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El riesgo de que el gobernador camine desnudo, como le ocurre al emperador engañado en el cuento de Andersen, lo padece el gobernante cuando lo rodean cortesanos, se aleja de la gente, omite “cruzar” lo que escucha con otras voces, y es vulnerable quien se deja encantar por el canto de las sirenas, dicen ex gobernadores del PRI, PAN y PRD, que actualmente se desempeñan como senadores de la República.
De casi todo se entera el gobernador, y para ello se sirve de la estructura institucional, cuyo núcleo está formado por las secretarías general de Gobierno y de Seguridad Pública. El contacto directo con los ciudadanos en audiencias públicas, así como en paseos sin séquito y sin previo aviso, completa las oportunidades de “ver la realidad”, comentan.
Tener la disposición de estar oyendo y preguntando, sugiere Ernesto Ruffo Appel, quien fue gobernador de Baja California, primero a la oposición en la hegemonía priísta —1989-1995—; estar en contacto permanente con el pueblo, dice Enrique Burgos, de Querétaro —1991-1997—; no dejarse aislar por los cortesanos, trabajar con colaboradores leales, propone Alejandro Encinas, del Distrito Federal —2005-2006—; un pequeño escritorio y una silla, sin límite de tiempo, en audiencia, dan al gobernador información imposible de obtener, afirma Ismael Hernández, de Durango —2004-2010—.
Asuntos de corrupción y delincuencia, fallas en servicios, incumplimientos de compromisos contraídos con las comunidades, así como las necesidades insatisfechas de pobres y marginados, además de tragedias personales, afloran en la tarea de obtener información útil para la gobernabilidad de un estado.
La muerte de un candidato presidencial
Ernesto Ruffo Appel (PAN), además de encontrar información de corrupción y de la delincuencia infiltrada en la estructura de la policía, tuvo la experiencia de ser el gobernador de Baja California el 23 de marzo de 1994, cuando fue asesinado Luis Donaldo Colosio Murrieta.
“Volaba de la ciudad de México a Mexicali, como a la hora y media del viaje debió ser el atentado. Recibí mensajes en el sistema Skytel, los primeros con cautela, otros del procurador del estado y de mi oficina”. ‘Está mal herido’, decían sus colaboradores. Pide facilidades al capitán del avión. En el aeropuerto de Hermosillo habla por teléfono con el presidente Carlos Salinas. “El atentado era tan grave que me ofrecí de Ministerio Público, buscaba dar confianza al público de que la averiguación iba a estar en buenas manos. ‘No, gobernador, acabo de ejercer la facultad de atracción’, me dijo Salinas. En Tijuana, el procurador General, Diego Valadés, me recriminó que ‘fueron policías del PAN’, y en eso llegó el gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones, de quien se dice, interrogó más tarde a [Mario] Aburto en Playas de Tijuana”, relata.
Pasaron las horas y yo, dice Ruffo, “recibí información del alcalde de Tijuana, de Seguridad Pública municipal, quienes encañonaron a presuntos policías federales que resultaron ser del Estado Mayor Presidencial. De la Policía Estatal tenía cinco infiltrados en Lomas Taurinas, y al día siguiente encontraron una ojiva de la pistola Taurus, la cual se entregó a la investigación federal, igual que una caja con documentos de Mario Aburto. Nunca manipulamos ningún dato o información”. El ex gobernador de Baja California narra que “en esa época tenían fama las antenas parabólicas, que parecían satelitales, y tenías que captar sonidos chiquitos, grandotes, comentarios, lo que sea, y estar cuestionando todo el día contra la información que te entregaban los funcionarios y lo que escuchabas del público, con lo que te formabas un criterio y decidías.
“De la estructura de gobierno, no siempre es exacta la información, porque siempre hay interpretación de los hechos; como director de una empresa pesquera, acostumbré a andar preguntando, y de allí tengo la disposición de estar oyendo y preguntando. Como alcalde y gobernador ponía atención a lo que la gente me decía en la calle y cuando había más personas que coincidían, formaba un grupo de investigación, y ni el procurador sabía nada. Es más que posible, muy probable, que un gobernador se engañe, porque toda estructura tiene pequeños intereses y se hacen feudos, por eso se tiene que contar con gente muy comprometida con el interés público”, afirma Ernesto Ruffo Appel.
Tocar base con el pueblo
Enrique Burgos García (PRI) cuenta que solía pedir a su esposa que lo acompañara a un recorrido de ruta predeterminada por él para constatar el estado de las obras. Iba sin escoltas ni chofer.
“Llegar sin avisar a nadie permitía objetividad. Es mejor que no le platiquen a uno, sino enterarse por sí mismo”, asegura el ex mandatario queretano.
Burgos iba a todas las invitaciones, fuera una empresa grande o una fondita, y cuando ello fue distintivo de su estilo de gobernar, surgió la broma que llegó a sus oídos. “La chanza era que cuando alguien contrataba el servicio para una boda, por ejemplo, en hotel o salón, al cliente se le preguntaba si quería el evento con o sin gobernador. Yo iba a todas, fuera lo que fuera, a la fondita, al mercado. Hay que ir con la gente, al pueblo le gusta la cercanía con el gobernador, la cual no tiene precio, ya que permite tomar el pulso de la calle, y se acercan, sin que haya acompañamiento, y se deciden a contar lo que está pasando”.
El ex gobernador dice que “para ir a la sierra no usaba helicóptero, iba en camioneta, puebleando, y se corría la voz de que ‘viene el gobernador’ y a pie de carretera estaban grupos y había que bajarse para atenderlos. La puebleada enriquece y permite tomar el pulso, escuchar a la gente decir que nunca le llegó el agua o que están muy necesitados de agua o que el camino se quedó a la mitad Ese es el objeto de lograr el contacto con ellos”.
Está de acuerdo con que un gobernador puede perder el piso y creer lo que le digan personas interesadas en obtener beneficios para sí mismas. “Eso le puede pasar a un gobernador. Tanto le dicen que empieza uno a perder el piso, y pasa cuando no toca base con el pueblo, escucharlo evita caer en la posición del cuento del emperador desnudo”.
Comenta lo que llega a suceder: “El entorno tiende a ser engañoso o carente de objetividad y hace que uno mismo empiece a rechazar lo que no quiere uno, lo que siente que no le acomoda a uno y se vuelve receptivo a lo que sí le gusta oír: ‘Oye, te mandaron muchos saludos, te aplauden y en tal lugar te quieren mucho’, entonces uno empieza a creérsela, y ahí está el error”, identifica Burgos.
Ciudad sin espionaje
Para tener bajo control lo que ocurre en el Distrito Federal se necesitan computadoras para la gestión de la atención a los vecinos y de ninguna manera se incurre en espionaje político, asegura el senador Alejandro Encinas Rodríguez (PRD), quien fue jefe de gobierno en sustitución de Andrés Manuel López Obrador.
En el complejo y extenso escenario para gobernar que es el Distrito Federal, “lo más importante es rodearse de un equipo de gobierno capaz, profesional, conocedor del ramo donde va asumir responsabilidades, y ser de absoluta confianza con el jefe, y confianza y lealtad no significa sumisión”.
Expone que “uno en estos cargos, en ocasiones oye el canto de las sirenas y se marea con mucha facilidad. Nos planteamos que la gente de mucha cercanía y muy crítica del jefe de gobierno, nos apoye, porque rodearse de cortesanos, en esa vieja política del sistema priísta de ‘¿Qué horas son?, las que usted diga señor’, debe quedar atrás”.
Establece que “más allá de las amistades o de las relaciones personales, uno debe rodearse de colaboradores competentes, de mucha confianza, pero que siempre informen y le digan la verdad al jefe de gobierno, y que si éste camina desnudo por las calles, le digan abiertamente que lo está haciendo”.
Para evitar engaños, asegura el ex mandatario capitalino, “uno debe aprender a escuchar, a tomar decisiones y en una ciudad como la de México, cualquier decisión que se adopte afecta intereses, por eso hay que tomar la decisión menos mala posible”.
Encinas Rodríguez sostiene que en su gestión ninguna manifestación fue reprimida, y el trabajo se centró en previsiones de tareas a realizar para garantizar los derechos y los servicios, y al efecto se llevaban cada día del año reuniones a las 6:30 horas con el equipo de la Secretaría General de Gobierno, la Secretaría de Seguridad Pública, así como con la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal.
La red especial consistía en 70 coordinaciones territoriales de un representante del jefe de gobierno, a las 8:00 de la mañana, con un representante del jefe delegacional y con otro de los vecinos. “Desde el territorio se obtenía todo un espectro de información que recibía a su vez el gabinete”.
Todas las áreas sensibles para la gobernabilidad reportan, entre otras cosas, los servicios urbanos, la vialidad y recolección de la basura, además del sistema penitenciario. “Así operábamos todos los días, y ello nos permitía estar informados al minuto”, explica el ex jefe de gobierno del Distrito Federal.
Mi escritorio y mi silla
Ismael Hernández Deras (PRI) gobernó Durango en la primera década del siglo, y asegura que “un gobernador se entera de todo, ya que es su responsabilidad estar informado de todo lo que acontece en su entidad, o incluso, a lo mejor de casi todo”.
A la semana, hacía una reunión de evaluación con el gabinete, con ocho o 14 funcionarios, y luego con cada uno de ellos, una vez al mes, además de las reuniones para hablar sobre narcotráfico y crimen organizado, éstas con representantes del Ejército que se convocan en las instalaciones de la zona militar. “En esas reuniones hay una gran cantidad de información del gobierno [la que se comparte]”.
Destaca su método principal para obtener información, por medio de las consultas públicas del gobernador en las visitas a poblaciones, en las que se avisaba con antelación de la llegada del mandatario. Se colocaba en la plaza pública un pequeño escritorio y una silla, y escuchaba durante las horas que fueran necesarias para atender a todo el que quisiera hablar con el gobernador de un asunto comunitario o, en su caso, individual.
Las madres de familia se animaban en esas audiencias a dar información específica sobre problemas, nunca me tocó un padre de familia valiente en la denuncia de casas de distribución de droga. Afirma que contó con información privilegiada de ciertos representantes del gobierno federal, estatal y municipal, sobre casos de corrupción, cuando a cambio de un programa y un apoyo a los beneficiarios se les pidieron recursos. “Todo fue en mi escritorio y mi silla, escuchando”, asegura.