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juan.arvizu@eluniversal.com.mx
Layda Sansores San Román da la espalda al pasillo por donde pasa Raúl Cervantes Andrade para rendir protesta como procurador General de la República. La lopezobradorista agacha la cabeza, la cabellera cubre su rostro, pone sus manos en el respaldo del escaño.
El gesto repelente es anticlimático con todo el procedimiento en el cual, en menos de 24 horas, Raúl Cervantes Andrade, de 53 años, docto en la Constitución, deja su lugar en el salón de sesiones y queda investido aquí mismo como procurador General de la República.
Apenas el martes pasado el senador obtuvo licencia del pleno y al día siguiente baja los escalones del ala izquierda, la de los accesos de quienes se presentan a rendir protesta a los muchos cargos que pasan por el poder de la Cámara Alta.
La gente del PVEM ha abrazado con calor a Cervantes. Un séquito de protocolo parlamentario lo escolta. Llevan el porte de los que se sienten distinguidos de acompañarlo: Angélica de la Peña, Ivonne Álvarez, Miguel Romo, Jesús Casillas, Fernando Yunes, Jorge Luis Preciado, Carlos Alberto Puente Salas.
Ellos ven los abrazos, los besos; escuchan los parabienes que le dicen los senadores de izquierda al nuevo procurador, que lo cortés no les quita lo valientes. Minutos antes, la votación que ratifica su nombramiento arrojó tres nombres en contra, los de Manuel Bartlett Díaz, Carlos Manuel Merino y la propia Sansores. David Monreal, del mismo grupo PT, marcó abstención en el tablero electrónico. Y la asamblea le dio 82 votos.
María del Pilar Ortega Martínez y Angélica de la Peña envuelven en papel de china, en reconocimiento al respeto que le tienen, sus posturas de que harán “permanente vigilancia” y señalarán pendientes. Raúl Cervantes Andrade contesta: “Exijo la vigilancia”.