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Basta con tres filas de escaños del salón de sesiones del Senado en la casona de Xicoténcatl para acomodar a los integrantes de la Comisión Permanente, que vienen a la última sesión de este órgano del Congreso que el Constituyente diseñó para las urgencias y que se convirtió en un escaparate del debate político en la actualidad.
Han venido aquí diputados y senadores, una vez que el presidente del Senado, Miguel Barbosa Huerta (PRD), ha rescatado espacios de la casona que desde la década de los años 30 fue la sede senatorial.
La semana pasada lució el patio agrandado con muros originales desnudos y hoy de nueva cuenta el salón de sesiones reabre al trabajo de la Comisión Permanente.
Incluso, por la noche volverán los coordinadores a departir en una velada, en ese gran patio del federalismo que da espacio a la estatua de Belisario Domínguez, y que será mostrado con una decoración de luces que realzan la amplitud y altura del lugar.
Cierto que acaba la actividad de la Comisión Permanente, pero también es la última vez en que los diputados se presentan a un recinto del Congreso con fuero. Son de la 62 Legislatura, a la que le queda lo que resta de agosto. Los senadores van a la mitad de su misión.
Es un regalo instalarse en los escaños de Xicoténcatl. Algo tiene ese recinto que, como se ve, hace sentir a sus anchas a los legisladores. Algo tiene esa alfombra verde seco que algunos diputados y senadores caminan como si flotaran. Será que el tapete de henequén, así de rústico, de la nueva sede de Paseo de la Reforma, es menos fino.
Los presidentes de las comisiones de la Permanente presentan sus informes. Va a tribuna Arturo Zamora (PRI), de la Primera Comisión, y da cuenta de que su sección aprobó 189 asuntos; Armando Ríos Piter (PRD), de la Segunda, se complace en decir que abrió las puertas a dos secretarios (Educación y Desarrollo Social), y a un gobernador; Ernesto Cordero (PAN), de la Tercera, presenta sus cuentas y remarca que las comparecencias que lideró tuvieron una dinámica menos inquisitiva, más productiva.
El ánimo suena a camaradería. Algo raro. En el cruce de caminos, las senadoras, diputadas, diputados y senadores, intercambian comentarios, abrazos; están en el cierre de un ciclo, de una Legislatura que amerita una tanda de discursos, la especialidad del parlamento.
Esta vez, las fuerzas políticas envían a tribuna a diputados que se despiden después de tres años de debates y reformas que son producto de un trabajo colectivo que será histórico, dicen. “Sintámonos orgullosos”, dirá al final Miguel Barbosa.
Se seca ya la tinta con que se ha escrito la historia de esta la 62 Legislatura y empieza a nacer la 63 Legislatura, la nueva.