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salvador.frausto@eluniversal.com.mx
¿Por qué los profesionistas emigran a otros países? ¿Cómo se ha transformado el mercado de trabajo en los últimos años? ¿Cómo capitalizar la proliferación de mexicanos innovadores? ¿Qué hacemos con las nuevas tecnologías y los desarrollos científicos? Otto Granados Roldán, subsecretario de Planeación, Evaluación y Coordinación de la SEP, tiene la encomienda de resolver estas interrogantes para impulsar la implementación de acciones que detonen cambios en los planes y programas del modelo educativo.
El político veterano adelanta que el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, anunciará próximamente lineamientos eje de la reforma educativa. Esas medidas “tienen que ver con cuestiones de innovación, de pensamiento matemático, con lengua y comunicación”. Al final del día, dice el ex vocero presidencial —también ex gobernador de Aguascalientes y ex directivo del Tecnológico de Monterrey—, la innovación no es una disciplina per se, sino un elemento y eje transversal hacia distintas disciplinas.
¿Qué perspectiva está utilizando la SEP para introducir la innovación como tema fundamental? ¿En qué áreas, en qué ramas?
—Justamente como parte central y principal de la reforma educativa. Estamos trabajando en un replanteamiento de lo que llamamos el modelo educativo, que es, por decirlo así, un poco el diseño conceptual de los planes y programas de la malla curricular, y fundamentalmente del tipo de enseñanza que necesitamos y queremos para México, para los niños que están en el sistema mexicano.
En ese sentido, por supuesto, un planteamiento pedagógico de esta naturaleza tiene distintos componentes; uno de ellos es un poco el sentido de su pregunta: ‘¿Cómo preparar a los menores que hoy están en la educación básica en México o que están ingresando a ella, para una sociedad del conocimiento en el siglo XXI, que es significativamente distinto al siglo XX?’ Eso por una parte, y por otra, en el nivel de la enseñanza superior, media superior, y sobre todo superior, estamos trabajando también en este sentido, porque advertimos varios fenómenos que de alguna u otra forma están impulsando, incentivando un cambio de paradigma en el modelo educativo superior que México ha tenido por lo menos desde la segunda mitad del siglo pasado.
¿Por qué razones? Por un lado, y esto es válido para los dos aspectos que he mencionado, porque como usted sabe estamos ingresando todos los países, unos más, unos menos, en una era de la sociedad del conocimiento, en una era en la que la economía estará más basada en el conocimiento. Por otra parte, también el conocimiento prácticamente se duplica cada cinco años o menos, de tal manera que ahora la clave no es tanto la disponibilidad de conocimiento, sino los niveles de selectividad, de asertividad, de precisión con los que usted asuma la construcción de un modelo educativo y, por supuesto, la impartición o la operación de un proceso de enseñanza-aprendizaje.
¿Qué programas concretos se están creando para impulsar esa sociedad del cocimiento en las distintas ramas?
—El secretario Aurelio Nuño anunciará, seguramente en las próximas semanas, este planteamiento. Tiene un apartado muy específico que tiene que ver con cuestiones de innovación y de pensamiento matemático, con lengua y comunicación, porque al final del día la innovación no es una disciplina per se, es un elemento, un eje transversal a distintas disciplinas.
¿Hay planes para hacer centros de estudio especializados en búsqueda y desarrollo de talentos o emprendedores en áreas específicas?
—El desarrollo de la innovación está muy ligado a los programas de posgrado y al desarrollo de investigación. Se puede observar en un indicador que es muy relevante: a finales de los años 80, en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) había poco más de 7 mil personas, ahora hay poco más de 25 mil en los distintos niveles.
La cantidad de expertos creció cuatro veces, ¿qué nos dice eso? Cada vez más las instituciones de educación superior, muy especialmente los programas de posgrado, están probablemente migrando de un modelo de educación superior, llamémosle profesional, a otro que está mucho más acentuado en temas de formación de recursos humanos de muy alta calidad y en generación de investigación y de conocimientos.
¿Ese talento se queda en el país o se confirma que hay un fenómeno de exportación?
—No existe una medición exacta a este respecto. Hay algunas instituciones que lo han hecho, por ejemplo el Centro de Desarrollo Global, una organización especializada en temas educativos, en Washington, que está tratando de estimar cuál es la cifra en este sentido. Hay que decir un tema que es muy relevante: la generación de conocimiento y la innovación están muy vinculadas al desarrollo económico, de tal manera que aquellos países que están entrando de manera más acelerada a la economía del conocimiento se vuelven importadores netos de ese talento.
Al mismo tiempo, hay países que no están entrando a ese nivel de sofisticación; sin embargo, sí están formando talentos en esas áreas. Lógicamente esos investigadores y egresados de áreas muy especializadas van a irse hacia donde haya niveles de crecimiento y sofisticación económica, eso es un fenómeno que, digamos, ocurre prácticamente en todo el mundo, y no solamente en áreas de posgrado o de alta especialidad, sino incluso en términos de la enseñanza media superior.
Urge pensar distinto
“Un conocimiento incipientemente desarrollado es el que tiene que ver con ciudades. La experiencia internacional, llámese Estados Unidos o China, nos muestra que el mundo se ha vuelto crecientemente urbano y es un fenómeno que no tiene reversa, así seguirá siendo.
“En el caso mexicano es muy evidente esa tendencia, por ejemplo, a mediados del siglo pasado, un poco antes, México tenía tres zonas metropolitanas: Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Hoy tenemos 59.
“A mediados del siglo pasado, un poco antes, más o menos 20% de
la población vivía en ciudades; hoy es exactamente al revés: 80% de la ciudadanía prefiere vivir en zonas urbanas”, comenta el subsecretario de la SEP.
¿Qué nuevos conocimientos tendríamos que estar desarrollando para atender esa transformación?
—Lo que tiene que ver con el terreno de la investigación, innovación especializada, con el concepto de una ciudad, lo que quiere decir movilidad, medio ambiente, vivienda, ocio, entretenimiento... ¡Lo que usted quiera, agréguele lo que sea! ¿Para qué? Para poder definir, diseñar, formular y ejecutar el tipo de política pública que sea suficientemente eficiente como para poder lograr un nivel de desarrollo urbano armónico, donde se den las condiciones básicas para una convivencia razonablemente ordenada, con una buena calidad de vida. Todos esos factores son básicamente los que cualquiera de nosotros esperaría de la ciudad donde vive.
Con lo que está ocurriendo en la Ciudad de México: contaminación, movilidad, tráfico, ¿qué ha fallado en el diseño de estas ciudades que parecen más caóticas?
—Vamos a salirnos un poco de la coyuntura para ir más a la estructura. La historia del crecimiento en la ciudades de América Latina es muy parecida a la de México. Ve que la capital llama ahora la atención por los problemas de estos días, pero no son ni menores ni distintos a los que tiene Sao Paulo, por ejemplo, o a los de varias ciudades en Brasil, o a los que tiene Bogotá, en Colombia, incluso a los que se encuentran en Lima, en el caso de Perú. Nuestras ciudades en general, en América Latina y parte del Caribe, han crecido, en mi opinión, de manera desordenada, sin una buena planeación de mediano y largo plazos. Se ha ido haciendo de manera gradual, un poco tomando decisiones muy coyunturales para tratar de resolver problemas que se presentan en el día a día.
¿Qué ciudades muestran niveles de buen funcionamiento?
—El hecho de vivir en ciudades con millones de habitantes, en un espacio relativamente reducido, tampoco es una mala idea. Está probado que son algunas de las zonas que generan más riqueza, conocimiento, intercambio humano, social, cultural, intelectual, técnico, etcétera, y hay muchos ejemplos en ese sentido. Singapur es una ciudad-Estado que debe medir 750 kilómetros cuadrados, debe tener 5 o 6 millones de habitantes y, sin embargo, la generación de valor, el orden con el que se vive y la calidad de vida son óptimos. El otro ejemplo es Nueva York, que en su conjunto genera más valor económico que un país completo como Argentina. ¿Qué nos dice eso? Que este tipo de concentraciones urbanas al final del día no son tan malas: sí pueden tener un valor agregado muy importante y todo depende, volvemos a lo mismo, de que tengamos un buen diseño, formulación y ejecución de la política pública.
¿Cuáles son las acciones prioritarias en ese contexto?
—Crear un área de investigación innovadora, que casi por necesidad debe ser multidisciplinaria, para así empezar a tener más claridad sobre dónde y cómo podemos seguir impulsando la transición económica mexicana, pensar que México se volvió un país con una estructura económica y productiva muy compleja, mucho más sofisticada. Ahora que tenemos ese avance me parece importante definir cómo podemos aprovechar esa palanca de desarrollo para ir ingresando, ahora sí, a una economía más basada en el conocimiento, a esa área que menciono de investigación e innovación multidisciplinaria: ciudades, educación, economía y desarrollo industrial. Lo empezamos a ver en algunas zonas del país.