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En la vida política las mejores lecciones las dan las elecciones. Por ello la mejor forma de conocer a fondo la realidad del país es en una campaña electoral. Durante mis años de periodismo impreso, así como de radio y televisión, los procesos electorales han sido las cátedras más irrefutables de la realidad del país. Cada seis años el reportero tiene la tarea de cubrir los eventos electorales de los candidatos y de recorrer con ellos los diversos rincones del país, tiene también la responsabilidad de ser testigo presencial de cada acontecimiento. Por eso duerme poco, come mal, corre y no descansa hasta conseguir la nota. Está obligado a ver y escuchar todo, resaltar la frase dura y salpicar la nota con las anécdotas y chismes ingeniosos que nunca faltan. Era curioso situarse detrás de los templetes y, aparte de oír los discursos, ver el ritual en el que afloran las ambiciones personales y se lucha codazo a codazo por un espacio en el presídium o un abrazo del candidato.
La tarea periodística ha sido beneficiada por los avances de la comunicación. La demanda de evidencias fehacientes ha obligado al periodismo a prestar atención en el hecho y situar en vivo al reportero y a las personalidades ante los micrófonos de una estación de radio o de un estudio de televisión. Para los teóricos de entonces el medio era el mensaje; para los desarrollos actuales de las redes sociales la imagen y el texto son el mensaje.
Hoy las campañas compiten por los espacios de comunicación y particularmente en redes sociales. La tarea noticiosa se distingue de la propaganda electoral precisamente por el compromiso con la realidad de los hechos. Aunque las leyes electorales han establecido mecanismos de control de los mensajes de los partidos con la intención de ofrecer un proceso electoral equilibrado, queda de manifiesto que se afecta la libertad editorial y de expresión de los medios de comunicación.
Esa realidad tiene los retos de las fuentes noticiosas inciertas, las notas falsas que alimentan las campañas negras o la contra-propaganda. Las ambiciones políticas imponen nuevas reglas no escritas de competencia electoral que pretenden imponer una reinterpretación de la realidad, y someterla al criterio subjetivo de la posverdad.
A lo largo de los próximos meses veremos y analizaremos las ofertas y contrastes de las tres fuerzas políticas contendientes, pero sobre todo veremos la transformación de las ideas en propuestas concretas. Las campañas electorales obligan a una metamorfosis política profunda al adecuar las teorías a las realidades regionales marcadas por necesidades sociales y económicas.
La campaña es una cátedra de invaluable entrenamiento, es una memoria permanente el recorrer palmo a palmo todo el país, desde sus costas hasta sus fronteras; ciudades, rancherías, pueblos y barrios, en donde se palpan cara a cara los contrastes de las carencias, los recursos naturales y el gran potencial económico del país, así como la diversidad de puntos de vista entre los habitantes de diversas regiones.
La fuerza real del país se aquilata en la medida que se conocen sus regiones, en que se caminan sus pueblos y que se conoce a la gente de cada localidad. Las diferencias de forma de vida, tradiciones, ideas y expectativas dejan de manifiesto la importancia de la premisa fundamental de la política que busca conciliar las diferencias e identificar las coincidencias para encauzar el rumbo del país. En la medida que los ciudadanos conozcamos mejor las diversas regiones de México no sólo estaremos construyendo las bases de un tejido social poderoso y firme, sino también tendremos la experiencia propia para distinguir los hechos de los engaños.
Rúbrica. Querido Santa Claus: ahora resulta que las cartitas con peticiones navideñas empiezan con: “Muy estimado señor candidato...”
Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org