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El día en que el presidente Enrique Peña Nieto visitó la tumba de Napoleón estaba nublado, pero hacía mucho calor. En su andar, por momentos, caminó solo frente a la comunidad mexicana asentada aquí, con sus pensamientos a cuestas, llevando el nombre de México ante Francia.
Desde temprano el sol se ha escondido tras un cielo gris, cerrado por nubes que amenazan con una tormenta. Decenas de jinetes de la Caballería de la Guardia Republicana y motociclistas de la Gendarmería resguardan las calles que van del Sena al Palacio Nacional de los Inválidos.
En el momento en que inició la Visita de Estado del Presidente de México a esta nación europea se sintió una brisa que refrescó el enorme patio central del Palacio. El presidente Peña Nieto descendió de su vehículo y cruzó de un extremo a otro, solo, sin ningún funcionario mexicano a su lado, escoltado por dos guardias.
A un costado de las bandas de música y de guerra del Ejército francés estaba su esposa, Angélica Rivera, el canciller José Antonio Meade y el resto de su comitiva, más allá un contingente militar y un poco más allá el resto de los representantes de la comunidad mexicana que vieron el andar solitario del Presidente de México.
No estuvo en esta ceremonia el presidente de Francia, François Hollande; lo verá hoy en la Plaza de la Concordia para encabezar los festejos por el Día Nacional de Francia, cuando se rememora la toma de la Bastilla y la caída de la monarquía francesa, y encabezar la Parada Militar.
Al llegar al extremo opuesto de ese inmenso patio, se escuchó primero el Himno Nacional Mexicano y luego La Marsellesa. Pasó revista a la Guardia de Honor, acompañado por Christiane Taubira, ministra de Justicia de Francia, y el general Hervé Charpentier, gobernador Militar de París... saludó a la Bandera de la Guardia Republicana Francesa.
Se dirigió a la catedral de San Luis y visitó la Tumba de Napoleón. Salió del Palacio Nacional de los Inválidos y fue escoltado por 150 jinetes de la Caballería de la Guardia Republicana y motociclistas de la Gendarmería de Francia.
Cruzó el Sena y siguió a la residencia del presidente del Senado Francés, Gérard Larcher, con quien sostuvo un encuentro privado. Fue recibido con honores. A un costado de la Guardia Republicana, un contingente del Ejército mexicano.
De ahí se fue a la Residencia Oficial del Presidente de la Asamblea Nacional, Claude Bartolone, con quien se reunió en privado. El mandatario mexicano terminó entonces sus actividades, rodeado por su esposa y por sus más cercanos, con sus pensamientos sobre México y su andar por el suelo francés.