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Rusia y China concluyeron sus primeras maniobras navales conjuntas en el mar Báltico. Nunca las dos grandes potencias del Este se habían unido para un desafío tan claro a su contraparte occidental, excepcionalmente dividida por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, la crisis de la Unión Europea y las dudas sobre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En los ejercicios, que duraron una semana y concluyeron el viernes, participaron una docena de buques de ambos países, soldados de élite, helicópteros y aviones. Las embarcaciones han disparado contra blancos a nivel del agua y en el aire, tanto cerca de la costa como en alta mar, y practicaron operaciones de rescate y repostaje. Pero el gran interés de las pruebas estuvo en el escenario elegido: las aguas del enclave de Kaliningrado, un territorio ruso enquistado entre Polonia y Lituania, dos miembros de la OTAN.
Oficialmente, el objetivo era “aumentar la eficacia conjunta de las dos flotas ante amenazas de seguridad en el mar, así como ejercitar la compatibilidad de las tripulaciones de los buques de guerra rusos y chinos y reforzar su amistad”.
Sin embargo, los medios rusos llevan días presentando los ejercicios en respuesta a la creciente actividad de la OTAN en el Báltico, especialmente el desembarco de 4 mil soldados estadounidenses el pasado enero en Polonia, Lituania, Estonia, Letonia, Rumanía y Bulgaria, el mayor despliegue de EU en Europa desde la Guerra Fría.
Rafael Bueno, director de política y sociedad de Casa Asia, una institución en Barcelona dedicada al conocimiento del continente asiático, considera estas operaciones importantes. “Es un mensaje claro a la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos. Rusia les está mostrando su fuerza y que tiene un aliado importante, como China”, explica en conversación telefónica.
El interés de la maniobra parece claro para Moscú, deseoso de marcar músculo en una región recorrida por tensiones desde la guerra de Ucrania y la anexión rusa de Crimea en 2014. La pregunta para los expertos es por qué Beijing, con una relación comercial y diplomática cada vez más fluida con Europa, accede a una operación que puede considerarse una provocación.
Especialistas en seguridad, como el teniente del ejército español Gonzalo Escudero García, opinan que hay un componente militar importante.
En su artículo para el Instituto de Estudios Estratégicos de España (IEEE) Seguridad en el sudeste asiático ¿China contra todos?, Escudero describe cómo esa nación lleva 15 años modernizando su fuerza naval. Las maniobras conjuntas son una necesidad en la preparación bélica, y cualquier país estaría encantado de practicarlas con una potencia militar con Rusia, bajo cualquier circunstancia.
Pero hay elementos geopolíticos que no se pueden pasar por alto. “Beijing quiere demostrar que es ya un actor global que no se restringe a su área de influencia geográfica y puede llegar al Báltico o al Mediterráneo”, explica Bueno y añade: “en ese sentido, para China es interesante presumir de un aliado como Rusia”. China no oculta que quiere impulsar las rutas comerciales a lo largo del litoral ruso, por el Ártico, en un momento en que su expansión como potencia naval es evidente. Este mes, envió efectivos a Yibuti, en el cuerno de África, donde pronto inaugurará su primera base militar en el extranjero.
Existe otro factor relevante: estas maniobras se han convertido en un sistema de apoyo por turnos. Rusia y China comenzaron a practicarlas en 2012. Las del año pasado fueron en el mar del Sur de China, en aguas sujetas a disputas de soberanía, lo que produjo tensiones de China con EU y sus aliados asiáticos. Tras hacerlo con los rivales de Beijing, esta vez era la ocasión de provocar a los de Moscú.
El mar del Sur de China es de gran importancia comercial, con posibles recursos de hidrocarburos, y cuyo control puede suponer una ventaja geoestratégica definitiva en la región. De acuerdo con Bueno, es también “un foco que va a generar más conflictos, por la implicación de EU y porque hay muchos países involucrados con los que China tiene una relación compleja”.
En un contexto de gran inestabilidad, el analista hace mención a la gran oportunidad estratégica que se le ha presentado a China para consolidar su posición en el mundo, citando una idea que han formulado ya observadores como Javier Solana, ex secretario general de la OTAN, o Ivo Daalder, antiguo embajador de EU ante esa organización: “Cuanto más enfatiza Trump la idea de ‘América Primero’, más se convierte en 'América Sola”. Ante la creciente desunión de Occidente, China puede hallar más fructífero el juego de las alianzas que apostar por la bipolaridad: acuerdos militares con Rusia, económicos y ambientales con Europa, comerciales con América Latina... Mientras, América se queda sola.