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El caos de la Casa Blanca volvió a generar un terremoto, uno de los mayores de los poco más de seis meses que lleva Donald Trump aposentado en el Despacho Oval. Los movimientos de tierra anunciaban que iba a producirse en breve, pero como todo temblor siempre llega de improvisto: Reince Priebus dejó de ser el jefe de gabinete, el cargo más alto del círculo de la Casa Blanca que abandona el entorno del presidente.
El rumor circulaba desde hace tiempo, y se había intensificado en las últimas horas por la entrevista vulgar, soez y fuera de tono que el nuevo director de Comunicación y lacayo favorito del presidente, Anthony Scaramucci, dio a The New Yorker, en la que además de insultar a Priebus (“jodido paranoico esquizofrénico”) auguraba que la renuncia del jefe de gabinete iba a ser inmediata. Acertó.
La situación tras la aparición de Scaramucci se hizo insostenible. La derrota en el Senado de los republicanos, humillados tras no conseguir derogar el Obamacare pese a controlar la cámara, sirvió de punto final para una relación de conveniencia. El único activo de Reince era su relación con el partido: sin efectos positivos, su presencia en la Casa Blanca es inútil.
“Me complace anunciar que acabo de nombrar al general/secretario [de Seguridad Nacional] John F. Kelly como el nuevo jefe de gabinete de la Casa Blanca”, anunció Trump por Twitter. Kelly tomará las riendas de su nuevo puesto el lunes, dejando el departamento de Seguridad Nacional, encargado de la política migratoria y protección de fronteras, en manos de un encargado interino.
Kelly siempre fue el primero en las quinielas de los futuros jefes de gabinete. A nadie escapa la fascinación de Trump por las figuras militares, la autoridad y la mano dura; en este momento de su administración está convencido de que eso es lo que necesita para acabar con el caos y el despropósito de su gobierno, afectado por muchos fuegos. “[Kelly] es una verdadera estrella de la administración”, le alabó.
La confianza en Priebus era mínima, insignificante, casi invisible. Tras la salida hace una semana del portavoz presidencial, Sean Spicer, él era la única cabeza visible del aparato del Partido Republicano que quedaba en el entorno más cercano de Trump.
La versión oficial, explicada por el propio Priebus en sus primeras entrevistas tras dejar el cargo y por portavoces de la Casa Blanca, asegura que la renuncia es un tema que se habla, desde hace incluso dos semanas.
“El presidente quería un cambio de dirección, y por tanto yo presenté mi renuncia. La aceptó”, relató Priebus a CNN, en su primera comparecencia pública. “Me gustaría agradecer a Reince Priebus su servicio y dedicación a este país. ¡Hemos conseguido muchas cosas juntos y estoy orgulloso de él!”, escribió Trump en Twitter.
A pesar de las alabanzas, el nombre de Priebus era el primero de la fila a la hora de pasar por la guillotina del reality show en el que se ha convertido la Casa Blanca de Trump, quien parece haber agarrado la costumbre de despedir a miembros de su equipo de forma más o menos regular para conseguir un objetivo concreto: desligarse completamente de todas las ataduras externas y crear una administración 100% trumpiana, basada en la lealtad al líder.
La sacudida es la última demostración que la “máquina perfectamente engrasada” de la que se vanagloriaba Trump al principio de su administración no era más que un conjunto de piezas mal encajadas. En seis meses, el presidente se ha deshecho de un jefe de gabinete, un portavoz, un director de comunicaciones, un asesor de seguridad nacional, un funcionario de prensa, un director del FBI, una fiscal general interina y decenas de fiscales por todo el país.
Priebus es el jefe de gabinete presidencial que menos ha durado en el cargo desde la Segunda Guerra Mundial, duró sólo 189 días.