La reforma sanitaria impulsada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y los líderes republicanos del país, colapsó de manera definitiva.
Más de siete años de promesas, de núcleo duro del programa electoral conservador, desaparecieron de golpe y porrazo por la incapacidad de los republicanos para hacer valer su control absoluto en las cámaras del Poder Legislativo estadounidense.
Si la noche del lunes la enésima versión del Trumpcare parecía moribunda, durante el día de ayer la esperanza de resurrección fue descartada por completo.
Tras asumir que serían incapaces de derogar y reemplazar el plan de salud actual de una vez, el líder conservador en el Senado, Mitch McConnell, propuso deshacerse primero de Obamacare y, más tarde, presentar una nueva propuesta, votando una ley que obtuvo el beneplácito del Senado en 2015 y que se daba dos años de margen para crear un plan alternativo.
El plan de escape, esa opción B, también fracasó. Tres senadoras republicanas —Susan Collins, de Maine; Lisa Murkowski, de Alaska, y Shelley Capito, de Virginia Occidental— se opusieron casi al instante, dando la puntilla a una ley que definitivamente pasa de facto a mejor vida.
“No vine a Washington para perjudicar a la gente”, dijo la senadora Capito sobre el tema.
La opción de quitar de una vez cualquier plan de salud sin sustituirlo había sido analizado por un órgano independiente, y las cifras no eran nada satisfactorias. En caso de que se llevara a cabo, más de 32 millones de personas perderían su seguro médico en una década —18 millones en el primer año—, lo cual multiplicaría por dos su coste total.
McConnell, a pesar de la derrota anunciada, presionará para que haya una votación en el Senado, probablemente a principios de la próxima semana, con el único objetivo de que quede registrado quién está a favor y quién en contra. Detrás de esa maniobra hay razones electorales.
Cuando se confirme el fracaso, se convertirá en la peor derrota de Trump en los seis meses que lleva al frente de la Casa Blanca.
Acabar con Obamacare y presentar un reemplazo era una promesa fundamental del magnate y, tras meses de pelea. finalmente decide tirar la toalla, abandonar la cruzada y tratar de conseguir un triunfo legislativo en el menor tiempo posible.
El presidente, que había prometido durante la campaña acabar con Obamacare el primer día de su mandato, sigue evitando reconocer derrotas y errores.
Aunque se mostró “muy decepcionado” con el resultado, encontró una solución: “Dejemos que Obamacare fracase, será todo más fácil (…) Cuando fracase, los demócratas vendrán a nosotros”, declaró ayer el mandatario, quien lejos de preocuparse por la gente se distanció, asegurando: “No me voy a hacer responsable” de lo que suceda en el futuro con el actual sistema sanitario.
Los líderes republicanos siguieron las directrices del magnate, tratando de poner la pelota en el tejado de los demócratas, pese a que fueron miembros de sus propias filas quienes dieron el tiro de gracia a la iniciativa.
Los demócratas, por su parte, contabilizaron el desenlace como un triunfo enorme. Rápidamente trataron de rentabilizar la situación haciendo un llamado a “empezar de cero” en la negociación, tal y como dijo el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, para trabajar en una propuesta bipartita, con el objetivo de mejorar el plan de salud que rige en el país y evitar los recortes masivos y ventajas fiscales a los ricos que querían imponer los republicanos con su propuesta.
La idea de Trump de dejar morir a Obamacare consiste en dejar que se acentúen las fallas del mercado de seguros de salud privados, lo que, según él, dirigiría la presión hacia los demócratas para que se vean obligados a negociar.