y sed llevarán a los legisladores a la cafetería anexa; por ahí de las 16:00 horas más de la mitad del pleno está ausente. No hay quórum.
Ruiz Massieu aguanta los minutos de castigo que propina Zoé Robledo, y que hace suyas palabras de ella, de hace 12 años, cuando era diputada y criticaba a Vicente Fox.
Los panistas hicieron lo suyo, sin delicadezas. Mariana Gómez del Campo contrastó: “Trump insultó al pueblo mexicano en junio de 2015, y usted respondió con tibieza ocho meses después”.
Marcela Guerra, del PRI, dice que “sin abandonar los principios, tenemos que favorecer nuestros intereses. Pragmatismo diplomático”. Le indica que cuenta con el respaldo del partido para seguir trabajando.
Las horas de la comparecencia siguen, y de la memoria de corto plazo del Senado desaparece el escándalo del voto de México en la UNESCO a favor de los árabes. No fue tema.
Cuando Escudero Morales declara cumplida la comparecencia de Ruiz Massieu, a las 17:52 horas, ella parece no estar cansada; sin embargo, su sonrisa se diluye, y el priísmo la envuelve en abrazos, besos, parabienes. Emilio Gamboa la acompaña a su camioneta blindada, y ahí termina una comparecencia de una canciller que evita confrontaciones con el Poder Legislativo.