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José Mujica rechazó reunirse con miembros de la izquierda mexicana. Duro golpe de parte de quien es visto como un padre venerable. El ex presidente de Uruguay observa una izquierda atomizada y con peleas internas que no la van a conducir a ser gobierno, les advierte.
Fue invitado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) a participar en su 72 asamblea anual. La altura de la Ciudad de México lo sofoca un poco. Habla pausado. Sonríe de vez en cuando como si hiciera una travesura.
En entrevista, dice que el PRI dejó el el poder 12 años, pero su cultura quedó arraigada, pues los que lo relevaron actuaron semejante al tricolor.
¿Cómo está América Latina?
—Hay una especie de sordo cuestionamiento a la democracia. Emerge un nacionalismo ultra: Francia, para los franceses, y acá el discurso de Donald Trump, que no me sorprende, sino la gente que lo sigue.
¿Qué piensa de Trump?
—Expresa la patología de las clases medias estadounidenses que sienten mucha incertidumbre, se sienten estancadas y tienen dudas. Cuestionan los tratados, la inmigración, que si la culpa la tienen los chinos, los mexicanos, todos tienen la culpa…
¿Menos ellos?
—Menos ellos. Esa explicación simplista se vivió en 1930.
Pero EU tenía a Roosevelt.
—Y a Hitler lo tuvo el mundo, ojo. Y ustedes tuvieron a Lázaro Cárdenas, quien recibió a migrantes.
¿Cómo tratamos a los migrantes?
—México es de los [países] por los que siento mayor simpatía porque siempre fue refugio, mientras no se metieran en política. Ojo, bien claro.
¿Hemos cambiado los mexicanos? ¿Ya no somos ese México?
—México hoy es más tibio, pero si uno le rasca, está presente.
En el año 2000 perdió el PRI y llegó el PAN. En 2012 regresó el PRI. Mario Vargas Llosa dijo que México es la dictadura perfecta. ¿Lo somos?
—El PRI a la distancia parecía como una máquina ineludible en la dirección de México. Yo no sé si perdió el PRI. Se habrá perdido de sentarse en el gobierno, pero su cultura quedó en el contexto de la sociedad y al final los que no eran del PRI más o menos se conducían como ellos jajajaja.
El pequeño priísta que todos llevamos dentro…
—Sí. Es muy fuerte la cultura priísta en México, más allá del partido.
El presidente Enrique Peña Nieto dijo que la corrupción es cultural y luego añadió que quien esté libre, que lance la primera piedra. ¿Es cultural la corrupción?
—La corrupción existe en el mundo entero y sobre todo en esta época. Pero actualmente el problema, la enfermedad de los partidos políticos es que no han sabido separar los valores esenciales en la política del resto de la economía. Si amo demasiado al dinero y considero que triunfar en la vida es acumular dinero y entro con esa mentalidad a la política, adiós, adiós.
La política no es una profesión, es una pasión creadora en la que uno se siente feliz con todo ese esfuerzo por la suerte de los demás, pero no se hace por plata, sino por honor. No odiemos a quienes les gusta el dinero, pero que vayan al comercio, que multipliquen [su dinero] y paguen sus impuestos.
No como el republicano Donald Trump, que no los paga.
—Justamente. Lo peor en la sociedad es que quienes pagan más impuestos son los pobres que pagan el IVA, porque al tener que comprar comida tienen que pagar. Se nos escapan por la tangente los ricos y pagan poco, la tercera o cuarta fortuna en el mundo dijo: “Pago menos en proporción que mi sirvienta”.
Volviendo [al tema], el político tiene que vivir como la mayoría de su pueblo y no como vive la minoría privilegiada económicamente. Si se va a la política como fuente de hacer dinero, estamos fritos. Pero no olvidemos a los empresarios que corrompen; es uno de los riesgos de la democracia. No reniego de los ricos, pero zapatero a tus zapatos.
¿Cuál es el problema actual de la izquierda?
—Que ha tenido que negociar constantemente y negociar y negociar y negociar; muchas veces se pierde la identidad en esa necesidad. La izquierda queda cuestionada y da la sensación de que es lo mismo.
¿Está en crisis la izquierda latinoamericana?
—Hay varias izquierdas y dramas distintos. Venezuela tiene el drama de la tremenda dependencia del petróleo y tienen una crisis de las peores. Desde afuera no la vamos a arreglar. No he querido nunca participar en esa radicalización porque la realidad de Venezuela sería peor, tengo miedo de que los militares asuman el control directo, no quiero ayudar a eso. Algunos creen que es callarse la boca y no. Puede ser que veamos el único caso de un ejército de izquierda, pero es un ejército y los ejércitos están programados y tienen determinadas metodologías que no me gustan, no quiero.
¿Ve otro riesgo semejante en AL?
—No. Bolivia está haciendo una transformación muy seria y Correa [Ecuador] también. Tienen problemas, pero están bien. Brasil es una incertidumbre y nos afecta a todos. Y me duele la distancia que hay entre Brasil y México.
¿Por qué le duele?
—Porque son dos países colosales y de su cercanía depende la personalidad de América Latina.
¿Por qué esa distancia?
—¿Y qué es lo que hacemos los latinoamericanos atomizados? No hablo de perder la independencia nacional, pero necesitamos algo que nos proteja y eso puede surgir de un acercamiento muy grande.
Entre México y Brasil.
—Sí, de ambos y de dejar de desconfiar. Brasil desconfía porque México está metido en el TLC con Estados Unidos y Canadá, pero cuanto más lo dejemos, más metido va a estar México. Qué joder. Todos estamos enemistados con Estados Unidos, semejante potencia.
¿Hillary Clinton representa algo positivo?
—Sí, con el discurso del republicano Donald Trump, Hillary nos parece de izquierda y revolucionaria jejejeje.
¡Pero no es así!
—¡Qué va a ser! Sólo estoy diciendo que “nos parece”. Pero por lo menos nos parece un poco más sensata y que respeta algo de la personalidad de América Latina.
Las mujeres mexicanas van a jugar un rol importante, México además va a ser la nación hispano-parlante más grande de América en 2040, más o menos, y la tasa de los latinos crece.
¿Qué riesgo entraña la elección de Estados Unidos?
—Parece increíble que una nación de ese poder, con su intelectualidad, el peso de las universidades y el mundo científico pueda tener un debate político por la presidencia con este espantoso raquitismo que está presente, que más parece un programa de chismes que la preocupación por la suerte de una nación con influencia mundial.
Queda mal la democracia, con una imagen atolondrada. Nos ha regalado dos espectáculos últimamente: la fundamentación que le cortó la cabeza a la presidenta, no la decisión, sino los fundamentos y estos debates en Estados Unidos. Más valdría que no hicieran debates; no valen porque le quitan estatura a la democracia. Espero que la suerte nos salve y lo que más me impresiona y lo más grave no es Trump, es que haya mucha gente que se coma la pastilla; eso es lo peor y habla del grave desconcierto que hay en una nación importante y no es lejano ese desconcierto a lo que pasa en Francia, en Alemania o en Inglaterra. Hay síntomas de esa enfermedad. Claro, en el caso de Estados Unidos adquiere una evidencia patológica porque el personaje ayuda, pero lo que más me preocupa es lo que anda en el fondo de eso. Hay un dicho en mi país que dice que “muerto el perro se acabó la rabia”; si gana Clinton esa realidad sigue estando; es decir, no hay que dormir tranquilos después de esto. Es muy grave. Viva México, a pesar de todos los pesares.
¿Hace falta que llegue una mujer a la Presidencia de la República en México?
—Sí, le va a hacer falta. Creo que le va a hacer falta.
¿Lo vería pronto en México?
—Seguro.
¿Conoce a Andrés Manuel López Obrador? ¿Lo conoce?
—¿A quién?
Al presidente de Morena, Andrés Manuel López Obrador.
—Sí, pero no en persona.
¿Qué sabe de él?
—Yo no puedo renunciar a dos cosas, que soy de izquierda con una visión. No me gusta el término que viene de la Revolución Francesa, creo que en la historia del hombre es permanente y hay un duelo entre lo conservador y la equidad. Existe desde los griegos.
Veo este duelo permanentemente en la historia humana, con patologías de ambos lados. Los conservadores pueden caer en lo reaccionario y los que llamamos “de izquierda” o “progresistas” pueden caer en el infantilismo, confundir el deseo con realidades. Esos péndulos se están moviendo.
Con esa salvedad, es por eso creo que la izquierda nunca gana totalmente, porque tampoco gana lo conservador. Hay un vaivén en la historia humana. Soy uruguayo y aprendimos una ley: la unidad de la izquierda. Eso para nosotros es un tesoro, llegamos al gobierno porque construimos política de unidad. Pero la unidad es aprender a respetar la diversidad y negociar internamente, unirnos por un programa para una etapa y no pedir estar de acuerdo hasta el juicio final. No. Estemos de acuerdo en cosas que vamos a hacer ahora, en este tiempo. Después en filosofía cada quien.
Eso nos ha permitido que varios que pensamos distinto estemos, pero no por una coyuntura electoral, sino para construir un país y llevamos 45 años. Vengo a México, ando por el mundo y me encuentro con una izquierda peleada entre ellos, que uno no sabe si la pelea interna es más grave o importante que la pelea con la derecha. Entonces, no me puedo ubicar en eso.
¿Así está la izquierda en México?
—Sí, y esa es una manera de no priorizar. Nosotros tenemos un viejo compañero fundador que murió y siempre me recuerdan lo que decía: trabajemos a partir de las cosas en que estamos de acuerdo, pero trabajemos en ello y dejemos aparte los desacuerdos. Y vamos a ver que trabajando en las cosas que estamos de acuerdo vamos generando una visión distinta para los desacuerdos. Ahora en México la izquierda está toda atomizada y a mí me piden hablar con uno y con el otro; yo le quiero dar un abrazo a todos, pero no me puedo arrimar a uno porque va a pensar que me arrimo para favorecer a este o al otro. ¿Se da cuenta?
¿Andrés le ha pedido reunirse?
—Alguna gente me lo ha pedido, pero vine a México con poco tiempo y con todo lo demás tengo miedo de pisar callos; sinceramente, tengo miedo de pisar los callos porque yo no puedo dejar de ser uruguayo.
¿Usted plantearía que la izquierda piense en lo que está de acuerdo y se unifique?
—Que tenga un programa mínimo en que se ponga de acuerdo y trabaje por ese programa, ninguno tiene que perder su identidad. Por lo menos es la fórmula que a nosotros nos funcionó y empezó en los trabajadores, una sola central en la que tienen la más diversa vertiente y después se transformó en una formación política.
Hasta que no logramos eso no nos transformamos en una fuerza desafiante que llegara al gobierno. Eso fue decisivo para llegar al gobierno porque los pueblos no son bobos y los pueblos le apuestan al ganador, pero si te ven nada más como un testimonio permanente, mucha gente no se inclina.
Bueno, esa es mi manera de pensar. Pero es típicamente uruguaya. Nosotros también... en este momento hay un viejo líder que fue un adversario duro toda la vida y también presidente de Uruguay, el doctor Jorge Valle. Hoy se está jugando la vida en un hospital. Le deseo de todo corazón que ojalá pueda salvar el cuero. Nosotros tenemos rivalidades políticas como en todos lados, pero mantenemos el margen de relación y hasta de negociación cuando las papas se queman, siempre. El sistema político uruguayo es bastante maduro en ese punto de vista.