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Cecilia Soto González (PT-1994), Patricia Mercado Castro (Alternativa-2006) y Josefina Vázquez Mota (PAN-2012) tienen algo en común: han sido candidatas a la Presidencia de la República en tres distintas décadas y sus experiencias fueron recopiladas por la periodista y escritora Katia D’Artigues.
Hoy, en la Feria del Libro de Guadalajara, será presentado el libro más reciente de Katia D’Artigues, bajo el título Una lección para todas, de editorial Grijalbo. Soto, Mercado y Vázquez Mota narran sus aciertos, errores y anécdotas inéditas.
La resiliente. La historia de Josefina Vázquez Mota lleva el título La resiliente. Aquí, recuerda que en el segundo debate presidencial vino el “punto de quiebre” en su campaña de 2012, debido a que, en la noche previa a ese importante encuentro, recibió un correo electrónico en el que el primer Presidente de la República de extracción panista, Vicente Fox, le anunciaba que apoyaría al candidato del PRI.
“Sí. Fue el único mail que recibí escrito por él, diciéndome sus razones de por qué iba a apoyar al candidato del PRI. Fue un momento muy duro. Ya era evidente que así iba a ser, pero sólo quien ha vivido una campaña, y particularmente una presidencial, sabe lo que implica un debate. Lamento haber recibido ese correo, fue muy doloroso. Hubiera preferido nunca haberlo recibido. O que lo hubiera mandado un día después, 24 horas después”, describe la panista mexiquense en la página 165 de esta obra.
Vázquez Mota detalla que Fox sabía lo que implicaba haber enviado ese correo antes de un debate, por la concentración, el estado de ánimo y la fortaleza que se requerían; incluso recuerda que en ese momento había encuestas que no eran nada favorables para ella y su equipo.
Destaca que, a pesar de que mucha gente te acompaña, quien se va a parar ahí y tiene que hablar “eres tú”, simplemente “era el último debate de peso. Para mí fue profundamente doloroso”.
La panista describe que también al día siguiente llegó hasta su habitación Alejandra Sota para darle unas “recomendaciones” sobre qué decir y hacer, y un par de esas sugerencias denotaban que “su interés estaba ya en otra campaña, no en la nuestra”.
Acepta que fue una campaña presidencial con muchos frentes abiertos por su cercanía o distancia con el presidente Felipe Calderón, por ser mujer y por la propia desunión del PAN, y no había tiempo para atender todo.
Dijo que se preparó de la mejor manera para ese debate y hubo un equipo con mayor experiencia y audacia que la ayudó: “Yo ya estaba en otro momento; a esas alturas ya sabía quiénes sí estaban conmigo, quiénes no, era una fase para jugársela con todo”.
Al preguntarle qué haría diferente, narra que por más que quiso sumar a su campaña a muchos, simplemente no la acompañaron, no reflexionó sobre los ataques, y recordó que fue a ver a algunas candidatas y su consejo fue: “Si ya le hablaste dos veces y te dijo que no, ya no te desgastes. Ve a buscar los votos de los que sí te los van a dar; ve con la gente que te va a acompañar. Vámonos, a lo que sigue. No te detengas en eso”.
En el texto, Vázquez Mota detalla que hizo un esfuerzo por incluir y sumar, pero después se dio cuenta que en algunos casos valió la pena y en otros significó un enorme desgaste.
La obediente. Patricia Mercado Castro, hoy secretaria de Gobierno del DF, simplemente recuerda que varios de los encuestólogos le dijeron que en 2006 sólo le faltó tiempo.
“Con tres meses más de campaña o seis meses más de partido lo hubiéramos hecho. Pero bueno, el hubiera no existe”, lamenta.
El partido que la impulsó fue Alternativa Socialdemócrata, y dice que para una elección presidencial se necesita disciplina partidaria y no la tenían porque aún eran muy laxos.
Mercado reveló que en 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador todavía era jefe de Gobierno, lo fue a ver, junto con Ricardo Becerra, para pedirle su apoyo porque querían formar otra vez su partido; él dio su anuencia y les dijo que su agenda —como aborto, homosexuales y drogas— era importante, “échenla adelante”, les dijo el tabasqueño.
Al preguntarle si López Obrador realmente los apoyó, respondió: “Yo sí creo que me lo dijo muy honestamente: ‘Qué padre tu agenda, pero es tuya; impúlsenla, no es de mi interés y qué bueno que la hagan ustedes’. Es decir, no me niego, pero no es mía”.
“López Obrador no quería que yo fuera su aliada ni que renunciara, ni que me pusiera enseguida de él. No quería nada. Lo dijo a toro pasado, pero porque a alguien había que echarle la culpa. Entonces encontró muchos culpables. Pero antes no tenía ningún interés”, comenta Mercado.
La rebelde. Cecilia Soto, hoy diputada federal del PRD, es contundente y afirma que sí hubo fraude electoral en 1994, pero está segura de que el entonces candidato del tricolor, Ernesto Zedillo, “no tuvo nada que ver. Él es una persona honesta”.
Recuerda que un grupo de encuestadores estadounidenses la fueron a ver la noche de la elección y todos decían que alcanzaría mínimo 10% de la votación, pero al final sólo obtuvo 2.75%, y los partidos pequeños aparecían debajo de 5% todos juntos”.
Culpa directamente al PRI y a los dos presidentes nacionales que tuvo en 1994: Fernando Ortiz Arana e Ignacio Pichardo Pagaza. “Su maquinaria en algunas regiones”, dice.
Describe que ella fue a votar a Sonora, su tierra natal, y la gente le decía que tenía miedo de ir a votar porque pensaba que habría violencia: “El PRI fomentó la idea de que la iba a haber. Por eso yo no creo en los resultados electorales de 1994. Creí en ese entonces, pero después de la votación de Vicente Fox, en 2000, sí creo que hubo manipulación”.
Refuerza su idea porque no puede creer que en 1994 haya ido a votar 72% del padrón, pues eso sólo se ve en países donde hay voto obligatorio.