Los derechos civiles protegen a los individuos para que vivan sin encarar discriminación con base en raza, género, edad, orientación sexual o religiosa. Este principio fundamental está bajo asalto en Estados Unidos, y el ataque viene desde la presidencia de Donald Trump . Con los desafortunados antecedentes históricos de discriminación racial que esta nación tiene es entendible por qué las protecciones que garantizan un trato equitativo son tan valoradas.

Así como son apreciados algunos de los mecanismos que preservan estas salvaguardias legales, como medios de comunicación libres, la libertad de expresión y religión y el derecho a la privacidad. Lamentablemente, esta administración no ha hecho otra cosa sino tratar de imponer regulaciones que traten distinto a grupos vulnerables, que arranquen derechos a las minorías necesitadas de oportunidad arrebatándoles las herramientas que les ayudan no sólo a competir sino a sobrevivir.

En 1955 la afroestadounidense Rosa Parks se negó a sentarse al fondo de un autobús sólo por ser negra, como respaldaba la ley entonces en Alabama. El gesto de la mujer inició la flama de la lucha por los derechos civiles de esa comunidad. Fue un alto a la discriminación y segregación institucionalizada. Por eso es vergonzoso que 62 años después, el actual presidente imponga restricciones que afectan a grupos específicos como los musulmanes que tratan de entrar a territorio estadounidense. Los nacionales de seis países (Libia, Sudán, Yemen, Somalia, Siria e Irán) no pueden entrar a EU sin probar que tienen una relación sólida y estable con familiares o alguna entidad que les ofrezca empleo, por ejemplo.

Si bien la restricción para viajeros se ha vendido como una medida por la seguridad nacional, responde a una promesa de campaña. Es más, Rudy Giuliani, ex asesor de Trump, confesó en una entrevista que el presidente le pidió encontrar la forma de implementar una prohibición a viajeros musulmanes de manera legal. Esta medida trata a un universo específico de extranjeros con una vara con la que nadie más es medido. Y si de seguridad nacional se trata, ¿por qué Trump no incluyó a Arabia Saudita en la lista? Quince de los 19 terroristas que perpetraron los ataques del 9-11 provenían de esa nación, dos más de Emiratos Árabes Unidos y uno de Egipto. Ninguna de estas naciones recibieron el trato “Trump” de la prohibición a viajeros.

Otra minoría que ha luchado por décadas por sus derechos está conformada por quienes tienen preferencias sexuales distintas a las de los heterosexuales. El movimiento gay, lésbico transgénero ha buscado un trato igualitario. No fue sino hasta la presidencia de Barack Obama que la Suprema Corte de la nación declaró constitucional el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Uno de los beneficios de esa decisión es que un estadounidense puede patrocinar una visa permanente a su esposo o prometido extranjero ante las autoridades de Inmigración. Hoy no importa si los cónyuges son del mismo sexo, lo relevante es que todas las parejas tienen los mismos derechos —como debe ser—. Lo mismo aplica para prestaciones en matrimonio, tomar decisiones sobre la salud de un cónyuge inhabilitado a decidir por sí mismo, herencias, seguros, etc. A unos meses de esa histórica victoria, que fue festejada proyectando los colores del arcoíris sobre la Casa Blanca, el presidente Trump advirtió que los ciudadanos transgénero no podrán servir en las fuerzas armadas.

Otra vez se va encima de un grupo específico que será tratado con excepción. Trump dice que los efectivos transgénero impiden que las fuerzas militares se concentren en su efectividad para defender a este país. Un verdadero disparate. Luego de dar a conocer sus intenciones, un grupo de 56 generales y almirantes retirados contradijeron las intenciones de Trump y dijeron que la expulsión de los transgénero debilitaría el accionar de las fuerzas armadas.

También, en años recientes quedó de manifiesto el uso excesivo de la fuerza entre muchos policías del país, especialmente en contra de los afroamericanos. Casos de ciudadanos baleados que perdieron la vida a manos de los uniformados sin representar una amenaza a la seguridad pública, se convirtieron en testamento de la necesidad de reformar el accionar de los agentes del orden y sus interacciones con las comunidades que sirven. No obstante, Trump eliminó todo esfuerzo federal que imponga un sistema de rendición de cuentas a los malos elementos.

Hace una semana, el presidente dijo en un discurso ante policías en Long Island que quizá no deberían ser tan buenos con los detenidos sí éstos cometieron delitos serios. En otras palabras, invitó a dar una “calentadita” a delincuentes si “lo merecen” y que el principio jurídico de presunción de inocencia se joda. En el Estados Unidos de hoy todas las minorías somos blanco potencial de políticas que las conviertan en chivos expiatorios. Los refugiados que dejaron sus hogares para salvar la vida son fuente de enfermedades y terrorismo. Los inmigrantes aceptables bajo las reglas migratorias propuestas por Trump son quienes hablan inglés y sean altamente educados. ¿Adónde fue la idea plasmada en un poema grabado en el pedestal de la Estatua de la Libertad: “Dame a tus cansados y pobres, a las masas apiladas que sueñan con respirar en libertad?” La defensa de los derechos civiles y de los principios fundacionales estadounidenses ocurre hoy en las cortes que acotan las medidas ilegales y excesivas del Ejecutivo. Por su lado, el Legislativo debe valorar si la mayoría republicana está dispuesta a atestiguar cómo un individuo que usó a su partido para llegar a la presidencia sigue corrompiendo los principios nacionales. Trump se ha encargado de tensar la relación con los legisladores republicanos; por ello, deberíamos esperar que le nieguen el apoyo político y parlamentario cuando sea pertinente.

Finalmente, los grupos de interés deben informar a la sociedad sobre lo que ocurre durante este gobierno. Y al hacerlo, ofrecer ideas alternativas de cómo gobernar sin abusar de los desvalidos, y generando oportunidades a las clases desplazadas. Si los políticos no actúan, los votantes informados lo harán en la próxima elección. Sí, el presidente podría enfrentar un juicio político y dejar el cargo. Pero los ciudadanos estadounidenses no podemos cruzarnos de brazos y esperar a que un fiscal especial salve a la nación. El mundo necesita a un Estados Unidos racional y justo que respete los derechos de los más vulnerables. Esa es la nación que somos, es la nación que debemos recuperar.

Periodista

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