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Institucionales, como manda su tradición, los priístas suman ánimos, presencias, expresiones de apoyo al presidente Enrique Peña Nieto, quien los visitó en su sede nacional, y a sólo dos minutos de caminar y saludar simpatizantes, se quita la chamarra —roja, por supuesto—, trepa la valla metálica, agita la mano alzada, como en los días felices de campaña presidencial, sólo que esta es una mañana de mitad del sexenio con éxitos y adversidades.
Unas siete mil personas ocupan lugares bajo una carpa monumental, en el estacionamiento del partido, y están presentes con amplia anticipación, resueltas a estar en el sitio que les corresponde, y lo han conseguido con empuje, tipo estación del Metro en hora pico. La prestancia de los priístas a la acción es notable: “Di rana y yo salto”, los pinta, hayan llegado a pie, en taxi o camioneta con chofer y escolta. Se trata de mostrar la “unidad para continuar la transformación de México”.
La cita es de unidad en torno del Presidente, porque “el tiempo es retador”, dirá el líder del partido, César Camacho Quiroz, y Peña Nieto trazará las líneas de una transformación del tricolor, en pos de los jóvenes de México, en contra de populismos y demagogias.
En el escenario hay un podio para que hablen César Camacho (15 minutos) y Enrique Peña Nieto (más del doble). En la primera fila, están acompañados por el senador Emilio Gamboa, el diputado Manlio Fabio Beltrones, y por Ivonne Ortega Pacheco, secretaria general.
La primera fila incluye gobernadores en funciones y electos, a los ex presidentes del PRI —Gustavo Carvajal, Jorge de la Vega, Adolfo Lugo, Humberto Roque, Roberto Madrazo—, así como a integrantes del gabinete. Los más cercanos al lugar de Peña Nieto son Miguel Ángel Osorio Chong, de chamarra negra y semblante apagado, y Luis Videgaray, de rojo, reservado.
“¡Vi-de-ga-ray! ¡Vi-de-ga-ray!”, fue el saludo de un coro antes de la llegada de Peña Nieto. “¡Osorio, amigo, Hidalgo está contigo!”, fue un llamado fugaz. Hubo palmas para ellos y para otros. Esta mañana los priístas apagaron el “aplausómetro”. La reunión fue de respaldo al Presidente.
Y sirve para la grilla de todos con todos: El líder de los petroleros, Carlos Romero Deschamps, viste guayabera roja, y conversó largo rato con los gobernadores de Tlaxcala, Mariano González Zarur, y de Veracruz, Javier Duarte, y tuvo de vecino en la primera fila al diputado veracruzano Alejandro Montano, cerca de la grada de los jóvenes de la Escuela Nacional de Cuadros, grupo en el cual ruidosas priístas llamarán la atención del Presidente, más tarde.
Joaquín Gamboa Pascoe, líder de la CTM, sacó fuerzas de su flaqueza y ahí está; Manuel Cota, por la CNC, reitera su apoyo a Peña; Cristina Díaz, de la CNOP, que consiguió un lugar alterno, pues el suyo lo perdió por haberse parado un momento. Es el ritual.
En su recorrido por un pasillo, Peña Nieto tarda 15 minutos. Selfies, abrazos, palabras cálidas. Para subir a la tarima-escenario se pone la chamarra roja. Abre los brazos, y recoge dos minutos de aplausos y gritos tronantes: “¡Enrique!” ¡Enrique!”, va con él César Camacho, quien cuando el Presidente se quitó la chamarra, hizo lo mismo, y cuando se la puso, secundó. La política es así.
Baja el Presidente del escenario y va a saludar en la segunda fila a David López, su ex colaborador en Comunicación Social por muchos años, un detalle sin repetición esta mañana. Excepción en la política. En la fila VIP, Aurelio Nuño, jefe de la Oficina de la Presidencia, y Eduardo Sánchez, vocero presidencial, comparte del orden en el que es meticuloso César Camacho, quien personalmente hizo 700 llamadas telefónicas para invitar (comprometer, pues) a los liderazgos de la máquina tricolor.
Como es su estilo, Manlio Fabio Beltrones citó a diputados de su bancada a desayunar cerca, a las siete de la mañana, y una hora antes, sonrisa por delante al frente del grupo se abría paso en los puntos de contención de flujo de visitantes.
Camacho inicia con una fórmula muy institucional: “Muy respetado señor Presidente de la República”, y reconoce la lealtad de Beltrones y Gamboa. Gesto de política profesional. Habla de “tiempo retador”.
Peña Nieto pronuncia un discurso, con energía y énfasis. A la media hora tendrá lastimada la garganta. Dice que en su tarea nunca falta la entrega de corazón con su partido.
Truena un aplauso de reconocimiento a sus palabras.
Todos de pie. La grada de la Escuela Nacional de Cuadros, grita:
“Te tenemos un regalo”. Compromete que irá por ese obsequio (una chamarra), y al final de todo cuando pasa por ahí, sube la estructura de tubos, entre empujones de cientos de priístas que pierden la cabeza por tomarse una foto con Enrique Peña Nieto, el Presidente que les ha agradecido su respaldo, a la mitad de un camino con frutos y adversidades.