Más Información
¿Maíz transgénero? Rubén Rocha corrige desliz durante discurso en Sinaloa; destaca importancia del maíz blanco
Sheinbaum asegura apoyo total a Sinaloa para enfrentar violencia; "Nunca los vamos a dejar solos, aquí está la presidenta"
Dictan 600 años de prisión a "El Negro" Radilla y "El Cone"; responsables de secuestrar al hijo de Javier Sicilia
Familias de desaparecidos en Mazatlán irrumpen en evento de Sheinbaum; mandataria promete atender peticiones
Sheinbaum responde a Trump sobre declarar a cárteles como organizaciones terroristas; rechaza injerencia extranjera
Abigail Gómez
Mientras amarraba a su compañero de un poste sólo pensaba en lo divertido que todo aquello parecía. Pensaba en lo mucho que eso le iba a gustar a sus amigos y en que lo ayudaría a mantener su popularidad.
A los 10 años, el joven que habla y quien prefiere no dar su nombre, no pensaba en las consecuencias que sus actos tenían sobre sus débiles víctimas, ni en lo mucho que eso marcaría sus vidas para siempre; en realidad, confiesa, “a esa edad no tienes conciencia de tus actos, es hasta después cuando te das cuenta de todo el daño que has causado, aunque ya sea muy tarde para repararlo”.
Sin importar cuánto suplicaran, cuántas lágrimas derramaran, ni lo mucho que dijeran que se querían suicidar, nada parecía detener a Martín (nombre ficticio) en sus momentos de fechorías. A los 10 años era un niño que lo tenía todo. No enfrentaba problemas familiares ni económicos, ni de algún otro tipo, incluso era buen estudiante. Nunca, mientras agredía a un compañero, se detuvo a pensar en el dolor que éste podía estar sintiendo.
Cuando Martín era estudiante no había un nombre para definir el acoso que ejercía sobre otros; ahora sabemos que él cumple con las características de lo que el argot especializado llama Bully, palabra que se traduce al español como “matón”. Se trata del niño o adolescente que elige como objetivo a alguien vulnerable y dedica todas sus fuerzas y energía a hacerle la vida imposible.
Él es el responsable de que los niños no quieran ir al colegio, finjan enfermedades para evitar lo que les espera en la escuela o, en el peor de los escenarios, opten por privarse de la vida.
Pero al igual que un niño que es buleado sufre, puede ser que el Bully también esté sufriendo y no sea capaz de expresarlo.
De acuerdo con cifras de la organización Educadores sin Fronteras, 43% de los niños entrevistados en una encuesta aplicada a 6 mil 180 alumnos, reconocieron agredir a sus compañeros en la escuela. A su vez, 38% de esos menores dijeron vivir una situación de violencia en sus familias o ser golpeados con objetos por sus padres. La estadística es el resultado de un estudio realizado en diversos estados del país.
Para Joaquín Quintana, presidente de la asociación Convivencia sin Violencia, la marcada presencia de este fenómeno en nuestro país tiene que ver con la normalización de la violencia que vivimos.
En México, más de 18 millones de alumnos de nivel básico son víctimas de bullying, es decir, 60% de los niños en primaria y secundaria, según cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). De esta manera, el país se coloca en el primer lugar en casos de bullying con respecto a los demás miembros de la organización.
“La violencia se ha vuelto un estilo de vida, está tan presente en todos los ámbitos que los salones son simplemente un reflejo de nuestro contexto, uno donde la violencia es cosa de todos los días. En México estamos tan acostumbrados a ella que realmente ya no lo vemos como algo malo o nos desensibilizamos ante su presencia”, señala.
Para Joaquín Quintana, quien busca combatir la violencia en todos los ámbitos sociales, el aumento del bullying es consecuencia directa del aumento de la violencia en el país.
“Los niños están expuestos repetidamente a la violencia y este es un fenómeno social que tiene muchas repercusiones. Tristemente la violencia se aprende muy fácil y cuando ves que con ella logras cosas se vuelve una forma de poder”, explica el especialista.
El verdadero Bully
En la actualidad, pareciera que bullying se ha vuelto la palabra de moda. Se le usa indiscriminadamente para calificar cualquier tipo de agresión o expresión violenta que ocurra en una escuela, pero el bullying posee características propias que lo convierten en un tipo muy específico de violencia, una que, según los especialistas, es mucho más trágica que otras formas que ocurren en los colegios.
Juan Pablo Martínez es sicólogo de la Facultad de Sicología de la UNAM y explica que se debe ser muy cuidadoso al momento de definir cuando se trata de un caso de bullying y cuando no lo es.
“El acto generalizado de molestar no debe ser llamado bullying, hay una gran diferencia entre atacar a muchas personas y escoger a alguien vulnerable para ejercer tu poder sobre esa persona; para que sea bullying el acoso debe darse de manera reiterada sobre un objetivo específico, de tal forma que la situación se convierte en una pesadilla para las víctimas. La verdadera tragedia de este fenómeno es que existe una relación sumamente dispar entre los involucrados, es decir, que alguien con exceso de poder aplica toda su saña contra el más desvalido”, explica el académico de la UNAM.
Existen muchos estudios que informan sobre los efectos que sufren los niños que son víctimas de este fenómeno: miedo, ansiedad, dolores de cabeza, insomnio; sin embargo, gran parte de los estudios y programas que pretenden combatirlo ignoran una parte fundamental: al chico acosador.
El perfil del “matón”
El estudio Violencia entre pares en las escuelas de nivel básico en México, realizado por el Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres, describe el perfil de los acosadores como personas que gozan de mayor popularidad, la cual puede ser por admiración, pero también como resultado del miedo, que carecen de sentimiento de culpabilidad, tienen temperamentos agresivos, son impulsivos, pueden ser malos estudiantes y en general proceden de familias con altos niveles de violencia, falta de normas claras y distanciamiento entre los integrantes.
Es así que, mientras los padres piensan que sus hijos están en un ambiente seguro, pueden estar sufriendo de violencia, la cual puede evolucionar, al pasar de la sicológica a la verbal, y de la física a la sexual.
Pero, ¿qué motiva a un menor de edad a agredir así a sus compañeros?
Reyna Monjaraz es parte del equipo de sicólogos de Fundación en Movimiento, asociación especializada en bullying, y opina que es muy importante identificar que la raíz del problema se encuentra en el hogar, pues muchos de los niños que ejercen violencia en las aulas lo hacen como respuesta a una conducta previamente aprendida: “Así como el niño que es buleado sufre, puede ser que el Bully esté sufriendo y no sea capaz de expresarlo. El niño que es agresor no es alguien que un día se levantó y decidió ser malo. Es algo que aprendió desde chico, con conductas que vio en casa, pero también en la televisión o en internet. Esto no significa que el niño o adolescente no tiene responsabilidad en sus actos, pero los padres y los mensajes violentos que consumen influyen mucho en ese aspecto”, dice.
Si bien muchos de los llamados Bully tienen esa actitud violenta como resultado de vivir en un contexto similar, no todos responden a este perfil. También existen bullys que actúan sin motivo aparente, tal como lo explica Adelina Trejo, gerente de Administración de Fundación en Movimiento. “La violencia intrafamiliar no es la única causa de la existencia del bullying. Hemos encontrado que a muchos de los niños les gusta hacerlo simplemente porque es divertido. No es porque tengan problemas en su casa ni porque sus papás los golpean. Hay niños con mucha sobreprotección que están haciendo bullying porque no tienen límites. Forman parte de lo que se conoce como la generación del mundo light”.
Según explica la especialista, la generación del “mundo light” vive una increíble falta de empatía hacia el dolor del otro. Se trata de generaciones que pueden tener una sopa en tres minutos, viven en el mundo de la inmediatez, por lo que tiene poca tolerancia a la frustración y, a pesar de las enormes consecuencias que pueden tener sus actos, son muy poco conscientes del daño que provocan”, explica.
Por su parte, Juan Pablo Martínez, sicólogo que se dedica a dar conferencias y talleres en escuelas, con el objetivo de brindar herramientas a padres y maestros para combatir este problema, explica el fenómeno de la siguiente manera: “En el caso de bullys que no sufren violencia en el hogar, ellos son así porque no conocen sus propias emociones y, por lo tanto, no son capaces de reconocerlas en los demás. Se trata de niños y adolescentes que están detenidos en un estadio del desarrollo muy egocéntrico, ese donde sólo te concentras en ti y no te importa lo que le ocurra al otro. En un inicio es muy probable que estas conductas se manifiesten de forma inconsciente; sin embargo, el verdadero peligro del bullying radica en que el Bully llegue a un punto en el que se haga consciente del daño sin sentir empatía y además disfrute con el dolor que provoca”, explica.
El más popular
Con el tiempo, Martín se encontró con quienes fueron sus víctimas en la escuela, muchos de ellos le confesaron que “les había arruinado la vida”. Martín reconoce ahora que sus actos tuvieron graves consecuencias, aunque en aquel entonces sólo pensaba en que muchos de sus amigos disfrutaban con sus bromas pesadas. “En el momento en que hacía las cosas no sentía ningún tipo de culpa, lo haces porque crees que así mantienes tu popularidad y buscas a alguien débil porque sabes que es quien no se va a defender, quien no te va a voltear las cosas”, cuenta con arrepentimiento.
Al igual que le ocurrió a Martín, muchos actúan así para agradar a los demás. La popularidad también es un rasgo clave para identificar a los niños agresores. Se necesitan tres actores para la existencia del bullying: el acosador, la víctima y los observadores. Aunque se les da poca importancia, estos últimos juegan un papel vital en la existencia del problema.
A pesar de que no son quienes ejercen directamente la violencia, sí son los que la promueven, la incitan y la aprueban, ya sea con su apoyo o con su silencio. Los observadores son quienes dan luz verde a las conductas del acosador, quien se siente incitado a continuar sus agresiones cuando sabe que tiene un público que lo mira. En este punto los especialistas coinciden en que los acosadores buscan, ya sea por medio del carisma o de la intimidación, la aprobación de sus conductas. En el fondo, afirman, son chicos con poca autoestima disfrazados de sujetos poderosos.
¿Cómo tratarlo?
A pesar de que de acuerdo con cifras de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en México el bullying pasó de 40% a 60% en sólo tres años, de 2011 a 2014 los profesores, quienes deben lidiar con el día tras día, continúan poco capacitados para actuar ante estos casos.
Cifras del estudio Acoso escolar en la ciudad de México, elaborado por el Consejo Ciudadano de Participación Social en 2014, revelaron que 88% de los docentes en el Distrito Federal no están capacitados para identificar a un verdadero niño acosador y mucho menos para saber cómo reaccionar ante él.
El estudio también reportó que 68.3% de los maestros minimizan el problema. Es decir, que tanto maestros como directivos justifican las acciones de los agresores calificándolas de “accidentes” o como “cosas de niños”.
Por su parte, para quienes buscan el apoyo de los padres del niño acosador, se enfrentan a negativas sobre la conducta del menor o, simplemente, a un gran desinterés por parte de los tutores.
En general, los programas contra el bullying están enfocados en tratar los efectos sobre las víctimas y descuidan el tratamiento de los buleadores. A pesar de que padres de víctimas de bullying ven a estos niños como un peligro e incluso muchos los acusan de criminales, Reyna Monjaraz, sicóloga especialista en violencia y adolescentes, considera necesario que existan sanciones claras para estos niños, pero está en contra de su criminalización, ya que esto sólo los etiqueta como “violentos” o “malos para la sociedad”, lo que tampoco ayuda a resolver.
“Esas etiquetas no les permiten salir de esa espiral, si no se les trata adecuadamente, estos chicos, que pueden estar actuando sin verdadera maldad, pueden convertirse en un problema social mayor al creer que realmente son malos o delincuentes. La línea que separa al Bully de quien actúa con intención delictiva es muy delgada pero existe, detectar y atender el problema antes de que los jóvenes la crucen es vital para detener la bola de nieve de la violencia”, señala la especialista.