Tras las pruebas de misiles intercontinentales de Corea del Norte el viernes, Donald Trump señaló a China. El presidente de Estados Unidos aseguró que Beijing podría neutralizar “fácilmente” la amenaza norcoreana. Los expertos en Asia son más escépticos y creen que tanto China como Rusia, el otro país próximo a Norcorea, tienen una influencia limitada.

Trump atacó a China en Twitter por no hacer “nada” para controlar a Pyongyang, y aseguró que no permitiría “que las cosas sigan así”, mencionando repercusiones comerciales. No fue sólo un acceso de rabia del presidente ante el segundo lanzamiento en un mes de misiles con potencia para alcanzar EU. Rex Tillerson, responsable de la diplomacia de EU, compartió la acusación: “Como principales cooperadores económicos del programa de desarrollo de armas nucleares y misiles balísticos, China y Rusia tienen la única y específica responsabilidad de esta creciente amenaza”.

Estos mensajes no agradaron a Beijing ni a Moscú. El viceministro chino de Comercio, Qian Keming, planteó que “el problema nuclear norcoreano y los intercambios comerciales entre China y EU son dos temas que no deben ser tratados conjuntamente”. El ministerio de Relaciones Exteriores ruso también respondió con firmeza: “Valoramos como insostenibles las tentativas de EU y otros países de responsabilizar de lo ocurrido a Rusia y China”.

Los bandos parecen claros. Desde hace una década, Rusia y China proponen negociaciones políticas para neutralizar los programa de armamento norcoreano, mientras que los países occidentales han impulsado en la ONU seis rondas de sanciones a Pyongyang. Las dos estrategias han coincidido en su falta de éxito.

La pregunta es cuánto poder real tienen hoy Rusia y China sobre Corea del Norte. Beijing apoyó a Pyongyang en la guerra contra Corea del Sur y Moscú hizo lo propio durante la Guerra Fría, pero las relaciones se han apagado en los últimos años, tanto en lo comercial como en lo político, y los analistas aseguran que ni siquiera los rusos y chinos saben bien qué ocurre en Norcorea.

El teniente Gonzalo Escudero García, experto en geoestrategia internacional, asegura por correo electrónico que “a China no le interesa una escalada en el conflicto de Corea del Norte. Ha advertido de las consecuencias de una guerra y no se ha pronunciado a favor [de Norcorea]. Su situación es incómoda, ya que Corea del Norte es un viejo aliado y una posible unificación coreana no le beneficiaría. De todas formas la influencia que China ejercía sobre Pyongyang se ha visto reducida desde que Kim Jong-un está en el poder”.

Tan reducida es esa influencia que el régimen norcoreano ha liquidado a varios de sus miembros por considerarlos próximos al gobierno chino y traidores. El dilema de Beijing es complejo: no aprecia los modos de Kim Jong-un ni la inestabilidad que genera, pero no quiere que se desestabilice Pyongyang porque una reunificación favorable a Seúl convertiría Asia en un territorio volcado hacia EU, con Japón y Corea como aliados de Washington. Además, el colapso del régimen significaría una peligrosa oleada de refugiados.

Rusia es, tras China, el segundo socio comercial de Norcorea, pero sus intercambios son mínimos (4 millones de dolares de ventas a Moscú en minerales, pescado y ropa, según el Centro de Comercio Internacional, contra todo el combustible que Rusia le vende a Pyongyang). Eso hace que la influencia rusa sea demasiado débil para imponer un freno político.

Los expertos están de acuerdo en que los ataques verbales de Trump son un excelente combustible para que Kim Jong-un se fortalezca dentro de su país. “Y China y Rusia usan esta situación para resaltar que EU es tan culpable de la crisis de seguridad como lo es Corea del Norte”, opinó en la BBC Rodger Baker, vicepresidente de la firma de inteligencia Stratfor.

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