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E n los años plenos, Angélica Miner de la Concha, esposa de Emilio Gamboa Patrón, cultivó el cariño de su familia y sus amigos. Era un corazón vibrante en las horas de reunión y solía pedir: “Suegra, toque una canción”.

Cautivadora de corazones, la Cuy, Angélica Miner de la Concha, era la dama voluntaria perenne del IMSS, tarea que tomó cuando Emilio Gamboa Patrón fue director de esa institución y quedó conmovida por el dolor de los enfermos.

En aquellas reuniones —bohemiadas, para los adeptos—, la madre de Gamboa, doña Angélica Patrón, accedía a los deseos de su nuera, y a guitarra cantaban boleros, entre otras melodías.

Emilio Gamboa la conoció en la Universidad Iberoamericana, ambos estudiantes de Relaciones Industriales. Tres años de novios, con algunas visitas al rancho de Ríoverde, San Luis Potosí, antecedieron a la boda en la parroquia de Chimalistac, San Ángel, el 6 de junio de 1975.

Cuando empezaba el siglo, se fue a vivir a Mérida, Yucatán. Colocó la piedra fundamental de la familia Gamboa Miner en un lugar que la encantó, Telchac Puerto, por el rumbo de Progreso.

Una de sus vecinas, su hija Paulina, es madre de Regina, Roberta y Paulina. Las nietas vieron en la Cuy el amor de la abuela, siempre atenta a sus hijos varones, Emilio y Pablo.

Como esposa de Emilio Gamboa, esta dama de modales finos, de educación superior, con agudo análisis crítico, con dominio fluido del idioma inglés, atraída siempre por la Historia, alternó con las damas del poder desde muy joven.

Su esposo trabajaba como secretario particular de Miguel de la Madrid, en la Secretaría de Programación y Presupuesto, y tenía contacto frecuente con Paloma Cordero, y después, con Cecilia Occelli.

Quienes hablaban con la Cuy podían encontrar una conversación con los filos del análisis fundamentado. En sus charlas reflejaba carácter fuerte, envuelto en un terciopelo de sensatez.

Un día buscó a un colaborador de Gamboa Patrón para que la orientara en el uso de una computadora. Aquella persona recordará toda su vida la manera atenta, educada y suave con la que le solicitaba la orientación del nuevo mundo digital.

La cercanía a Luis Donaldo Colosio le permitió conocer al político sonorense, con quien se identificó, y ya después, en sus charlas decía que “México debió haber crecido mejor”.

En diciembre de 2015, le detectaron cáncer, y su lucha por la vida la libró con la entereza de quien en el dolor puede hacer bromas a los suyos, como núcleo de una familia por 41 años.

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