El pasado 20 de junio se conmemoró el día mundial del refugiado, que según la Convención de Refugiados de 1951, es una persona que "debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera de su país y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país". Generalmente asilado y refugiado son sinónimos. La principal diferencia es que refugiado es un concepto más adecuado en términos de Derecho internacional humanitario.

Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en 2014, había 19.5 millones de refugiados en el mundo y 1.8 millones de personas buscando asilo en alguna parte de él. Por lo que el 20 de junio más que una fecha de celebración es un momento para reflexionar.

Una de las reflexiones parte de pensar a México como expulsor y receptor de refugiados. Para fines de este artículo me centraré en el México humanitario, es decir, el que brinda protección internacional a los migrantes que les fueron violados o pudieron ser violados sus Derechos humanos fundamentales.

Nuestro país, tiene una reconocida tradición histórica en materia de asilo. Si señalamos las tres etapas histórica más importantes, estas se inician con la recepción de los exiliados españoles en la década de los 30 y 40; la llegada de migrantes provenientes de Chile después del golpe de Estado contra Allende; y finalmente, la ola de desplazados centroamericanos provocada por los conflictos armados en los 80.

¿Actualmente qué sucede en México con el tema de refugiados? Según la OCDE, nuestro país ocupa el segundo lugar de Latinoamérica como destino de los extranjeros que buscan refugio. En primer lugar está Chile. La mayoría de los extranjeros que solicitan refugio en México provienen de Honduras, El Salvador y Guatemala. De acuerdo con cifras de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), en 2014 México recibió 1370 solicitudes para el reconocimiento de la condición de refugiado, de las cuales 1180 provinieron de estos países vecinos.

La causa principal por la que estos extranjeros salen de su país se relaciona con la violencia que las pandillas ejercen en amplias zonas de esos territorios. En tanto ese problema se ha agudizado en Centroamérica, los flujos migratorios han aumentado en nuestro país.

Por otra parte, el INAMI, reveló que en los primeros cinco meses del 2015 la migración de menores en México aumentó 49% respecto al mismo periodo del año anterior. Por su parte, ACNUR señala que 51% de los refugiados en el mundo son menores de 18 años.

En respuesta a los nuevos desafíos de la migración y la protección internacional, el Estado mexicano aprobó en 2011 una Ley de Migración y en 2014, la Ley sobre Refugiados Protección Complementaria y Asilo Político, la cual amplía las causales que la ACNUR considera como motivos para que un extranjero sea reconocido como refugiado. La legislación mexicana incluye el motivo de género.

Sin embargo, institucionalmente aún falta mucho por hacer, es en ese nivel donde los retos para el Estado son mayúsculos. Cabe preguntarse si el INAMI y la COMAR tienen áreas especializadas en el trato con menores no acompañados. Asimismo, si la COMAR, tras sus 35 años de existencia, se ha restructurado para afrontar la realidad cambiante del tema de los refugiados. Dos grandes cuestionamientos para concluir: ¿México ha impulsado alguna estrategia en la región de América del Norte y Centroamérica para atender la causa y los efectos de la migración, en especial la migración de tintes humanitarios? Y finalmente ¿El Estado mexicano cuenta con la voluntad, la visión y el presupuesto para seguir siendo referente regional en el tema de refugiados, o este prestigio fue sólo una etapa dorada de la historia?

Licenciado en Relaciones Internacionales por la UNAM, donde fue Consejero Universitario, y maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Cuenta con estudios en la Universidad de Texas y con el Diplomado Líderes Progresistas por la Fundación Friedrich Ebert. Ha colaborado en distintos medios escritos y radio. Cuenta con experiencia profesional en el sector público y académico.

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