Anthony Scaramucci solamente duró 10 días como jefe de comunicación de la Casa Blanca, tan poco tiempo que, incluso, nunca llegó a ejercer el cargo que hoy debía asumir oficialmente.
El arrogante ex banquero de Wall Street reconvertido en portavoz de Donald Trump fue fulminado, una muestra de la toxicidad que desprendía una figura demasiado altisonante e irreverente en una administración Trump que está ahora sedienta de disciplina.
Tras el tumultuoso fin de semana, iniciado por la renuncia al puesto de jefe de gabinete de Reince Priebus, el último gran nombre del aparato del Partido Republicano que quedaba en el ala oeste de la Casa Blanca, Trump quiere una nueva era alejada del caos. A cargo del timón puso a John Kelly, un general reputado y disciplinado que hasta ahora se desempeñaba como secretario de Seguridad Nacional, encargado entre otras cosa de las políticas migratorias.
Minutos después de tomar posesión Kelly dio el primer golpe sobre la mesa, marcando terreno y dejando claro que, bajo sus órdenes no tolerará ningún tipo de disidencia. Scaramucci, el hombre que había llegado para ser la nueva imagen del trumpismo, fue fusilado sin compasión.
El ya ex jefe de comunicación comenzó a cavar su tumba mucho antes, con una infesta entrevista en The New Yorker en la que no escatimó en insultos a sus colegas de administración. De Priebus, por ejemplo, dijo que era un “jodido paranoico esquizofrénico”.
A Trump al principio le hizo gracia, amante del ataque directo, de la lealtad y de que alguien le hiciera el trabajo sucio para deshacerse de Priebus.
Sin embargo, a medida que pasaban las horas, las críticas y el escándalo generado ante los insultos de Scaramu-cci se apilaban en el Despacho Oval.
Trump se enfadaba cada vez más, y quedó claro que la necesidad de un cambio radical era cada vez más urgente. Kelly se encargó del resto.
La Casa Blanca no aclaró si fue una dimisión o un despido escondido en una petición de renuncia. “Scaramucci sintió que era mejor dejar al jefe de gabinete John Kelly empezar desde cero y que construya su propio equipo”, se informó en un comunicado.
La portavoz Sarah Huckabee Sanders trató de aporta un poco más de luz sin terminar de aclarar lo sucedido. “El presidente sintió que los comentarios de Anthony [Scaramucci] fueron inapropiados para una persona en su cargo y no quiso cargar al general Kelly con eso en la sucesión”, relató.
Los muchos rumores de cómo fue la secuencia de la salida de Scaramucci no eclipsan la nueva realidad de la Casa Blanca: hay un nuevo sherif en la ciudad, un nuevo guardián del Despacho Oval dispuesto a todo para controlar una Casa Blanca que da la impresión de estar desbocada y sin rumbo.
“El general Kelly tiene toda la autoridad para operar la Casa Blanca y todo el equipo responde a él”, explicó Sanders. Lo que incluye, por ejemplo, a todos los asesores, incluidos Ivanka Trump y Jared Kushner, la hija y el yerno del presidente.
El mandatario espera que la llegada del orden militar que va a imponer Kelly sea la solución al mayor de sus males: el descontrol y caos en el que vive una administración inexperta e incapaz de encontrar el rumbo.
“Auguro que el general Kelly será recordado, en términos del cargo de jefe de gabinete, como uno de los mejores de siempre”, dijo Trump.
Antes del terremoto, Trump aseguraba que “no hay caos en la Casa Blanca”. Horas después, cuando el temblor se apagaba, tuiteaba “Un gran día en la Casa Blanca”. Al acabar la jornada, el puesto de jefe de Comunicación del gobierno volvía a estar disponible.